El vino y las personas interesantes

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Por: Silvia González

Más que tener, siempre quise ser, desde los veinte años tomaba cursos de todo: asertividad, neurolingüística, madre eficaz, mujer total, sólo me faltó el de la buena esposa, pero, sepa usted querido lector, lectora, enófilo, enófila, en defensa mía, que ése no lo dan, digo, nadie se atreve, porque toda buena mujer tiene fallas, silencios largos, enojos milenarios, comida sin sal, fantasías sexuales no satisfechas, como mi amiga que… perdón, me desvié, iba a hablarle de los vinos y de las interesantes personas que han visitado mi vinícola.

Y es que he pasado momentos sensacionales compartiendo mi vino, pero más que nada apreciando la conversación, de quienes han ido, hermanándome y sabiendo a qué se dedican, porque eso sí, todo aquel al que le gusta el vino, le encanta la vida, es apasionado, disfrutador y por supuesto interesante.
Me visitó, por ejemplo, un alma libre, José Luis Montes, quien ha leído Horizontes Perdidos, el libro consentido de mi adolescencia, con el que se me voló tanto la cabeza que, treinta años después, escribí una novela sobre Tíbet y el Dalai Lama, y es que en esta historia de Horizontes Perdidos surge la mítica región de Shangri La, que nunca existió sino en la mente del escritor, pero todos los norteamericanos querían conocerla, y hasta China cayó en el embrujo y bautizó a una ciudad con ese nombre.

También pasé una tarde agradable con Paul Henric, dedicado a la agricultura, quien tiene árboles de aceitunas, me prometió un frasco y todavía estoy antojada de probarlas.
Le mando un saludo.
Y es que en nuestro estado tenemos todos los climas de Europa, juntos.
Así mismo compartí queso, pan y vino, con algunas de las sommeliers de la capital como son Elía Aragón, Nubia Montes, Janeth Ochoa y Brenda Baltierra, esta última merece un aplauso por su escuela de formación para sommelier y ha sido pionera en educar a los chihuahuenses en esta cultura.

El mundo del vino es interesante porque lo reúne todo: el misticismo de la parra que con poca agua se entusiasma y da unos jugosos racimos de uva, luego la sorprendente fermentación que ocurre al primer calorcito y convierte el jugo en vino, y finalmente el sagrado momento de servirlo, catarlo y maridarlo.
Una vez me pasó que después de dos copas escuché que Dios me dijo: Es dura la vida en la tierra, pero para que alegraran sus tardes les enseñé a hacer vino.

Si usted toma vino es una persona apasionada e interesante que de seguro querrá escuchar a Dios de vez en cuando e, incluso, conocer Shangri La o, ya cuando menos, leer mi novela Un Rayo en la Pradera.

Búsqueme en Facebook como Vinícola Diez González y le invito un vinito para que me platique de sus pasiones.

Miembro AECHI

Por: Silvia González

Más que tener, siempre quise ser, desde los veinte años tomaba cursos de todo: asertividad, neurolingüística, madre eficaz, mujer total, sólo me faltó el de la buena esposa, pero, sepa usted querido lector, lectora, enófilo, enófila, en defensa mía, que ése no lo dan, digo, nadie se atreve, porque toda buena mujer tiene fallas, silencios largos, enojos milenarios, comida sin sal, fantasías sexuales no satisfechas, como mi amiga que… perdón, me desvié, iba a hablarle de los vinos y de las interesantes personas que han visitado mi vinícola.

Y es que he pasado momentos sensacionales compartiendo mi vino, pero más que nada apreciando la conversación, de quienes han ido, hermanándome y sabiendo a qué se dedican, porque eso sí, todo aquel al que le gusta el vino, le encanta la vida, es apasionado, disfrutador y por supuesto interesante.
Me visitó, por ejemplo, un alma libre, José Luis Montes, quien ha leído Horizontes Perdidos, el libro consentido de mi adolescencia, con el que se me voló tanto la cabeza que, treinta años después, escribí una novela sobre Tíbet y el Dalai Lama, y es que en esta historia de Horizontes Perdidos surge la mítica región de Shangri La, que nunca existió sino en la mente del escritor, pero todos los norteamericanos querían conocerla, y hasta China cayó en el embrujo y bautizó a una ciudad con ese nombre.

También pasé una tarde agradable con Paul Henric, dedicado a la agricultura, quien tiene árboles de aceitunas, me prometió un frasco y todavía estoy antojada de probarlas.
Le mando un saludo.
Y es que en nuestro estado tenemos todos los climas de Europa, juntos.
Así mismo compartí queso, pan y vino, con algunas de las sommeliers de la capital como son Elía Aragón, Nubia Montes, Janeth Ochoa y Brenda Baltierra, esta última merece un aplauso por su escuela de formación para sommelier y ha sido pionera en educar a los chihuahuenses en esta cultura.

El mundo del vino es interesante porque lo reúne todo: el misticismo de la parra que con poca agua se entusiasma y da unos jugosos racimos de uva, luego la sorprendente fermentación que ocurre al primer calorcito y convierte el jugo en vino, y finalmente el sagrado momento de servirlo, catarlo y maridarlo.
Una vez me pasó que después de dos copas escuché que Dios me dijo: Es dura la vida en la tierra, pero para que alegraran sus tardes les enseñé a hacer vino.

Si usted toma vino es una persona apasionada e interesante que de seguro querrá escuchar a Dios de vez en cuando e, incluso, conocer Shangri La o, ya cuando menos, leer mi novela Un Rayo en la Pradera.

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Miembro AECHI

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