El Camino de Enmedio | La belleza de lo imperfecto

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En medio de la exaltación que el surgimiento de la Inteligencia Artificial (IA) y de robots como ChatGPT han generado, la poca profundidad con la que se analiza el fenómeno es alarmante.
No deja de sorprender que personajes supuestamente ilustrados se deslumbren cuando ven que un algoritmo de IA es capaz de redactar textos a medida en tiempo récord.
Y sucede con algoritmos bastante limitados como LuzIA (“el poder en manos de la gente” de WhatsApp) o de BingAI, el nuevo algoritmo que Microsoft ha desarrollado para búsquedas.
Mi sorpresa pasó a franca alarma cuando vi que algunos de ellos la usan para que el algoritmo les redacte incluso mensajes personales y cartas de amor.

En un contexto en el que las aplicaciones de la Inteligencia Artificial siguen creciendo de manera exponencial (por su capacidad para acumular gran cantidad de datos en tiempo real), en usos que van desde la redacción de textos (el menos sofisticado de los usos), hasta el desarrollo de modelos predictivos para el mercado de valores o la imitación de la voz de seres humanos (lo que la convierte en una tecnología potencialmente peligrosa por sus riesgos para la ciberseguridad e incluso para la integridad física de los seres humanos), científicos y especialistas han pedido se declare una moratoria en su desarrollo, hasta que se definan reglas claras y regulaciones al respecto.
Algunos autores contemporáneos como Y.
N.
Harari han llegado incluso a argumentar, de forma sensacionalista, que la IA está secuestrando el sistema operativo de la civilización humana (el lenguaje).
A mi ver, Harari se equivoca al perder de vista que el sistema operativo de los seres humanos NO son meramente las palabras, sino principalmente la sintaxis.
LuzIA, por ejemplo, es capaz de redactar de forma casi instantánea un mensaje de amor.
Pero hueco.
Para un lector objetivo, es posible que un mensaje redactado por IA le suene acartonado, lleno de lugares comunes.
A la desafortunada destinataria de tal mensaje, acaso le sonará romántico la primera vez, pero con el tiempo hasta para los oídos menos perceptivos esos mensajes comenzarán a sonar vacíos, carentes de las emociones que nos definen como humanos.

Esa sobredependencia en lo tecnológico corre el riesgo de convertirse en un atentado frontal contra la creatividad del ser humano.

Con motivo de la celebración del día del padre, en la escuela de mi hijo nos invitaron a que nos sentáramos padre e hijo a conversar y a escribir una carta personal uno al otro.
Mientras Rodrigo se batía en fuerte duelo sentimental con su prosa hacia su papá, yo opté por describir el muy especial lugar que él ha ocupado en mi vida desde el día en que nació.
El resultado por su parte fue una bella carta, muy sentida, llena de simbolismos de lo que mi existencia en particular (distinta de la de cualquier otro padre) ha significado en su vida (también distinta de la de cualquier otro hijo).
Por mi parte, terminé escribiéndole a mi hijo un poema de 40 versos.
No estuvo mal, pero distó mucho de ser la “Oda a tu hijo” perfecta.
Rima y métrica podrían haber sido mejores.
Es posible que cualquier algoritmo de IA hubiera logrado métrica perfecta y rima 100% consonante en poco tiempo.
Y hubiese escrito el más impersonal de los poemas.
Por otra parte, estoy seguro de que, si mi hijo hubiera tenido la oportunidad de leer ambos poemas, el del robot y el mío, la perfección de la forma no hubiera superado en su sentir (ni en el mío) la belleza del fondo.
Si alguna duda tenía, cuando se lo leí su mirada me reafirmó.
Sentimos lo sentido y nos emocionamos por su vida y sus impactos en la mía.
Y por la mía y sus impactos en la suya.
Nos reímos por mis yerros al forzar palabras que rimaran; y de mis esfuerzos cuando le leí muy apresuradamente las partes en las que yo sabía que sobraba una sílaba, o cuando alargué intencionadamente alguna vocal en la esperanza de que la sílaba que obviamente faltaba pasara desapercibida.

Ambos escritos terminaron siendo de forma imperfecta con contenido perfecto.
Escritos muy juntos, en un entramado totalmente emocional e irremplazable.
Una experiencia muy sencilla, pero absoluta y exclusivamente humana.

*La belleza de lo imperfecto (en el lenguaje de la IA)

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En medio de la exaltación que el surgimiento de la Inteligencia Artificial (IA) y de robots como ChatGPT han generado, la poca profundidad con la que se analiza el fenómeno es alarmante.
No deja de sorprender que personajes supuestamente ilustrados se deslumbren cuando ven que un algoritmo de IA es capaz de redactar textos a medida en tiempo récord.
Y sucede con algoritmos bastante limitados como LuzIA (“el poder en manos de la gente” de WhatsApp) o de BingAI, el nuevo algoritmo que Microsoft ha desarrollado para búsquedas.
Mi sorpresa pasó a franca alarma cuando vi que algunos de ellos la usan para que el algoritmo les redacte incluso mensajes personales y cartas de amor.

En un contexto en el que las aplicaciones de la Inteligencia Artificial siguen creciendo de manera exponencial (por su capacidad para acumular gran cantidad de datos en tiempo real), en usos que van desde la redacción de textos (el menos sofisticado de los usos), hasta el desarrollo de modelos predictivos para el mercado de valores o la imitación de la voz de seres humanos (lo que la convierte en una tecnología potencialmente peligrosa por sus riesgos para la ciberseguridad e incluso para la integridad física de los seres humanos), científicos y especialistas han pedido se declare una moratoria en su desarrollo, hasta que se definan reglas claras y regulaciones al respecto.
Algunos autores contemporáneos como Y.
N.
Harari han llegado incluso a argumentar, de forma sensacionalista, que la IA está secuestrando el sistema operativo de la civilización humana (el lenguaje).
A mi ver, Harari se equivoca al perder de vista que el sistema operativo de los seres humanos NO son meramente las palabras, sino principalmente la sintaxis.
LuzIA, por ejemplo, es capaz de redactar de forma casi instantánea un mensaje de amor.
Pero hueco.
Para un lector objetivo, es posible que un mensaje redactado por IA le suene acartonado, lleno de lugares comunes.
A la desafortunada destinataria de tal mensaje, acaso le sonará romántico la primera vez, pero con el tiempo hasta para los oídos menos perceptivos esos mensajes comenzarán a sonar vacíos, carentes de las emociones que nos definen como humanos.

Esa sobredependencia en lo tecnológico corre el riesgo de convertirse en un atentado frontal contra la creatividad del ser humano.

Con motivo de la celebración del día del padre, en la escuela de mi hijo nos invitaron a que nos sentáramos padre e hijo a conversar y a escribir una carta personal uno al otro.
Mientras Rodrigo se batía en fuerte duelo sentimental con su prosa hacia su papá, yo opté por describir el muy especial lugar que él ha ocupado en mi vida desde el día en que nació.
El resultado por su parte fue una bella carta, muy sentida, llena de simbolismos de lo que mi existencia en particular (distinta de la de cualquier otro padre) ha significado en su vida (también distinta de la de cualquier otro hijo).
Por mi parte, terminé escribiéndole a mi hijo un poema de 40 versos.
No estuvo mal, pero distó mucho de ser la “Oda a tu hijo” perfecta.
Rima y métrica podrían haber sido mejores.
Es posible que cualquier algoritmo de IA hubiera logrado métrica perfecta y rima 100% consonante en poco tiempo.
Y hubiese escrito el más impersonal de los poemas.
Por otra parte, estoy seguro de que, si mi hijo hubiera tenido la oportunidad de leer ambos poemas, el del robot y el mío, la perfección de la forma no hubiera superado en su sentir (ni en el mío) la belleza del fondo.
Si alguna duda tenía, cuando se lo leí su mirada me reafirmó.
Sentimos lo sentido y nos emocionamos por su vida y sus impactos en la mía.
Y por la mía y sus impactos en la suya.
Nos reímos por mis yerros al forzar palabras que rimaran; y de mis esfuerzos cuando le leí muy apresuradamente las partes en las que yo sabía que sobraba una sílaba, o cuando alargué intencionadamente alguna vocal en la esperanza de que la sílaba que obviamente faltaba pasara desapercibida.

Ambos escritos terminaron siendo de forma imperfecta con contenido perfecto.
Escritos muy juntos, en un entramado totalmente emocional e irremplazable.
Una experiencia muy sencilla, pero absoluta y exclusivamente humana.

*La belleza de lo imperfecto (en el lenguaje de la IA)

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