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Por: Eduardo Antonio Zendejas Amparán
Hace más dos años, para ser precisos, a inicio del mes de marzo de 2020, las y los mexicanos nos encontrábamos ante una compleja situación provocada por la emergencia sanitaria, la forma en que entendíamos la vida cambió drásticamente; lamentablemente se perdieron vidas, los hospitales se sobresaturaron, la economía se estancó, el desarrollo social se paralizó y por su parte, las escuelas cerraron sus instalaciones.
Siempre es importante recordar y valorar el esfuerzo de la sociedad en conjunto por brindar las herramientas necesarias a sus niños en la formación para la vida.
El entorno familiar y social da carácter y genera criterio, y en este escenario la educación dentro de las escuelas e impartida por profesionales fortalece y solidifica esos frutos en formación.
Mientras, en su gran mayoría, mudamos al trabajo en casa y por supuesto, la educación escolar desde el hogar, miles de padres de familia se vieron en la necesidad de adaptar su forma de vida para generar el espacio que permitiría en casa combinar trabajo y escuela, aún, sin las herramientas digitales necesarias.
No se puede ignorar el hecho de que una de las graves consecuencias de la crisis sanitaria fue el rezago y la deserción escolar, marcado por la desigualdad social, el contexto geográfico y en algunos de los casos el exiguo interés, este es un tema mayúsculo que cada actor educativo debemos asumir prioritariamente con corresponsabilidad.
Recuerdo cuando la soledad se regocijaba en las aulas vacías, fue dura para todas y todos, sólo falta acordarse de cómo vivieron nuestras niñas, niños, adolescentes y jóvenes a tan corta edad este duro proceso, pero también, recuerdo con gusto las múltiples acciones de los docentes que no detuvieron su labor; hubo quienes diseñaron cuadernillos y de alguna forma los hacía llegar a cada casa de sus alumnos, otros, idearon programas educativos a través de las plataformas digitales, unos más, convirtieron sus casas en aulas para grabar las clases; la labor fue titánica y sustancial para frenar la afectación educativa, psicológica y de convivencia por la cual atravesaban cada uno de los alumnos.
Actualmente, nos encontramos ante un contexto que define retos de enormes proporciones en esta nueva etapa, por ello, estoy convencido que padres de familia y maestros no sólo son el pilar para el logro de los contenidos educativos, sino que, además, son la fórmula perfecta para contribuir al progreso de nuestra nación y de nuestro estado.
Dar vida a las escuelas es dar vida a la reconstrucción de nuestro tejido social, es imperante que comunidad y trabajadores de la educación, desde el rol que nos fue conferido, trabajemos en conjunto para continuamente crear las condiciones óptimas para el desarrollo educativo.
La suma de esfuerzos y voluntades generará un alcance mucho mayor que cualquier obstáculo, por ningún motivo debemos dar paso a que el rezago y la deserción escolar sea un factor de extinción educativa, si no por el contrario, que sea un área de oportunidad que nos permita coincidir en la lucha por lo más preciado que la sociedad tiene, que son el presente y el futuro, nuestros estudiantes.
Prof.
Eduardo Antonio Zendejas Amparán
Secretario General de la Sección 8 del SNTE
Por: Eduardo Antonio Zendejas Amparán
Hace más dos años, para ser precisos, a inicio del mes de marzo de 2020, las y los mexicanos nos encontrábamos ante una compleja situación provocada por la emergencia sanitaria, la forma en que entendíamos la vida cambió drásticamente; lamentablemente se perdieron vidas, los hospitales se sobresaturaron, la economía se estancó, el desarrollo social se paralizó y por su parte, las escuelas cerraron sus instalaciones.
Siempre es importante recordar y valorar el esfuerzo de la sociedad en conjunto por brindar las herramientas necesarias a sus niños en la formación para la vida.
El entorno familiar y social da carácter y genera criterio, y en este escenario la educación dentro de las escuelas e impartida por profesionales fortalece y solidifica esos frutos en formación.
Mientras, en su gran mayoría, mudamos al trabajo en casa y por supuesto, la educación escolar desde el hogar, miles de padres de familia se vieron en la necesidad de adaptar su forma de vida para generar el espacio que permitiría en casa combinar trabajo y escuela, aún, sin las herramientas digitales necesarias.
No se puede ignorar el hecho de que una de las graves consecuencias de la crisis sanitaria fue el rezago y la deserción escolar, marcado por la desigualdad social, el contexto geográfico y en algunos de los casos el exiguo interés, este es un tema mayúsculo que cada actor educativo debemos asumir prioritariamente con corresponsabilidad.
Recuerdo cuando la soledad se regocijaba en las aulas vacías, fue dura para todas y todos, sólo falta acordarse de cómo vivieron nuestras niñas, niños, adolescentes y jóvenes a tan corta edad este duro proceso, pero también, recuerdo con gusto las múltiples acciones de los docentes que no detuvieron su labor; hubo quienes diseñaron cuadernillos y de alguna forma los hacía llegar a cada casa de sus alumnos, otros, idearon programas educativos a través de las plataformas digitales, unos más, convirtieron sus casas en aulas para grabar las clases; la labor fue titánica y sustancial para frenar la afectación educativa, psicológica y de convivencia por la cual atravesaban cada uno de los alumnos.
Actualmente, nos encontramos ante un contexto que define retos de enormes proporciones en esta nueva etapa, por ello, estoy convencido que padres de familia y maestros no sólo son el pilar para el logro de los contenidos educativos, sino que, además, son la fórmula perfecta para contribuir al progreso de nuestra nación y de nuestro estado.
Dar vida a las escuelas es dar vida a la reconstrucción de nuestro tejido social, es imperante que comunidad y trabajadores de la educación, desde el rol que nos fue conferido, trabajemos en conjunto para continuamente crear las condiciones óptimas para el desarrollo educativo.
La suma de esfuerzos y voluntades generará un alcance mucho mayor que cualquier obstáculo, por ningún motivo debemos dar paso a que el rezago y la deserción escolar sea un factor de extinción educativa, si no por el contrario, que sea un área de oportunidad que nos permita coincidir en la lucha por lo más preciado que la sociedad tiene, que son el presente y el futuro, nuestros estudiantes.
Prof.
Eduardo Antonio Zendejas Amparán
Secretario General de la Sección 8 del SNTE
Osvaldo
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