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Hay libros que cambian vidas.
Uno de ellos cambió la mía, por allá en la década de los 70 en la Escuela Preparatoria “Emilio Guzmán Lozano” del ITESM.
En la materia de Literatura, entre los muchos libros que se nos encargó leer, estaba uno, no muy largo “El Personalismo” de Emmanuel Mounier, yo tenía 16 años y no leía, devoraba los libros que podía en la vasta biblioteca del Tec.
Pero sentía que algo faltaba por descubrir.
Era un libro de pocas páginas que explicaba una corriente filosófica que nació en la época entre las dos guerras (1918-1944), como una opción contraria a los colectivismos; nazismo, fascismo e incluso el marxismo, que sacrifican los fines de los individuos por el bien de la sociedad, por el contrario, el personalismo pone a la persona como principio y fin de la política, sin caer en el individualismo o el capitalismo salvaje.
Al personalismo también se le denomina “personalismo comunitario”, porque busca equilibrar a las personas, sus derechos y obligaciones, con los de la sociedad en la que vive.
El personalismo fue una corriente que tuvo muchos exponentes, no sólo a Mounier, entre los que podemos destacar a; Jaques Maritain, Romano Guardini, Julián Marías y Karol Wojtyla.
El personalismo nació como una reacción a las posiciones antiéticas y radicales de las primeras décadas del siglo XX y que terminaron en conflictos bélicos, millones de muertos, hambrunas y sobre todo fanatismos que condujeron a sucesos nefastos ampliamente conocidos.
Esta respuesta intelectual tenía como objetivo principal el resolver las presiones del individualismo, egoísta y los colectivismos descritos que borraban la condición humana.
Aunque la noción de la persona es antigua (Santo Tomás, Kant e incluso Aristóteles), esta propuesta moderna tomaba a la persona como un nuevo camino y punto de partida del pensamiento; la condición humana, la conciencia, el sujeto, el yo.
Pero además esencialmente social, con una obligación moral del servicio a los otros para lograr su realización.
Quizá la parte más difícil de entender del personalismo, filosofía que se transformó en principio doctrinal de las democracias, es la dialéctica individuo-persona, presente en muchos de los exponentes del personalismo, como Maritain, Buber y el mismo Mounier.
No se trata de dos principios inalcanzables de entender, por el contrario son dos modos de comprender a la humanidad.
Es una cuestión ética.
El único hombre que existe, si quiere vivir de modo adecuado, debe abandonar la actitud egocéntrica del individuo y transformarse éticamente en persona, inmersa en una sociedad que se forma con la sinergia de sus componentes, sin caer en el sacrificio de sus derechos.
La lectura de Mounier me llevó a otras más relacionadas con este tema del personalismo y la doctrina social demócrata cristiana.
En ellas encontré un abrevadero para mis inquietudes sobre el sendero que debería tomar para mis estudios y trabajos.
Es muy difícil de explicarlo, pero se abrió para mí una puerta que a la fecha se ha convertido en forma de vida, y en el camino he encontrado a muchas personas que comparten estos principios básicos.
Hay libros que cambian vidas.
Uno de ellos cambió la mía, por allá en la década de los 70 en la Escuela Preparatoria “Emilio Guzmán Lozano” del ITESM.
En la materia de Literatura, entre los muchos libros que se nos encargó leer, estaba uno, no muy largo “El Personalismo” de Emmanuel Mounier, yo tenía 16 años y no leía, devoraba los libros que podía en la vasta biblioteca del Tec.
Pero sentía que algo faltaba por descubrir.
Era un libro de pocas páginas que explicaba una corriente filosófica que nació en la época entre las dos guerras (1918-1944), como una opción contraria a los colectivismos; nazismo, fascismo e incluso el marxismo, que sacrifican los fines de los individuos por el bien de la sociedad, por el contrario, el personalismo pone a la persona como principio y fin de la política, sin caer en el individualismo o el capitalismo salvaje.
Al personalismo también se le denomina “personalismo comunitario”, porque busca equilibrar a las personas, sus derechos y obligaciones, con los de la sociedad en la que vive.
El personalismo fue una corriente que tuvo muchos exponentes, no sólo a Mounier, entre los que podemos destacar a; Jaques Maritain, Romano Guardini, Julián Marías y Karol Wojtyla.
El personalismo nació como una reacción a las posiciones antiéticas y radicales de las primeras décadas del siglo XX y que terminaron en conflictos bélicos, millones de muertos, hambrunas y sobre todo fanatismos que condujeron a sucesos nefastos ampliamente conocidos.
Esta respuesta intelectual tenía como objetivo principal el resolver las presiones del individualismo, egoísta y los colectivismos descritos que borraban la condición humana.
Aunque la noción de la persona es antigua (Santo Tomás, Kant e incluso Aristóteles), esta propuesta moderna tomaba a la persona como un nuevo camino y punto de partida del pensamiento; la condición humana, la conciencia, el sujeto, el yo.
Pero además esencialmente social, con una obligación moral del servicio a los otros para lograr su realización.
Quizá la parte más difícil de entender del personalismo, filosofía que se transformó en principio doctrinal de las democracias, es la dialéctica individuo-persona, presente en muchos de los exponentes del personalismo, como Maritain, Buber y el mismo Mounier.
No se trata de dos principios inalcanzables de entender, por el contrario son dos modos de comprender a la humanidad.
Es una cuestión ética.
El único hombre que existe, si quiere vivir de modo adecuado, debe abandonar la actitud egocéntrica del individuo y transformarse éticamente en persona, inmersa en una sociedad que se forma con la sinergia de sus componentes, sin caer en el sacrificio de sus derechos.
La lectura de Mounier me llevó a otras más relacionadas con este tema del personalismo y la doctrina social demócrata cristiana.
En ellas encontré un abrevadero para mis inquietudes sobre el sendero que debería tomar para mis estudios y trabajos.
Es muy difícil de explicarlo, pero se abrió para mí una puerta que a la fecha se ha convertido en forma de vida, y en el camino he encontrado a muchas personas que comparten estos principios básicos.
Osvaldo
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