Hechos y criterios | Proceder con decoro

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Muchos son quienes exclaman que el tiempo pasa presuroso y el año se aproxima a su fin, sin sentirlo.
Sin embargo los segundos, minutos, horas, días o meses pasan siempre igual.
La sensación de que la vida pasa rápido depende de distintos factores como la edad o las ocupaciones.
El caso es que no pocas veces no sabemos aprovechar el tiempo o lo desperdiciamos en cosas que no valen la pena o miserablemente.

El caso es que sintiéndolo o no ya tenemos la Navidad encima, el acontecimiento central y culmen de las hoy llamadas fiestas decembrinas.
El deseo de feliz Navidad está en el corazón de muchos, aunque se quiera expresar ahora con un simple felices fiestas dejando de lado el motivo por el cual nos alegramos.

El tiempo para abrir nuestro interior y realmente sentirnos felices lo tenemos.
Son muchas las iniciativas que se promueven para apoyar a los demás, especialmente a los más necesitados, no sólo en lo material.
Dejémonos atraer por ello.
San Pablo lo expresa así: “Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor.
Pues el que ama al prójimo ha cumplido la ley… La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud”.

El apóstol habla precisamente del tiempo que se avecina y exclama: “Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.
Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.
Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no cuidéis de la carne con demasiados deseos” (Rm 13).

Por desgracia hoy esas comilonas y borracheras, esas lujurias y desenfrenos se hacen presentes en no pocos con el pretexto de las llamadas posadas, de las fiestas y reuniones.

Este tiempo lo es de vigilar nuestras actitudes y nuestras acciones, y cambiarlas si nos envuelven con su apariencia de felicidad, aunque muchas veces dejen nuestro corazón vacío.
Es tiempo de cambio, de reconocer que no todo camina sobre rieles en nuestra vida.

En la canción El pecador, éxito de Alberto Vázquez y Javier Solís, entre otros, se habla de entrada, como lo hace el Evangelio, de reconocer la culpa de nuestros actos, en sentido estricto, sin aspavientos, sin detenernos en algo que en realidad no nos hace culpables, pero sin excusas.
Enseguida la petición de cambio, el dejar de lado esos actos o esas actitudes que hacen daño a nosotros o a otros.
Y luego la solicitud de perdón y misericordia.
Y está, desde luego, la firme decisión de no volver hacia esas conductas.

En esta Navidad, en este hoy que se aproxima, busquemos que esa exclamación de feliz Navidad, no sea una mera fórmula, sino que nazca desde dentro.
¿Lo ven?

Muchos son quienes exclaman que el tiempo pasa presuroso y el año se aproxima a su fin, sin sentirlo.
Sin embargo los segundos, minutos, horas, días o meses pasan siempre igual.
La sensación de que la vida pasa rápido depende de distintos factores como la edad o las ocupaciones.
El caso es que no pocas veces no sabemos aprovechar el tiempo o lo desperdiciamos en cosas que no valen la pena o miserablemente.

El caso es que sintiéndolo o no ya tenemos la Navidad encima, el acontecimiento central y culmen de las hoy llamadas fiestas decembrinas.
El deseo de feliz Navidad está en el corazón de muchos, aunque se quiera expresar ahora con un simple felices fiestas dejando de lado el motivo por el cual nos alegramos.

El tiempo para abrir nuestro interior y realmente sentirnos felices lo tenemos.
Son muchas las iniciativas que se promueven para apoyar a los demás, especialmente a los más necesitados, no sólo en lo material.
Dejémonos atraer por ello.
San Pablo lo expresa así: “Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor.
Pues el que ama al prójimo ha cumplido la ley… La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud”.

El apóstol habla precisamente del tiempo que se avecina y exclama: “Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.
Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.
Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no cuidéis de la carne con demasiados deseos” (Rm 13).

Por desgracia hoy esas comilonas y borracheras, esas lujurias y desenfrenos se hacen presentes en no pocos con el pretexto de las llamadas posadas, de las fiestas y reuniones.

Este tiempo lo es de vigilar nuestras actitudes y nuestras acciones, y cambiarlas si nos envuelven con su apariencia de felicidad, aunque muchas veces dejen nuestro corazón vacío.
Es tiempo de cambio, de reconocer que no todo camina sobre rieles en nuestra vida.

En la canción El pecador, éxito de Alberto Vázquez y Javier Solís, entre otros, se habla de entrada, como lo hace el Evangelio, de reconocer la culpa de nuestros actos, en sentido estricto, sin aspavientos, sin detenernos en algo que en realidad no nos hace culpables, pero sin excusas.
Enseguida la petición de cambio, el dejar de lado esos actos o esas actitudes que hacen daño a nosotros o a otros.
Y luego la solicitud de perdón y misericordia.
Y está, desde luego, la firme decisión de no volver hacia esas conductas.

En esta Navidad, en este hoy que se aproxima, busquemos que esa exclamación de feliz Navidad, no sea una mera fórmula, sino que nazca desde dentro.
¿Lo ven?

Osvaldo

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