Hacia una cultura de paz | Jodidos y pobres, pero ¿felices?

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Por: Flor Yáñez

En unos días, otra vez será año nuevo.
Einstein decía que el tiempo era una ilusión relativa y variaba según quién lo percibiera.
Ejemplo de ello, fue la cardiaca final del mundial de futbol cuando Francia empató con Argentina en el minuto 117, para luego irse a tiempo extra y penales.
Antes de empatar, los segundos para los simpatizantes argentinos se hacían eternos y escurridizos para los otros, por la desesperación de no perder.
Los minutos eran los mismos pero las percepciones, distintas.
Si lo que vemos es atractivo, el tiempo “vuela”, pero si es un bodrio, se vuelve infinito.
Para algunos, los días transcurren lentamente mientras que, para otros, finalizan en un parpadeo; todo depende de las vivencias.
Este 2020 lo cerramos con la inflación más alta en 20 años, los asesinatos rompieron récords, subieron los precios de los servicios básicos, hubo desabasto de medicamentos y los pobres en lugar de “alivianarse”, cayeron en pobreza extrema.
El filósofo griego Epicuro decía que “El placer del vientre era el principio y raíz de toda vida buena” es decir, el hambre produce dolor, pero un estómago satisfecho, brinda placer.
Este año tuvimos que aguantar estoicamente las vicisitudes de un mal gobierno que dejó a varios con hambre y frío.
Hay cosas que nos perturban que no dependen de nosotros y que no podemos controlar, como la citada anteriormente.
Para ser felices, los estoicos decían que era mejor disociar entre lo que se puede controlar y lo que no; frente a lo inevitable, no podemos hacer nada.
Para aquellos que tuvieron que batallar económicamente, este año fue eterno y lo cierran con la esperanza de que el que entra, sea mejor.
Aunque el dinero no da la felicidad, sí ayuda a crear un bienestar para satisfacer nuestras necesidades básicas.
Una persona en carencia, difícilmente podrá priorizar ser feliz a comer.
Indefectiblemente pronto miraremos hacia atrás y escribiremos una hoja de balance de los aconteceres positivos y negativos.
Aunque pareciera que el tiempo transcurrió muy lento, demos cuenta de lo bueno que sí ocurrió, soltemos lo que no podamos controlar y enfoquémonos en lo que sí podemos cambiar.
Si realizamos un examen de conciencia minucioso, nos conoceremos mejor a nosotros mismos y quizá por un momento, olvidaremos los males que aquejan a la sociedad y a nuestros bolsillos y más que cualquier riqueza, anhelamos ser felices; eso sí lo podemos controlar.
Que todo lo que llegue sea mejor y que el próximo año, nos dé sorpresas maravillosas, menos jodidos y más felices.

Por: Flor Yáñez

En unos días, otra vez será año nuevo.
Einstein decía que el tiempo era una ilusión relativa y variaba según quién lo percibiera.
Ejemplo de ello, fue la cardiaca final del mundial de futbol cuando Francia empató con Argentina en el minuto 117, para luego irse a tiempo extra y penales.
Antes de empatar, los segundos para los simpatizantes argentinos se hacían eternos y escurridizos para los otros, por la desesperación de no perder.
Los minutos eran los mismos pero las percepciones, distintas.
Si lo que vemos es atractivo, el tiempo “vuela”, pero si es un bodrio, se vuelve infinito.
Para algunos, los días transcurren lentamente mientras que, para otros, finalizan en un parpadeo; todo depende de las vivencias.
Este 2020 lo cerramos con la inflación más alta en 20 años, los asesinatos rompieron récords, subieron los precios de los servicios básicos, hubo desabasto de medicamentos y los pobres en lugar de “alivianarse”, cayeron en pobreza extrema.
El filósofo griego Epicuro decía que “El placer del vientre era el principio y raíz de toda vida buena” es decir, el hambre produce dolor, pero un estómago satisfecho, brinda placer.
Este año tuvimos que aguantar estoicamente las vicisitudes de un mal gobierno que dejó a varios con hambre y frío.
Hay cosas que nos perturban que no dependen de nosotros y que no podemos controlar, como la citada anteriormente.
Para ser felices, los estoicos decían que era mejor disociar entre lo que se puede controlar y lo que no; frente a lo inevitable, no podemos hacer nada.
Para aquellos que tuvieron que batallar económicamente, este año fue eterno y lo cierran con la esperanza de que el que entra, sea mejor.
Aunque el dinero no da la felicidad, sí ayuda a crear un bienestar para satisfacer nuestras necesidades básicas.
Una persona en carencia, difícilmente podrá priorizar ser feliz a comer.
Indefectiblemente pronto miraremos hacia atrás y escribiremos una hoja de balance de los aconteceres positivos y negativos.
Aunque pareciera que el tiempo transcurrió muy lento, demos cuenta de lo bueno que sí ocurrió, soltemos lo que no podamos controlar y enfoquémonos en lo que sí podemos cambiar.
Si realizamos un examen de conciencia minucioso, nos conoceremos mejor a nosotros mismos y quizá por un momento, olvidaremos los males que aquejan a la sociedad y a nuestros bolsillos y más que cualquier riqueza, anhelamos ser felices; eso sí lo podemos controlar.
Que todo lo que llegue sea mejor y que el próximo año, nos dé sorpresas maravillosas, menos jodidos y más felices.

Osvaldo

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