“No podemos regresar”: Desplazados cumplen seis meses lejos de su hogar en La Sierrita

Pedro, su familia y alrededor de 60 personas más tuvieron que salir de su comunidad debido a que no aceptaron ingresar a las filas del crimen organizado

“No podemos regresar, los malos viven allí” señaló Pedro, quien desde el mes de junio vive en desplazamiento forzado interno.
Él y su familia, alrededor de 60 personas, tuvieron que salir de su comunidad debido a que no aceptaron ingresar a las filas del crimen organizado.

Un ataque a balazos, la quema de sus viviendas y el homicidio de su hermano fue el punto que los llevó a pedir ayuda.
Como él, hay cientos de personas viviendo en el exilio a causa de la inseguridad.

El desplazamiento forzado interno crece en Chihuahua, sin que haya una verdadera estrategia de combate, ya que las fuerzas armadas solo realizan rondines y se van, dejando a la población en el desamparo y a manos de los delincuentes.

Las personas desplazadas coinciden en que las “gentes malas” buscan adueñarse del bosque para talarlo, además quieren explotar la tierra porque existe oro y plata, la única manera de hacerlo es “eliminando” a las personas que les estorban.

Además del sufrimiento que viven al ser expulsados de su comunidad, hacia lugares donde no existen las mínimas condiciones de subsistencia, tienen que lidiar con las “migajas” de apoyos que les brindan las autoridades.
A la fecha muy reducidos.

Diana Villlabos, de Consultoría Técnica Comunitaria (CONTEC) , relató que la situación en Guadalupe y Calvo se ha tornado complicada tras el homicidio de dos personas de un grupo delincuencial.

“La gente está viviendo en el terror”, afirma ya que los grupos delincuenciales relacionados con Sinaloa están “secuestrando” a los niños y adolescentes para integrarlos a las filas del cártel.

En Baborigame hay más de 300 personas desplazadas, de diferentes años, donde no existen las condiciones de vivienda ni empleo, incluso en ocasiones no tienen comida, la gente se organiza para llevarles despensa.

Sus condiciones son muy complicadas y solo en ocasiones el gobierno les apoya con alimentos.
Para ellos es muy difícil abandonar la zona sin apoyo.

Pedro, es parte de la comunidad de La Sierrita, quien relató que desde el 7 de junio, empezaron las agresiones armadas y los hombres tuvieron que salir de la comunidad, huyeron al monte para pedir ayuda.
Cruzaron el río, bajaron hacia el otro extremo y subieron hasta el lugar conocido como La Reforma, donde pudieron pedir auxilio a las autoridades.

Mientras tanto, en La Sierrita, alrededor de las 5 de la tarde los hombres armados llegaron hasta las viviendas y obligaron a las mujeres, niñas y niños a salir.
Los malandros sentenciaron que si no se iban las matarían.

Las mujeres huyeron a San Jerónimo, otra comunidad en la que permanecieron 3 días, hasta que llegó la autoridad a rescatarlos y llevarlos a Guadalupe y Calvo.
En ese punto pudo reencontrarse con su familia.

Pedro logró conseguir el contacto de Gabino Gómez, del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres a quien le pidió ayuda porque temían por su seguridad.

Previo al ataque, a los hombres de La Sierrita los habían tratado de enganchar para el cártel de Los Arellanes, “Les dijimos que no.
Nosotros tenemos tierra y mulas para trabajar y sembrar, nosotros allá no comprabamos maíz, frijol, chícharo, trigo, quelites, calabacitas y mucha agua limpia”.

En el segundo intento de reclutamiento les advirtieron que quemarían sus casas.
No aceptaron.
La respuesta del grupo delincuencia la enviaron a balazos y acciones incendiarias.

“El bosque lo pueden vender ellos y en el manantial sale agua muy limpia”, relata con cierto dejó de tristeza.
Esa agua los malandros la usaban para sembrar marihuana, pero al no ser redituable abandonaron el cultivo, ahora solo unos cuantos siembran amapola en estas fechas.

“Están sacando a todos los habitantes de las comunidades.
La gente está saliendo no hayan que hacer porque hay otro cártel y se están peleando”.

La violencia en la zona ha escalado a niveles inimaginados, lo que afecta a los pobladores, quienes pierden la vida a manos de los delincuentes.

Al hermano de Pedro, lo mataron a balazos en su vivienda porque se resistió a salir aquel 7 de junio.
Tras enterarse fue a buscarlo el día 16, solo encontró el cráneo y unos pedazos de huesos.
A pesar de que pidió a las autoridades hacer una búsqueda para encontrar el resto del esqueleto no quisieron.
Solo echaron en una bolsa los huesos y se los llevaron a Parral.
A la fecha no le han querido entregar la osamenta.

La familia de Pedro primero fue reubicada en Ascensión, pero la persona del albergue los trataba muy mal.
Luego fueron reubicados en otro sitio, donde trabajan para comer, pero reconoce que la paga es poca y no alcanza.
Aunque las viviendas en las que viven no están en condiciones ideales, es un techo.

Con gran pesar recuerda su tierra, sus gallinas, marranos, chivas, vacas y mulas, eran todas sus pertenencias, piensa que quizá las pudieron haber vendido para sortear un poco la situación.
“Queríamos ir a sacar lo poco que teníamos de valor, me decían que sí, pero nunca fuimos, ahora no sé lo que pasó”.

La Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas sólo pagó un mes de renta y una persona les apoyó con otros meses.
La renta se venció y ahora les exigen el pago de la renta.

De la misma manera se comprometió a ayudarles en caso de cualquier enfermedad, pero tampoco les han cumplido.

“No podemos regresar, los malos viven allí” señaló Pedro, quien desde el mes de junio vive en desplazamiento forzado interno.
Él y su familia, alrededor de 60 personas, tuvieron que salir de su comunidad debido a que no aceptaron ingresar a las filas del crimen organizado.

Un ataque a balazos, la quema de sus viviendas y el homicidio de su hermano fue el punto que los llevó a pedir ayuda.
Como él, hay cientos de personas viviendo en el exilio a causa de la inseguridad.

El desplazamiento forzado interno crece en Chihuahua, sin que haya una verdadera estrategia de combate, ya que las fuerzas armadas solo realizan rondines y se van, dejando a la población en el desamparo y a manos de los delincuentes.

Las personas desplazadas coinciden en que las “gentes malas” buscan adueñarse del bosque para talarlo, además quieren explotar la tierra porque existe oro y plata, la única manera de hacerlo es “eliminando” a las personas que les estorban.

Además del sufrimiento que viven al ser expulsados de su comunidad, hacia lugares donde no existen las mínimas condiciones de subsistencia, tienen que lidiar con las “migajas” de apoyos que les brindan las autoridades.
A la fecha muy reducidos.

Diana Villlabos, de Consultoría Técnica Comunitaria (CONTEC) , relató que la situación en Guadalupe y Calvo se ha tornado complicada tras el homicidio de dos personas de un grupo delincuencial.

“La gente está viviendo en el terror”, afirma ya que los grupos delincuenciales relacionados con Sinaloa están “secuestrando” a los niños y adolescentes para integrarlos a las filas del cártel.

En Baborigame hay más de 300 personas desplazadas, de diferentes años, donde no existen las condiciones de vivienda ni empleo, incluso en ocasiones no tienen comida, la gente se organiza para llevarles despensa.

Sus condiciones son muy complicadas y solo en ocasiones el gobierno les apoya con alimentos.
Para ellos es muy difícil abandonar la zona sin apoyo.

Pedro, es parte de la comunidad de La Sierrita, quien relató que desde el 7 de junio, empezaron las agresiones armadas y los hombres tuvieron que salir de la comunidad, huyeron al monte para pedir ayuda.
Cruzaron el río, bajaron hacia el otro extremo y subieron hasta el lugar conocido como La Reforma, donde pudieron pedir auxilio a las autoridades.

Mientras tanto, en La Sierrita, alrededor de las 5 de la tarde los hombres armados llegaron hasta las viviendas y obligaron a las mujeres, niñas y niños a salir.
Los malandros sentenciaron que si no se iban las matarían.

Las mujeres huyeron a San Jerónimo, otra comunidad en la que permanecieron 3 días, hasta que llegó la autoridad a rescatarlos y llevarlos a Guadalupe y Calvo.
En ese punto pudo reencontrarse con su familia.

Pedro logró conseguir el contacto de Gabino Gómez, del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres a quien le pidió ayuda porque temían por su seguridad.

Previo al ataque, a los hombres de La Sierrita los habían tratado de enganchar para el cártel de Los Arellanes, “Les dijimos que no.
Nosotros tenemos tierra y mulas para trabajar y sembrar, nosotros allá no comprabamos maíz, frijol, chícharo, trigo, quelites, calabacitas y mucha agua limpia”.

En el segundo intento de reclutamiento les advirtieron que quemarían sus casas.
No aceptaron.
La respuesta del grupo delincuencia la enviaron a balazos y acciones incendiarias.

“El bosque lo pueden vender ellos y en el manantial sale agua muy limpia”, relata con cierto dejó de tristeza.
Esa agua los malandros la usaban para sembrar marihuana, pero al no ser redituable abandonaron el cultivo, ahora solo unos cuantos siembran amapola en estas fechas.

“Están sacando a todos los habitantes de las comunidades.
La gente está saliendo no hayan que hacer porque hay otro cártel y se están peleando”.

La violencia en la zona ha escalado a niveles inimaginados, lo que afecta a los pobladores, quienes pierden la vida a manos de los delincuentes.

Al hermano de Pedro, lo mataron a balazos en su vivienda porque se resistió a salir aquel 7 de junio.
Tras enterarse fue a buscarlo el día 16, solo encontró el cráneo y unos pedazos de huesos.
A pesar de que pidió a las autoridades hacer una búsqueda para encontrar el resto del esqueleto no quisieron.
Solo echaron en una bolsa los huesos y se los llevaron a Parral.
A la fecha no le han querido entregar la osamenta.

La familia de Pedro primero fue reubicada en Ascensión, pero la persona del albergue los trataba muy mal.
Luego fueron reubicados en otro sitio, donde trabajan para comer, pero reconoce que la paga es poca y no alcanza.
Aunque las viviendas en las que viven no están en condiciones ideales, es un techo.

Con gran pesar recuerda su tierra, sus gallinas, marranos, chivas, vacas y mulas, eran todas sus pertenencias, piensa que quizá las pudieron haber vendido para sortear un poco la situación.
“Queríamos ir a sacar lo poco que teníamos de valor, me decían que sí, pero nunca fuimos, ahora no sé lo que pasó”.

La Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas sólo pagó un mes de renta y una persona les apoyó con otros meses.
La renta se venció y ahora les exigen el pago de la renta.

De la misma manera se comprometió a ayudarles en caso de cualquier enfermedad, pero tampoco les han cumplido.

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Promesas cumplidas, un nuevo compromiso

lun Dic 18 , 2023
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