La importancia de la progresividad en los derechos

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Últimamente he estado platicando con muchas personas de diferentes países sobre la importancia de la libertad y el derecho que tenemos como seres humanos para poder tener una vida digna.
Las perspectivas varían mucho dependiendo del país de donde viene cada persona por los contextos en los que se han desarrollado.
Me decía un chileno: “es que ustedes los mexicanos no entienden lo que es haber vivido una dictadura como la de Pinochet”.
Un español también me hizo un comentario similar refiriéndose a que la democracia se valora más habiendo vivido a un Franco.

Hay una frase muy cierta que dicta que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, lo cual es totalmente cierto.
Estamos tan bien acostumbrados a las libertades que caracterizan a nuestro país, que en ningún momento nos pasa por la cabeza que eso se vaya a terminar.
Nos hemos acostumbrado muy bien al principio de progresividad, pero para que esto funcione debemos de conocerlo.

El principio de progresividad de los derechos es un principio que establece que los derechos humanos no pueden disminuir ni retroceder, sino que deben aumentar y mejorar con el tiempo.
Este principio está previsto en la Constitución mexicana y en diversos tratados internacionales.
Esto significa que una vez se avanza en la obtención de un derecho, ya legalmente no te lo pueden quitar.

Esto está escrito en el artículo primero de nuestra Constitución política.
Así se deben de hacer las leyes y reglamentos, siempre pensando en cómo ampliar los derechos de las personas y no limitarlos.
Si existe una disposición que restrinja o limite un derecho, entonces es inconstitucional y la Suprema Corte es la encargada de darle reversa a esa ley para que se reformule o se derogue.
El solo hecho de saber que tenemos el principio de progresividad en nuestra Constitución es un arma para la ciudadanía.

La Constitución mexicana establece que todas las autoridades tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos conforme a los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad.

Ahora bien, debemos tener registrado en nuestra cabeza que la democracia es una forma de gobierno que le brinda a las personas muchos derechos, como el voto, la participación ciudadana, derecho a la información gubernamental, etc.
Cualquier avance en leyes o reglamentos de participación ciudadana, de acceso al voto, de transparencia, etc.
, no lo pueden derogar o limitar.

Este es uno de los puntos principales por lo que se está buscando impugnar ante la Suprema Corte de Justicia el llamado “Plan B” que presentó Andres Manuel y que el Congreso aprobó.
Esto es lo que miles de personas salieron a defender pidiendo a la SCJN que declare inconstitucional la ley bajo la premisa de reducir el acceso a derechos.

Pareciera que las cámaras, congresos y cabildos son lo suficientemente profesionales para no cometer fallas de este tipo, pero aunque no lo creamos, se siguen aprobando reformas que no deberían pero poca gente se da cuenta y nadie impugna.
El conocimiento es poder y la ciudadanía empoderada hace magia.

Últimamente he estado platicando con muchas personas de diferentes países sobre la importancia de la libertad y el derecho que tenemos como seres humanos para poder tener una vida digna.
Las perspectivas varían mucho dependiendo del país de donde viene cada persona por los contextos en los que se han desarrollado.
Me decía un chileno: “es que ustedes los mexicanos no entienden lo que es haber vivido una dictadura como la de Pinochet”.
Un español también me hizo un comentario similar refiriéndose a que la democracia se valora más habiendo vivido a un Franco.

Hay una frase muy cierta que dicta que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, lo cual es totalmente cierto.
Estamos tan bien acostumbrados a las libertades que caracterizan a nuestro país, que en ningún momento nos pasa por la cabeza que eso se vaya a terminar.
Nos hemos acostumbrado muy bien al principio de progresividad, pero para que esto funcione debemos de conocerlo.

El principio de progresividad de los derechos es un principio que establece que los derechos humanos no pueden disminuir ni retroceder, sino que deben aumentar y mejorar con el tiempo.
Este principio está previsto en la Constitución mexicana y en diversos tratados internacionales.
Esto significa que una vez se avanza en la obtención de un derecho, ya legalmente no te lo pueden quitar.

Esto está escrito en el artículo primero de nuestra Constitución política.
Así se deben de hacer las leyes y reglamentos, siempre pensando en cómo ampliar los derechos de las personas y no limitarlos.
Si existe una disposición que restrinja o limite un derecho, entonces es inconstitucional y la Suprema Corte es la encargada de darle reversa a esa ley para que se reformule o se derogue.
El solo hecho de saber que tenemos el principio de progresividad en nuestra Constitución es un arma para la ciudadanía.

La Constitución mexicana establece que todas las autoridades tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos conforme a los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad.

Ahora bien, debemos tener registrado en nuestra cabeza que la democracia es una forma de gobierno que le brinda a las personas muchos derechos, como el voto, la participación ciudadana, derecho a la información gubernamental, etc.
Cualquier avance en leyes o reglamentos de participación ciudadana, de acceso al voto, de transparencia, etc.
, no lo pueden derogar o limitar.

Este es uno de los puntos principales por lo que se está buscando impugnar ante la Suprema Corte de Justicia el llamado “Plan B” que presentó Andres Manuel y que el Congreso aprobó.
Esto es lo que miles de personas salieron a defender pidiendo a la SCJN que declare inconstitucional la ley bajo la premisa de reducir el acceso a derechos.

Pareciera que las cámaras, congresos y cabildos son lo suficientemente profesionales para no cometer fallas de este tipo, pero aunque no lo creamos, se siguen aprobando reformas que no deberían pero poca gente se da cuenta y nadie impugna.
El conocimiento es poder y la ciudadanía empoderada hace magia.

Osvaldo

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