Por casi 20 años como opositor, la narrativa le funcionó bien a López Obrador. El discurso de la corrupción como el eje del mal resultó efectiva ante la complicidad o negligencia de Felipe Calderón.
Por: David Ordaz
Partamos de una primera realidad.
Andrés Manuel López Obrador y Adán Augusto López lo sabían. Así como reconoció que el presidente sabe de todos los grandes negocios que se hacen en el país y su ‘hermano’ y segundón, como gobernador del estado que fue la cuna de esos negocios, ya es imposible que se quiten la sospecha y el golpe de imagen.
Por casi 20 años como opositor, la narrativa le funcionó bien a López Obrador. El discurso de la corrupción como el eje del mal resultó efectiva ante la complicidad o negligencia de Felipe Calderón en la ‘guerra contra el narco’ y el empoderamiento de su secretario de Seguridad que cobraba para el entonces principal cártel del país o un Enrique Peña Nieto, que, entre la Casa Blanca, Ayotzinapa y su notable estupidez, contribuyó notablemente a que esa narrativa fuera eficaz.
De acuerdo con la narrativa lopezobradorista, el neoliberalismo trae la corrupción en el ADN, sin embargo, en su medición, no alcanzó a dimensionar que tener a los tres poderes a su favor y del poder corruptor de estos, las excusas resultan cada vez más irrisorias y francamente mentirosas.
Hoy, en escándalos como el de ‘La Barredora’, encabezado por su primo-hermano Adán Augusto López o el mega negocio del huachicol fiscal, liderado por su secretario de Marina, Rafael Ojeda, sus sobrinos y otras manzanas podridas de las fuerzas armadas, es impensable que López Obrador no lo supiera, aunque la narrativa oficial lleva varias semanas buscando librarlos de cualquier señalamiento. Hasta ahora no les está funcionando.
Si nos apegamos a la narrativa oficial, Andrés Manuel López Obrador es igual o peor de corrupto, cómplice, indolente y negligente que Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto, pero en cambio, las granjas de bots en redes sociales y los aplaudidores oficiales controlados por Jesús Ramírez y Jenaro Villamil y desde la mañanera, intentan hacernos creer que el expresidente sigue tan inmaculado como sus fanáticos que siguen creyendo que vive con 200 pesos en la cartera.
Y en esta trama aún faltan los hijos del expresidente. Ampliamente señalados en diversos negocios y disfrazados de empresarios chocolateros, Andrés Manuel, José Ramón y Gonzalo Alfonso López Beltrán, junto con su prestanombres Amilcar Olán, se han enriquecido de la noche a la mañana, sin tener un cargo conocido o declarado públicamente para justificar la vida de “fifís” tan criticada por su padre mientras estuvo en campaña y como presidente.
Mientras tanto, la presidenta Claudia Sheinbaum sigue caminando en una línea muy delgada y tiene la gran oportunidad de desmarcarse de su bocón antecesor o seguir defendiendo la narrativa del “no somos iguales”.
Si bien es cierto que “le debe todo”, “es su maestro”, “es el líder del movimiento”, etc, etc, estos son momentos cruciales donde el actual gobierno tiene la opción de limpiar mucha de la basura regada en el sexenio pasado, empezando por el Poder Legislativo y en los gobiernos estatales y municipales y dar un golpe de timón para mostrar cuál será su marca como presidenta.