El prejuicio

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Por: Dinorah Gutiérrez

“No malgastaré mi vida en una esperanza vana, buscando perfección entre quienes nos alimentamos con los frutos de la tierra” Simonides

Casi nadie se escapa de sus garras, de sus “tentáculos peludos”.
A veces rige nuestras vidas, domina impulsos, experiencias; convive con nuestras ideas.
Aparece en una nueva conversación con alguien que recién encontramos en el camino, a quien aceptamos o rechazamos a priori.

El prejuicio conlleva, generalmente, una actitud hostil, desfavorable.
Surge con la discriminación implícita, aunque se alimenta de la subjetividad.
Se trata de una evaluación preconcebida, que, con frecuencia, no da llugar a posibilidades para el encuentro saludable con el otro, con la otra.

Tan antiguo como la humanidad, ha cegado la razón de muchos, en franca oposición a otras ideas.
A menudo justifica y fomenta el rechazo o hasta el odio.

En cada cultura subyacen prejuicios tan adheridos a las estructuras mentales de las personas, que su existencia se vuelve natural e imperceptible.

La impertinencia del prejuicio ha motivado guerras, sucesos detestables para la humanidad.
Conflictos y movimientos intensos por discriminación racial, religiosa, género, donde el prejuicio suele usualmente estar involucrado.
Una vez instalado en mente y corazón, las consecuencias podrían ser impredecibles, incluso violentas.

Decir prejuicio significa “barrera”, un primer obstáculo para la comunicación plena.
Si ya se tiene una idea preconcebida sobre alguien o algo, ¿para qué molestarse por conocerle mejor?

No resulta agradable pensar en que más de una vez hemos caído en las redes del prejuicio.
Tampoco nadie se queda libre de ello.
Y es que, además de adquirirlos por convicción propia, hemos heredado un montón de prejuicios desde la familia, la sociedad y hasta la propia nación en la que nacimos.

Casi sin percatarnos, aceptamos, sin cuestionar, estereotipos impuestos a través de medios de comunicación, el cine, líderes de opinión, o por convencionalismos sociales en donde, nuestra percepción se ajusta al prejuicio impuesto o aprendido.

Así que ¿cómo librarse del juicio de antemano si ya nacimos “prejuiciados”?

La autocrítica es indispensable, consciente y reflexiva, acerca de la propia conducta.
Y crear una auto-conciencia, podría significar el mayor de los desafíos.

Implica cultivar el hábito del auto-análisis, aunque nos saque ronchas.
Modernos la lengua antes de prejuzgar.

Nadie se libra de equivocarse, pero aferrarse sin reflexionar a una sola idea, puede ser nefasto y destructivo.
Además, nos impide disfrutar de relacionarnos con los demás con libertad.

Como diría Charles Dickens: “Hay personas que parecen tener sólo una idea y es una lástima que sea equivocada”.
La clave es abrirse a las otras ideas que también tienen parte de la verdad que, aunque no se ajuste a la creencia, no significa que sea mentira.

Por: Dinorah Gutiérrez

“No malgastaré mi vida en una esperanza vana, buscando perfección entre quienes nos alimentamos con los frutos de la tierra” Simonides

Casi nadie se escapa de sus garras, de sus “tentáculos peludos”.
A veces rige nuestras vidas, domina impulsos, experiencias; convive con nuestras ideas.
Aparece en una nueva conversación con alguien que recién encontramos en el camino, a quien aceptamos o rechazamos a priori.

El prejuicio conlleva, generalmente, una actitud hostil, desfavorable.
Surge con la discriminación implícita, aunque se alimenta de la subjetividad.
Se trata de una evaluación preconcebida, que, con frecuencia, no da llugar a posibilidades para el encuentro saludable con el otro, con la otra.

Tan antiguo como la humanidad, ha cegado la razón de muchos, en franca oposición a otras ideas.
A menudo justifica y fomenta el rechazo o hasta el odio.

En cada cultura subyacen prejuicios tan adheridos a las estructuras mentales de las personas, que su existencia se vuelve natural e imperceptible.

La impertinencia del prejuicio ha motivado guerras, sucesos detestables para la humanidad.
Conflictos y movimientos intensos por discriminación racial, religiosa, género, donde el prejuicio suele usualmente estar involucrado.
Una vez instalado en mente y corazón, las consecuencias podrían ser impredecibles, incluso violentas.

Decir prejuicio significa “barrera”, un primer obstáculo para la comunicación plena.
Si ya se tiene una idea preconcebida sobre alguien o algo, ¿para qué molestarse por conocerle mejor?

No resulta agradable pensar en que más de una vez hemos caído en las redes del prejuicio.
Tampoco nadie se queda libre de ello.
Y es que, además de adquirirlos por convicción propia, hemos heredado un montón de prejuicios desde la familia, la sociedad y hasta la propia nación en la que nacimos.

Casi sin percatarnos, aceptamos, sin cuestionar, estereotipos impuestos a través de medios de comunicación, el cine, líderes de opinión, o por convencionalismos sociales en donde, nuestra percepción se ajusta al prejuicio impuesto o aprendido.

Así que ¿cómo librarse del juicio de antemano si ya nacimos “prejuiciados”?

La autocrítica es indispensable, consciente y reflexiva, acerca de la propia conducta.
Y crear una auto-conciencia, podría significar el mayor de los desafíos.

Implica cultivar el hábito del auto-análisis, aunque nos saque ronchas.
Modernos la lengua antes de prejuzgar.

Nadie se libra de equivocarse, pero aferrarse sin reflexionar a una sola idea, puede ser nefasto y destructivo.
Además, nos impide disfrutar de relacionarnos con los demás con libertad.

Como diría Charles Dickens: “Hay personas que parecen tener sólo una idea y es una lástima que sea equivocada”.
La clave es abrirse a las otras ideas que también tienen parte de la verdad que, aunque no se ajuste a la creencia, no significa que sea mentira.

Osvaldo

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jue Ago 10 , 2023
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