El modelo de Vox es, a partir del pasado domingo, uno roto y fracasado. Aunque sería un error dar a ese partido por muerto, lo ocurrido en las elecciones presidenciales españolas muestra con claridad que Vox es tóxico y decadente, permite a la Unión Europea soñar con repeler su infección anti-liberal conservadora y muestra a la derecha en México y Latinoamérica lo riesgoso que resulta asociarse con la ultraderecha.