Un diagnóstico en el ISSSTE 

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Todo comenzó con un simple dolor de muela, estuvo intentando obtener su cita, sin embargo, como sucede en muchas ocasiones, por la saturación, se va a semanas o meses, por lo que, cuando se agrava el problema, se acude a urgencias, como tal, acudimos ahí en cuatro ocasiones previas al colapso.
La medicación fue rápida, sin seguimiento y tratando de manera aislada la configuración del problema que empezaba a crear un entorno realmente peligroso.

El día en que su garganta ya era una enorme bola de tenis, decidieron hacerle un estudio que reveló la gravedad para realizarle una operación urgente con el cirujano maxilofacial con una semana en terapia intensiva y dos más internado en cuarto.
En el trayecto de su estancia, se realizaron diferentes estudios en donde hubo que trasladarle en ambulancia a diferentes partes, en trayectos realmente complejos por la escasa protección para el frío, por supuesto en una estancia de tres semanas que vale la pena reflexionar.

A partir de esta experiencia, consideré pertinente clasificar, con fines de este escrito, y exponer la situación en tres grandes rubros: la infraestructura, la atención del personal, y finalmente lo que puedo considerar como algunas recomendaciones.

En lo que tiene que ver con la infraestructura, deprimente, limitada y deficiente, apenas hay lo mínimo indispensable para sobrellevar una situación de estancia hospitalaria.
Una cama, una silla para traslados, un bote de basura, un lavabo (que sólo funciona el agua fría), un pequeño buró con cajones (todo de la época de la década de los sesenta del siglo pasado y una bata como cortina en la ventana.
Hubo que comprar de manera externa compresas, jeringas, toallas, material para esterilizar, guantes de látex, jabón, oxímetro y una parte de los medicamentos.

Con respecto a la atención del personal, como en todas partes, existen guardias, enfermeras, doctores y personal que sacan la casta por el instituto, no sólo con un mayor grado de atención, clase y mucho profesionalismo, como fue el caso de la enfermera Alfa Palma, la trabajadora social Juanita Porras así como no pocas personas más que lo hacen con verdadera vocación de servicio, pero también hay otras personas que es evidente que han perdido el amor a su trabajo, que trabajan bajo protesta y sin ganas.

Se invierte menos en los servicios de primera atención, se deja crecer los problemas y luego se gasta mucho más para resolver el problema.
Hay que pensar positivamente, son muchas más las personas con actitud de servicio y que se constituyen como una gran fortaleza para el instituto, son décadas de abandono que hoy se resienten en el peso de las emergencias que día a día se viven en su interior.

Dr.
Manuel Alberto Navarro Weckmann

Doctor en Gerencia Pública y Política Social

manuelnavarrow@gmail.
com

https://manuelnavarrow.
com

Todo comenzó con un simple dolor de muela, estuvo intentando obtener su cita, sin embargo, como sucede en muchas ocasiones, por la saturación, se va a semanas o meses, por lo que, cuando se agrava el problema, se acude a urgencias, como tal, acudimos ahí en cuatro ocasiones previas al colapso.
La medicación fue rápida, sin seguimiento y tratando de manera aislada la configuración del problema que empezaba a crear un entorno realmente peligroso.

El día en que su garganta ya era una enorme bola de tenis, decidieron hacerle un estudio que reveló la gravedad para realizarle una operación urgente con el cirujano maxilofacial con una semana en terapia intensiva y dos más internado en cuarto.
En el trayecto de su estancia, se realizaron diferentes estudios en donde hubo que trasladarle en ambulancia a diferentes partes, en trayectos realmente complejos por la escasa protección para el frío, por supuesto en una estancia de tres semanas que vale la pena reflexionar.

A partir de esta experiencia, consideré pertinente clasificar, con fines de este escrito, y exponer la situación en tres grandes rubros: la infraestructura, la atención del personal, y finalmente lo que puedo considerar como algunas recomendaciones.

En lo que tiene que ver con la infraestructura, deprimente, limitada y deficiente, apenas hay lo mínimo indispensable para sobrellevar una situación de estancia hospitalaria.
Una cama, una silla para traslados, un bote de basura, un lavabo (que sólo funciona el agua fría), un pequeño buró con cajones (todo de la época de la década de los sesenta del siglo pasado y una bata como cortina en la ventana.
Hubo que comprar de manera externa compresas, jeringas, toallas, material para esterilizar, guantes de látex, jabón, oxímetro y una parte de los medicamentos.

Con respecto a la atención del personal, como en todas partes, existen guardias, enfermeras, doctores y personal que sacan la casta por el instituto, no sólo con un mayor grado de atención, clase y mucho profesionalismo, como fue el caso de la enfermera Alfa Palma, la trabajadora social Juanita Porras así como no pocas personas más que lo hacen con verdadera vocación de servicio, pero también hay otras personas que es evidente que han perdido el amor a su trabajo, que trabajan bajo protesta y sin ganas.

Se invierte menos en los servicios de primera atención, se deja crecer los problemas y luego se gasta mucho más para resolver el problema.
Hay que pensar positivamente, son muchas más las personas con actitud de servicio y que se constituyen como una gran fortaleza para el instituto, son décadas de abandono que hoy se resienten en el peso de las emergencias que día a día se viven en su interior.

Dr.
Manuel Alberto Navarro Weckmann

Doctor en Gerencia Pública y Política Social

manuelnavarrow@gmail.
com

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com

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