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Por Miguel Salvador Gómez González / Presidente del Sistema Estatal Anticorrupción
Para poder concebir políticas de Estado es necesario entender que el Estado (usualmente con mayúsculas) que se define como la organización humana que abarca la totalidad de la población de un país o entidad, estructurada social, política y económicamente mediante un conjunto de poderes independientes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y soberanos que regulan la vida en sociedad.
Ahora bien, las políticas de Estado se definen como los lineamientos generales que orientan el accionar del Estado en el largo plazo (comúnmente a 10 o más años) a fin de lograr el bienestar de las personas y el desarrollo sostenible del país o entidad, sobre temas de gran magnitud.
Es donde estriba la importancia de dejar de diseñar y promulgar políticas de gobierno, y me refiero a gobierno a un lapso de tiempo donde un gobernante estará en funciones.
En este sentido, las políticas de Estado deben tener, por lo menos, las siguientes condicionantes:
Permanencia: Además del tiempo de implementación a largo plazo, incluso transitando entre periodos gubernamentales, la visión debe generar el impacto por lo que fue creada.
Pertinencia: Estas deben tener el propósito claro de lo que es apropiado y congruente con aquello que se espera superar, contando con la medición y dimensión cuantitativa del entorno donde se pretende aplicar.
Democrática: Debe tener sí o sí la participación ciudadana, en todas las etapas, desde el diseño, la implementación, el seguimiento y la evaluación.
Universalidad: No significa uniformidad, sino diferenciación en la responsabilidad según su competencia, o sea que todos estamos llamados a la acción según nuestras condiciones y competencia.
Retadora: Sin llegar a caer en quimeras, deben generar un desafío real ante la magnitud del problema y no sólo hacer lo que por ley estaríamos obligados a hacer (evitar nadar de muertito).
Resiliente: Deben de sumar las aptitudes de postura firme ante la superación de la adversidad, siempre teniendo el fin de pensar en un mejor futuro, para uno y para los demás.
Es preciso dejar de pensar que se tiene la verdad única y absoluta, comprender que hacer cambios radicales de la noche a la mañana no es factible, pero considero que la gran mayoría pudiera ser viable si avanzamos un paso a la vez.
Un ejemplo de política de Estado es la Política Anticorrupción del Estado, que si bien, aún no está aprobada, en corto plazo se está debatiendo para contar con ella.
Chihuahua no sólo necesita, merece y le urge contar con política de Estado tan importante como la Anticorrupción, sino en otros temas como lo son la conservación del agua, el desarrollo humano, los asentamientos humanos, la desigualdad, entre otras.
Exhorto a la sociedad a estar atentos y ser partícipes para consolidar un rumbo que nos permita transitar a ejercer nuestro derecho a vivir libres de corrupción.
“Ningún esfuerzo valedero puede hacerse en solitario”
Por Miguel Salvador Gómez González / Presidente del Sistema Estatal Anticorrupción
Para poder concebir políticas de Estado es necesario entender que el Estado (usualmente con mayúsculas) que se define como la organización humana que abarca la totalidad de la población de un país o entidad, estructurada social, política y económicamente mediante un conjunto de poderes independientes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y soberanos que regulan la vida en sociedad.
Ahora bien, las políticas de Estado se definen como los lineamientos generales que orientan el accionar del Estado en el largo plazo (comúnmente a 10 o más años) a fin de lograr el bienestar de las personas y el desarrollo sostenible del país o entidad, sobre temas de gran magnitud.
Es donde estriba la importancia de dejar de diseñar y promulgar políticas de gobierno, y me refiero a gobierno a un lapso de tiempo donde un gobernante estará en funciones.
En este sentido, las políticas de Estado deben tener, por lo menos, las siguientes condicionantes:
Permanencia: Además del tiempo de implementación a largo plazo, incluso transitando entre periodos gubernamentales, la visión debe generar el impacto por lo que fue creada.
Pertinencia: Estas deben tener el propósito claro de lo que es apropiado y congruente con aquello que se espera superar, contando con la medición y dimensión cuantitativa del entorno donde se pretende aplicar.
Democrática: Debe tener sí o sí la participación ciudadana, en todas las etapas, desde el diseño, la implementación, el seguimiento y la evaluación.
Universalidad: No significa uniformidad, sino diferenciación en la responsabilidad según su competencia, o sea que todos estamos llamados a la acción según nuestras condiciones y competencia.
Retadora: Sin llegar a caer en quimeras, deben generar un desafío real ante la magnitud del problema y no sólo hacer lo que por ley estaríamos obligados a hacer (evitar nadar de muertito).
Resiliente: Deben de sumar las aptitudes de postura firme ante la superación de la adversidad, siempre teniendo el fin de pensar en un mejor futuro, para uno y para los demás.
Es preciso dejar de pensar que se tiene la verdad única y absoluta, comprender que hacer cambios radicales de la noche a la mañana no es factible, pero considero que la gran mayoría pudiera ser viable si avanzamos un paso a la vez.
Un ejemplo de política de Estado es la Política Anticorrupción del Estado, que si bien, aún no está aprobada, en corto plazo se está debatiendo para contar con ella.
Chihuahua no sólo necesita, merece y le urge contar con política de Estado tan importante como la Anticorrupción, sino en otros temas como lo son la conservación del agua, el desarrollo humano, los asentamientos humanos, la desigualdad, entre otras.
Exhorto a la sociedad a estar atentos y ser partícipes para consolidar un rumbo que nos permita transitar a ejercer nuestro derecho a vivir libres de corrupción.
“Ningún esfuerzo valedero puede hacerse en solitario”
Osvaldo
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