Ese médico 

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Por: Alejandro Cortés

Salí positivo al Covid-19.
Estoy convencido de que las vacunas que me apliqué han influido parcialmente en que mi estado de salud —dentro de las molestias de lo que se presenta como una molesta gripe— no sea un cuadro de futuro fatal; gracias a Dios, pues por mi edad, ya cercana a los 74 años, se me considera como paciente de alto riesgo.

La verdad es que no pensé que nunca me contagiaría, pero me explicó el doctor que me atiende que esta variante es la más contagiosa en la historia de las pandemias (me declaro incompetente para valorar, defender, o rebatir esta afirmación, o sea que en lo que a mí respecta, lo dejamos como está, abierto a la opinión de quien quiera) y que, por lo mismo, debo extremar los cuidados para no contagiar a otra personas.

Estoy prudentemente recluido en prisión domiciliaria, o si se puede decir así: “acuartelado” (entiéndase en mi cuarto).
Gracias a Dios gran parte de la humanidad tenemos la oportunidad de estar encerrados, y al mismo tiempo muy ocupados en quehaceres de esos que vamos relegando hasta que los perdemos de vista, y conectados al mundo entero para relajarnos, aprender, comunicarnos, y con un tiempo muy valioso para hablar con gente querida, y además con la oportunidad de ofrecer a Dios las molestias por intenciones que Él bien conoce.

Sabemos que el dolor, las enfermedades y muchas otras penas son muy variadas en intensidad, duración y gravedad, pero dentro de las enseñanzas de Jesús nos presenta una cruz más llevadera, todo aquello que tiene un fin por el que ofrecerse se convierte en algo positivo.
Las mamás son expertas en todo ello y lo entienden mucho mejor, pues desde el embarazo, la crianza y la navegación de sus hijos no les faltan motivos de sufrimiento.
No hay madre que se alegre de ser despertada cada noche cuatro veces por el llanto de su bebé; pero todo eso y más lo hacen por el amor que le tienen.

La experiencia nos demuestra que para los papás: hijos pequeños problemas pequeños…, hijos grandes, problemas grandes.
Quienes tenemos la dicha de contar con la fe sobrenatural para conocer a Dios, la vida está iluminada de forma distinta.
Soy de la opinión de que Dios estudió medicina, por eso no entendemos su letra, pero de todas formas es mejor seguir sus instrucciones.
Muchas veces necesitamos buscar a un farmacéutico para que nos diga qué dice la receta y cómo debemos tomar los medicamentos.
Para estos asuntos es bueno buscar a un director espiritual que nos conozca a nosotros y nuestras circunstancias.
La cruz siempre tendrá algo de misterioso y, por ende, solemos verla con temor.

No nos gusta el sufrimiento, pues además del miedo que nos protege de los peligros, a diario nos dejamos convencer por la mercadotecnia que nos promete hacernos felices si consumimos los miles de productos y experiencias que los hombres buscamos para pasar lo mejor posible y de la manera más cómoda y placentera.
Este es el esquema que atrae tanto a los niños y jóvenes pero que, por lo mismo, los hace más frágiles.

Alejandro Cortés

Por: Alejandro Cortés

Salí positivo al Covid-19.
Estoy convencido de que las vacunas que me apliqué han influido parcialmente en que mi estado de salud —dentro de las molestias de lo que se presenta como una molesta gripe— no sea un cuadro de futuro fatal; gracias a Dios, pues por mi edad, ya cercana a los 74 años, se me considera como paciente de alto riesgo.

La verdad es que no pensé que nunca me contagiaría, pero me explicó el doctor que me atiende que esta variante es la más contagiosa en la historia de las pandemias (me declaro incompetente para valorar, defender, o rebatir esta afirmación, o sea que en lo que a mí respecta, lo dejamos como está, abierto a la opinión de quien quiera) y que, por lo mismo, debo extremar los cuidados para no contagiar a otra personas.

Estoy prudentemente recluido en prisión domiciliaria, o si se puede decir así: “acuartelado” (entiéndase en mi cuarto).
Gracias a Dios gran parte de la humanidad tenemos la oportunidad de estar encerrados, y al mismo tiempo muy ocupados en quehaceres de esos que vamos relegando hasta que los perdemos de vista, y conectados al mundo entero para relajarnos, aprender, comunicarnos, y con un tiempo muy valioso para hablar con gente querida, y además con la oportunidad de ofrecer a Dios las molestias por intenciones que Él bien conoce.

Sabemos que el dolor, las enfermedades y muchas otras penas son muy variadas en intensidad, duración y gravedad, pero dentro de las enseñanzas de Jesús nos presenta una cruz más llevadera, todo aquello que tiene un fin por el que ofrecerse se convierte en algo positivo.
Las mamás son expertas en todo ello y lo entienden mucho mejor, pues desde el embarazo, la crianza y la navegación de sus hijos no les faltan motivos de sufrimiento.
No hay madre que se alegre de ser despertada cada noche cuatro veces por el llanto de su bebé; pero todo eso y más lo hacen por el amor que le tienen.

La experiencia nos demuestra que para los papás: hijos pequeños problemas pequeños…, hijos grandes, problemas grandes.
Quienes tenemos la dicha de contar con la fe sobrenatural para conocer a Dios, la vida está iluminada de forma distinta.
Soy de la opinión de que Dios estudió medicina, por eso no entendemos su letra, pero de todas formas es mejor seguir sus instrucciones.
Muchas veces necesitamos buscar a un farmacéutico para que nos diga qué dice la receta y cómo debemos tomar los medicamentos.
Para estos asuntos es bueno buscar a un director espiritual que nos conozca a nosotros y nuestras circunstancias.
La cruz siempre tendrá algo de misterioso y, por ende, solemos verla con temor.

No nos gusta el sufrimiento, pues además del miedo que nos protege de los peligros, a diario nos dejamos convencer por la mercadotecnia que nos promete hacernos felices si consumimos los miles de productos y experiencias que los hombres buscamos para pasar lo mejor posible y de la manera más cómoda y placentera.
Este es el esquema que atrae tanto a los niños y jóvenes pero que, por lo mismo, los hace más frágiles.

Alejandro Cortés

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Gobiernos ¿Humanistas?

sáb Feb 4 , 2023
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