Panteones: Nuestra Señora de “La Regla” y el parque Revolución (segunda parte)

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Por: Óscar A.
Viramontes Olivas

violioscar@gmail.
com

El incremento de muertes debido a distintos fenómenos como enfermedades y guerras que se estaban dando durante el siglo XIX, requería de una puerta de escape ante la necesidad imperiosa de abrir espacios para depositar a decenas de muertos, tanto por las espantosas epidemias, las trágicas guerras con los apaches y otras causas, por supuesto, lo que era lamentable en todo esto, es cuando se ofertaban los lotes por parte de las autoridades municipales para el servicio público, esta explotación económica hacia los deudos que, por largos años se dio con la imposición de cuotas para saldar el valor de las fosas destinadas a la sepultura de cadáveres, así como otros servicios anexos, pero cuando se concluía su cupo, en muchas ocasiones, las autoridades sin medir consecuencias, mandaban arrasar sin consideración, ni respeto, para los difuntos que en ellos descansaban, y para las familias que habían sido explotadas con los derechos respectivos.

Por ejemplo, una fosa vendida a perpetuidad por las autoridades, perdía este carácter el día en que el cementerio se llenaba y se clausuraba, y la misma autoridad que había explotado este renglón de ingresos, atropellaba los huesos de los muertos y los derechos de los vivos para dotar a la ciudad de nuevos jardines o colonias.
Una vez concluido el nuevo cementerio que se denominó: “La Regla” y finalmente, solventada la epidemia que había azotado a la población y bajó la jurisdicción del titular parroquial, se le llamaría finalmente panteón de “Nuestra Señora de la Regla” en virtud de ser está, una de las patronas de la misma parroquia; a partir de entonces, el cementerio de “Nuestra Señora de la Merced” (hoy parque Urueta), se destinaría para efectuar allí, inhumaciones de personas de clase humilde del pueblo y el de “La Regla”, para aquellos de clase media y acomodada, aunque en los dos primeros años, no se haría ninguna aclaración en los registros de entierros expresando unas partidas y otras de sepultura eclesiástica.

En México cuando llegaba la época del presidente Benito Pablo Juárez García en el periodo (1858-1872) y la promoción de la separación de la Iglesia y los poderes del Estado mexicano el 12 de julio de 1859, cuando “El Patricio”, decretaría la primera de las normas de reforma que sería: “La Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos” que, impediría a la Iglesia tener propiedades en México.
Esta noticia sin duda, fue una tremenda “bomba” que, llegó hasta lo más profundo en el corazón de la jerarquía católica de ese tiempo, ya que, una enorme cantidad de propiedades dejaron de pertenecer a la más poderosa institución religiosa en México.
Cuando estas benditas “Leyes de Reforma” serían definitivamente expedidas a mediados de 1859 y en visita al Heroico puerto de Veracruz, Juárez anunciaría de manera “tajante” el 31 de julio en una asamblea con su gabinete que, el clero ya no tendría injerencia, ni tampoco intervendría en la administración y dirección de los cementerios; las casas de beneficencia, pasarían a manos de autoridades civiles, representando un duro golpe a los intereses de la Iglesia, y lo único que hizo, fue inconformarse con estas disposiciones.

Todo este asunto de las Leyes de Reforma de don Benito Juárez, se iría directo sobre la administración de los cementerios en todo el país, y particularmente de la ciudad de Chihuahua, ya que, con toda esta transformación, los “curitas” no tendrían que andar metiendo las manos en los “campos santos” y todo el peso recaería en la administración civil.
Para esa época y debido a la enorme cantidad de muertitos heredados de las tremendas epidemias y guerras contra las tribus hostiles, los panteones de la ciudad, se empezarían a llenar muy rápido, fue el caso del panteón de “La Merced” y “La Regla”, este último, llegarían a su vida útil hasta el 26 de agosto de 1885, cuando el Ayuntamiento de la ciudad de Chihuahua acordaría su clausura, en virtud de que ya no había cupo para abrir más lugares dentro de sus murallas, ejecutándose dicha disposición.

Esto no significaba que quedaría totalmente cerrado, sino que había la opción de que, con permisos especiales extendidos por el Municipio a personas con solvencia económica y social, se podían seguir sepultando en espacios de reserva del panteón de La Regla, sin embargo, esto era un reflejo de lo que dice el dicho: “Por dinero baila el perro”.
Sin embargo, también se tuvieron casos extraordinarios durante el conflicto armado de la Revolución Mexicana (1910-1920), donde los muertos se encontraban por todos lados, generando un verdadero problema de salud y además, se tenían que buscar lugares para sepultarlos.
En estos casos, se realizaron diversas inhumaciones de personas que ya nadie “pelaba” pero esto fue una solución temporal, porque ya no se podían hacer de plano más.
Sin embargo, a diferencia de La Regla que no se ampliaría, su vecino el de La Merced, aumentaría su terreno en 1884 y definitivamente, ya no podría con tantos difuntos, obligándolo definitivamente a las autoridades a cerrarlo en 1895.

Ya saturados los panteones de fieles difuntos, y el lento, pero continuo crecimiento de la ciudad, poco a poco el caserío empezaba a arropar a los panteones, especialmente al de La Regla que, estaba prácticamente en el centro de la ciudad de Chihuahua, por lo que, las autoridades municipales empezaron a analizar la posibilidad de sacarlos de la mancha urbana, y después de varios intentos, no se pudo hacer nada.
Sin embargo, la oposición de muchas personas que habían ya pagado sus derechos de perpetuidad, se sentían muy molestos por lo que, querían hacer lo que varios ayuntamientos habían hecho en diversas épocas, ya que, el tener a sus seres queridos descansando allí, era como un acto de profanación el moverlos y esto, se hizo todavía aún más grande, cuando algunos de los quejosos se fueron por la vía del amparo ante la justicia federal, donde insistían que era una injusticia lo que se quería hacer por parte de la autoridad en turno, pero de ahí, surgiría una alternativa que posiblemente daría otro giro al conflicto, ya que muchos de los deudos proponían que La Regla se convirtiera en un “monumento nacional”, pues muchos de los huéspedes que ahí dormían el “sueño eterno” eran grandes personalidades de la sociedad chihuahuense.

Hay que recordar que, en el panteón de Nuestra Señora de La Regla, se habían enterrado algunas personas cuyo peso político, cultural y económico, habían sido notorios en la sociedad, como se comentó en párrafos anteriores, este panteón había sido destinado para gente con cierta “clase” y el de la Merced, para los más pobres.
En base a esto, el padre de la historiografía de Chihuahua, don Francisco R.
Almada, enumera una serie de distinguidos chihuahuenses y políticos que fueron protagonistas de muchos hechos de trascendencia registrados en la historia, éstos fueron: Ángel Trías (papá), ex gobernador del estado de Chihuahua; don Joaquín Bustamante y el coronel Cayetano Justiniani; don Luis Zuluaga y el licenciado Laureano Muñoz; don Bernardo Revilla y don José Cordero; el profesor José María Jaurrieta y el licenciado Jesús María Palacios; el licenciado Antonio Ochoa y el general Manuel Ojinaga; el licenciado José Eligió Muñoz y el general Agustín Villagra; don Juan Bautista Escudero y don Manuel de Herrera; don Félix Francisco Maceyra y don Ramón Cuéllar ; coronel Jesús José Casavantes , don Abraham González y el general Antonio Rábago.

En lo que se refiere a los intelectuales, Francisco R.
Almada cita al profesor José María Mari y al doctor Canuto Elías; Pablo Ochoa y el profesor Luis D Antin; José Ángel Larrañaga y María González de Escontrías y Paz Cuilty, viuda de Creel; Severo I.
Aguirre y Felipe Siqueiros; entre los jefes militares que pertenecieron al extinto ejército federal se encontraban Donato Guerra, Eulalio Vela y Bibiano Dávalos; los coroneles Ángel Peralta, Espiridión Elizondo, Andrés Luján y otros jefes revolucionarios, como los generales, Trinidad Rodríguez, Toribio Ortega, Anacleto Girón, Martiniano Servían, Faustino Borunda y Saulo Navarro; tenientes coroneles, Manuel R.
Andana y el doctor Samuel Navarro, así como numeroso chihuahuenses que se significaron en el medio ambiente social y en actividades de orden económico político y profesional…Esta crónica continuará.

Panteones: Nuestra Señora de “La Regla” y el parque Revolución, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua.
Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos del I al XIII, puede mandar un mensaje al cel.
614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No.
111).

Fuentes de Investigación:

*Hemeroteca del El Heraldo de Chihuahua; Fotos INAH; Archivo Histórico del Municipio de Chihuahua; Guía Histórica de la Ciudad de Chihuahua/Colección Francisco R.
Almada/1984; Cramaussel V.
, Chantal, “El Cólera en el estado de Chihuahua, 1833, 1849 y 1851”, en Alicia Contreras y Carlos Alcalá Ferráez (eds.
), Cólera y población, 1833-1854.
Estudios sobre México y Cuba, México, El Colegio de Michoacán/Red de Historia Demográfica, 2014, pp.
147-178.

Por: Óscar A.
Viramontes Olivas

violioscar@gmail.
com

El incremento de muertes debido a distintos fenómenos como enfermedades y guerras que se estaban dando durante el siglo XIX, requería de una puerta de escape ante la necesidad imperiosa de abrir espacios para depositar a decenas de muertos, tanto por las espantosas epidemias, las trágicas guerras con los apaches y otras causas, por supuesto, lo que era lamentable en todo esto, es cuando se ofertaban los lotes por parte de las autoridades municipales para el servicio público, esta explotación económica hacia los deudos que, por largos años se dio con la imposición de cuotas para saldar el valor de las fosas destinadas a la sepultura de cadáveres, así como otros servicios anexos, pero cuando se concluía su cupo, en muchas ocasiones, las autoridades sin medir consecuencias, mandaban arrasar sin consideración, ni respeto, para los difuntos que en ellos descansaban, y para las familias que habían sido explotadas con los derechos respectivos.

Por ejemplo, una fosa vendida a perpetuidad por las autoridades, perdía este carácter el día en que el cementerio se llenaba y se clausuraba, y la misma autoridad que había explotado este renglón de ingresos, atropellaba los huesos de los muertos y los derechos de los vivos para dotar a la ciudad de nuevos jardines o colonias.
Una vez concluido el nuevo cementerio que se denominó: “La Regla” y finalmente, solventada la epidemia que había azotado a la población y bajó la jurisdicción del titular parroquial, se le llamaría finalmente panteón de “Nuestra Señora de la Regla” en virtud de ser está, una de las patronas de la misma parroquia; a partir de entonces, el cementerio de “Nuestra Señora de la Merced” (hoy parque Urueta), se destinaría para efectuar allí, inhumaciones de personas de clase humilde del pueblo y el de “La Regla”, para aquellos de clase media y acomodada, aunque en los dos primeros años, no se haría ninguna aclaración en los registros de entierros expresando unas partidas y otras de sepultura eclesiástica.

En México cuando llegaba la época del presidente Benito Pablo Juárez García en el periodo (1858-1872) y la promoción de la separación de la Iglesia y los poderes del Estado mexicano el 12 de julio de 1859, cuando “El Patricio”, decretaría la primera de las normas de reforma que sería: “La Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos” que, impediría a la Iglesia tener propiedades en México.
Esta noticia sin duda, fue una tremenda “bomba” que, llegó hasta lo más profundo en el corazón de la jerarquía católica de ese tiempo, ya que, una enorme cantidad de propiedades dejaron de pertenecer a la más poderosa institución religiosa en México.
Cuando estas benditas “Leyes de Reforma” serían definitivamente expedidas a mediados de 1859 y en visita al Heroico puerto de Veracruz, Juárez anunciaría de manera “tajante” el 31 de julio en una asamblea con su gabinete que, el clero ya no tendría injerencia, ni tampoco intervendría en la administración y dirección de los cementerios; las casas de beneficencia, pasarían a manos de autoridades civiles, representando un duro golpe a los intereses de la Iglesia, y lo único que hizo, fue inconformarse con estas disposiciones.

Todo este asunto de las Leyes de Reforma de don Benito Juárez, se iría directo sobre la administración de los cementerios en todo el país, y particularmente de la ciudad de Chihuahua, ya que, con toda esta transformación, los “curitas” no tendrían que andar metiendo las manos en los “campos santos” y todo el peso recaería en la administración civil.
Para esa época y debido a la enorme cantidad de muertitos heredados de las tremendas epidemias y guerras contra las tribus hostiles, los panteones de la ciudad, se empezarían a llenar muy rápido, fue el caso del panteón de “La Merced” y “La Regla”, este último, llegarían a su vida útil hasta el 26 de agosto de 1885, cuando el Ayuntamiento de la ciudad de Chihuahua acordaría su clausura, en virtud de que ya no había cupo para abrir más lugares dentro de sus murallas, ejecutándose dicha disposición.

Esto no significaba que quedaría totalmente cerrado, sino que había la opción de que, con permisos especiales extendidos por el Municipio a personas con solvencia económica y social, se podían seguir sepultando en espacios de reserva del panteón de La Regla, sin embargo, esto era un reflejo de lo que dice el dicho: “Por dinero baila el perro”.
Sin embargo, también se tuvieron casos extraordinarios durante el conflicto armado de la Revolución Mexicana (1910-1920), donde los muertos se encontraban por todos lados, generando un verdadero problema de salud y además, se tenían que buscar lugares para sepultarlos.
En estos casos, se realizaron diversas inhumaciones de personas que ya nadie “pelaba” pero esto fue una solución temporal, porque ya no se podían hacer de plano más.
Sin embargo, a diferencia de La Regla que no se ampliaría, su vecino el de La Merced, aumentaría su terreno en 1884 y definitivamente, ya no podría con tantos difuntos, obligándolo definitivamente a las autoridades a cerrarlo en 1895.

Ya saturados los panteones de fieles difuntos, y el lento, pero continuo crecimiento de la ciudad, poco a poco el caserío empezaba a arropar a los panteones, especialmente al de La Regla que, estaba prácticamente en el centro de la ciudad de Chihuahua, por lo que, las autoridades municipales empezaron a analizar la posibilidad de sacarlos de la mancha urbana, y después de varios intentos, no se pudo hacer nada.
Sin embargo, la oposición de muchas personas que habían ya pagado sus derechos de perpetuidad, se sentían muy molestos por lo que, querían hacer lo que varios ayuntamientos habían hecho en diversas épocas, ya que, el tener a sus seres queridos descansando allí, era como un acto de profanación el moverlos y esto, se hizo todavía aún más grande, cuando algunos de los quejosos se fueron por la vía del amparo ante la justicia federal, donde insistían que era una injusticia lo que se quería hacer por parte de la autoridad en turno, pero de ahí, surgiría una alternativa que posiblemente daría otro giro al conflicto, ya que muchos de los deudos proponían que La Regla se convirtiera en un “monumento nacional”, pues muchos de los huéspedes que ahí dormían el “sueño eterno” eran grandes personalidades de la sociedad chihuahuense.

Hay que recordar que, en el panteón de Nuestra Señora de La Regla, se habían enterrado algunas personas cuyo peso político, cultural y económico, habían sido notorios en la sociedad, como se comentó en párrafos anteriores, este panteón había sido destinado para gente con cierta “clase” y el de la Merced, para los más pobres.
En base a esto, el padre de la historiografía de Chihuahua, don Francisco R.
Almada, enumera una serie de distinguidos chihuahuenses y políticos que fueron protagonistas de muchos hechos de trascendencia registrados en la historia, éstos fueron: Ángel Trías (papá), ex gobernador del estado de Chihuahua; don Joaquín Bustamante y el coronel Cayetano Justiniani; don Luis Zuluaga y el licenciado Laureano Muñoz; don Bernardo Revilla y don José Cordero; el profesor José María Jaurrieta y el licenciado Jesús María Palacios; el licenciado Antonio Ochoa y el general Manuel Ojinaga; el licenciado José Eligió Muñoz y el general Agustín Villagra; don Juan Bautista Escudero y don Manuel de Herrera; don Félix Francisco Maceyra y don Ramón Cuéllar ; coronel Jesús José Casavantes , don Abraham González y el general Antonio Rábago.

En lo que se refiere a los intelectuales, Francisco R.
Almada cita al profesor José María Mari y al doctor Canuto Elías; Pablo Ochoa y el profesor Luis D Antin; José Ángel Larrañaga y María González de Escontrías y Paz Cuilty, viuda de Creel; Severo I.
Aguirre y Felipe Siqueiros; entre los jefes militares que pertenecieron al extinto ejército federal se encontraban Donato Guerra, Eulalio Vela y Bibiano Dávalos; los coroneles Ángel Peralta, Espiridión Elizondo, Andrés Luján y otros jefes revolucionarios, como los generales, Trinidad Rodríguez, Toribio Ortega, Anacleto Girón, Martiniano Servían, Faustino Borunda y Saulo Navarro; tenientes coroneles, Manuel R.
Andana y el doctor Samuel Navarro, así como numeroso chihuahuenses que se significaron en el medio ambiente social y en actividades de orden económico político y profesional…Esta crónica continuará.

Panteones: Nuestra Señora de “La Regla” y el parque Revolución, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua.
Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos del I al XIII, puede mandar un mensaje al cel.
614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No.
111).

Fuentes de Investigación:

*Hemeroteca del El Heraldo de Chihuahua; Fotos INAH; Archivo Histórico del Municipio de Chihuahua; Guía Histórica de la Ciudad de Chihuahua/Colección Francisco R.
Almada/1984; Cramaussel V.
, Chantal, “El Cólera en el estado de Chihuahua, 1833, 1849 y 1851”, en Alicia Contreras y Carlos Alcalá Ferráez (eds.
), Cólera y población, 1833-1854.
Estudios sobre México y Cuba, México, El Colegio de Michoacán/Red de Historia Demográfica, 2014, pp.
147-178.

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