La mujer

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Por Mario Góngora H.

Uno de los grandes problemas de nuestra época estriba en que no se guarda ningún respeto al verdadero carácter de la mujer.
Las sociedades a través del tiempo, cuando han degradado a la mujer, de pronto se descubren envenenadas hasta lo más profundo.

Ahora la mujer se esfuerza para ser “libre” y aunque esto podría ser considerado positivo, pronto se encuentran consideradas como meros instrumentos de placer, y son tratadas como tales.

Cuando el carácter de la mujer es auto degradable, es difícil que la sociedad le dé el valor que le corresponde a muchas otras cosas.
Cuando esto sucede, las mujeres son comparables a los billetes en circulación, que entre más circulan, más se nota su desgaste.
Cuando existen demasiados billetes en circulación, su exceso provoca la inflación y cada vez valen menos.

Hoy muchos hombres, dadas tantas oportunidades, deciden otorgar sus afectos a las mujeres de otros maridos ¡¡o hasta a los maridos de otras mujeres!!.
Los nuevos libros de texto contemplan ya esta posibilidad, como si fuera lo más natural.

Se dice que los hombres más afortunados no exponen al público los tesoros que se encuentran en su hogar.
Los que verdaderamente encuentran la felicidad en el matrimonio, no lo manifiestan, mientras que los que no la encuentran, la buscan fuera de él.
Existe silencio en los dichosos, mientras que los que no lo son, generalmente hablan de más.
Una cita cuyo autor desconozco, dice, “en el matrimonio sucede como con las aguas corrientes, las poco profundas murmuran, mientras que las profundas son silenciosas”.

Dadas las nuevas características de las relaciones matrimoniales, en algunos casos, la mujer o ya no tiene tiempo, o ya no quiere vigilar la infancia de sus pequeños, ni puede o no quiere vigilar a sus jóvenes adolescentes, ni se esmera mucho para brindar bienestar a los que viven bajo el mismo techo, ya no digamos que se ocupe del bienestar de su marido.
Esto no significa que los hombres estemos libres de culpa, en aceptar o hasta propiciar lo que nuestra “nueva” cultura ha establecido.

Quizá la situación ideal para el hombre y la mujer sea en la que ambos luchen el uno para el otro, que trabajen el uno para el otro, que estudien, escriban libros, pinten, o escriban poemas uno para el otro, o simplemente se otorguen el apoyo mutuo.
Si el balance se rompe, el deterioro de la relación también se hace evidente.
Las estadísticas hablan.

Por Mario Góngora H.

Uno de los grandes problemas de nuestra época estriba en que no se guarda ningún respeto al verdadero carácter de la mujer.
Las sociedades a través del tiempo, cuando han degradado a la mujer, de pronto se descubren envenenadas hasta lo más profundo.

Ahora la mujer se esfuerza para ser “libre” y aunque esto podría ser considerado positivo, pronto se encuentran consideradas como meros instrumentos de placer, y son tratadas como tales.

Cuando el carácter de la mujer es auto degradable, es difícil que la sociedad le dé el valor que le corresponde a muchas otras cosas.
Cuando esto sucede, las mujeres son comparables a los billetes en circulación, que entre más circulan, más se nota su desgaste.
Cuando existen demasiados billetes en circulación, su exceso provoca la inflación y cada vez valen menos.

Hoy muchos hombres, dadas tantas oportunidades, deciden otorgar sus afectos a las mujeres de otros maridos ¡¡o hasta a los maridos de otras mujeres!!.
Los nuevos libros de texto contemplan ya esta posibilidad, como si fuera lo más natural.

Se dice que los hombres más afortunados no exponen al público los tesoros que se encuentran en su hogar.
Los que verdaderamente encuentran la felicidad en el matrimonio, no lo manifiestan, mientras que los que no la encuentran, la buscan fuera de él.
Existe silencio en los dichosos, mientras que los que no lo son, generalmente hablan de más.
Una cita cuyo autor desconozco, dice, “en el matrimonio sucede como con las aguas corrientes, las poco profundas murmuran, mientras que las profundas son silenciosas”.

Dadas las nuevas características de las relaciones matrimoniales, en algunos casos, la mujer o ya no tiene tiempo, o ya no quiere vigilar la infancia de sus pequeños, ni puede o no quiere vigilar a sus jóvenes adolescentes, ni se esmera mucho para brindar bienestar a los que viven bajo el mismo techo, ya no digamos que se ocupe del bienestar de su marido.
Esto no significa que los hombres estemos libres de culpa, en aceptar o hasta propiciar lo que nuestra “nueva” cultura ha establecido.

Quizá la situación ideal para el hombre y la mujer sea en la que ambos luchen el uno para el otro, que trabajen el uno para el otro, que estudien, escriban libros, pinten, o escriban poemas uno para el otro, o simplemente se otorguen el apoyo mutuo.
Si el balance se rompe, el deterioro de la relación también se hace evidente.
Las estadísticas hablan.

Osvaldo

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vie Ago 18 , 2023
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