San Cristóbal de Las Casas, Chis., El obispo de diócesis local, Rodrigo Aguilar Martínez, afirmó que “hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte, a merced de los cárteles que se disputan sus territorios; muchas personas que han tenido que irse de sus hogares para salvar sus vidas, pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes, probablemente, no nos atrevemos a cruzar la mirada, además de migrantes que ya no son rostros sino números”.
Lamenta la diócesis el dolor de los desplazados
San Cristóbal de Las Casas, Chis.
, El obispo de diócesis local, Rodrigo Aguilar Martínez, afirmó que hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte, a merced de los cárteles que se disputan sus territorios; muchas personas que han tenido que irse de sus hogares para salvar sus vidas, pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes, probablemente, no nos atrevemos a cruzar la mirada, además de migrantes que ya no son rostros sino números.
Entrevistado en Tuxtla Gutiérrez, capital del estado, el jerarca católico pidió a quienes provocan violencia que recapaciten, que no pretendan resolver dando muerte a personas a veces incluso de manera artera; es delicado este ambiente que se está provocando.
Tenemos desconcierto, temor por las consecuencias en los comicios de junio.
Mientras, agentes de animación y coordinación pastoral de la diócesis de San Cristóbal de las Casas exigieron a los tres niveles de gobierno que asuman la responsabilidad de garantizar la seguridad y la vida de las familias en Chiapas.
Asimismo, “de evaluar los perjuicios que han dejado las situaciones de violencia y resarcir los daños (…) pues las amenazas son latentes y la impunidad es rampante, por lo que en tales circunstancias, no hay condiciones para las elecciones” del 2 de junio próximo.
Consideraron que los pueblos de Chiapas viven la oscuridad de la tarde de la cruz, por lo que pidieron a quienes empuñan las armas, dan las órdenes de somete y de matar, que pongan fin a esta guerra de exterminio de la vida y de nuestra condición humana.
Apuntaron en un documento que el pasaje bíblico de Caín y Abel resuena en nuestros corazones al ver a nuestras comunidades desangrarse en sus hijas e hijos, que caen en medio de la cruel guerra desatada por los cárteles disputándose el territorio.
A quienes están padeciendo la angustia y soportan con dignidad el peso de la cruz, sus luchas por otro mundo posible, su decisión por estar a favor de la vida y de la paz sabiéndose despojados, les manifestaron que son un pueblo que resiste y sus resistencias son la razón de su esperanza y de la nuestra.
Expresaron que la disputa entre criminales organizados provoca enfrentamientos, ajustes de cuenta, extorsiones, levantones, secuestro de las comunidades por quienes se asientan en sus entradas y salidas, en las brechas, caminos y carreteras, negándonos libertad con el cobro de piso, de paso o con el terror que generan.
Acotaron asimismo que nuestra hermana la madre tierra se ha bañado de tristeza, de dolor y de sangre.
Al iniciar la Semana Santa, lamentaron el dolor de quienes han tenido que abandonar su casa, su tierra, sus pobres pertenencias que con tantas luchas del día a día han conseguido, y luego saber que fueron destruidas por manos que se han olvidado de que a quienes se somete y se mata son sus hermanas, sus hermanos.
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