El activo humano

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Las sumas y restas se efectúan en millones de archivos diariamente, los activos y pasivos de negocios hacen un historial del progreso económico, gasto o pérdida en el arte de la contabilidad exacta.
Pero hay activos invaluables que, aunque entren a una auditoría nunca mostrarán en sus registros la exactitud de las mermas y ganancias, por el simple hecho de que hay valores tan elaborados, extensos y delicados que no se prestan a medidas contables.

Se dice que el lobo del hombre es el mismo hombre, y sin duda este dicho se confirma en la dinámica de la humanidad ¡Los ataques directos e indirectos de unos a otros son pan de cada día! El activo humano está devaluado fuera de los intereses personales o de grupo, la vida de un individuo pasa a ser un pasivo en infinidad de situaciones y vidas terminan acribilladas o deterioradas por un disparo del ego.
Podemos imaginarnos con claridad la brutalidad de una guerra, desde los que la inician, poderosos encerrados en una oficina “segura” moviendo las piezas para lanzar a aquellos que ni conocen y no quieren conocer porque los enviarán a una muerte muy probable, o a un cambio radical de vida después de la experiencia de combate, totalmente traumatizados o inhabilitados para retomar una vida “normal”

Ahora visualicemos lo cotidiano, esa guerra de ataques personales y sociales que no cuentan porque no hay derramamiento de sangre, un lanzamiento de dardos que se disfrazan en palabras y acciones que dan en el blanco con la sola satisfacción de abrazar al ego para en superioridad sentir el triunfo al mermar al otro.

Se dice que hay personas “mala leche” que por sus venas corre un líquido viscoso donde no existe la buena voluntad, atacan porque no se quieren a ellos mismos y buscan un chivo expiatorio para donarle su amargura y odio personal, desde una guerra interna y muy suya.

Las guerras nos horrorizan cuando oímos o vemos cómo se destruyen ciudades y países, como desde un bombazo se pulverizan vidas, pero no nos sensibilizamos ante esas destrucciones sigilosas que son provocadas por palabras y acciones, sin considerar la grandiosidad y valor de cada cuerpo, la permeabilidad de la mente y la delicadeza del espíritu humano, siendo las víctimas más atacadas los niños y adultos ingenuos o indefensos.

Personas malévolas se mueven en una curvatura que fluctúa en grados de intención, energía negativa que tiene estancado al género humano en la impunidad de bajas en una guerra que no se clasifica como tal, porque la costumbre de atacar y ser atacados está asentada en la normalidad de la convivencia humana.

Cada palabra, cada uno de nuestros actos u omisiones, tiene una consecuencia personal y social.
¿Estás en guerra? ¿Qué te detona el ataque? ¿Te has puesto a pensar en lo que ocasionas con tus disparos? ¿Cuál es tu posición en esta realidad? ¿Un activo sin conciencia que se deja llevar por la turba de lo aceptable o disimulas tus actos en un servicio secreto personal que esconde la mala intención de tus acciones?

El activo humano no puede medirse, es el activo de Dios ¿Lo valoras y cuidas en toda su extensión?

ROBERTA CORTAZAR B.

Las sumas y restas se efectúan en millones de archivos diariamente, los activos y pasivos de negocios hacen un historial del progreso económico, gasto o pérdida en el arte de la contabilidad exacta.
Pero hay activos invaluables que, aunque entren a una auditoría nunca mostrarán en sus registros la exactitud de las mermas y ganancias, por el simple hecho de que hay valores tan elaborados, extensos y delicados que no se prestan a medidas contables.

Se dice que el lobo del hombre es el mismo hombre, y sin duda este dicho se confirma en la dinámica de la humanidad ¡Los ataques directos e indirectos de unos a otros son pan de cada día! El activo humano está devaluado fuera de los intereses personales o de grupo, la vida de un individuo pasa a ser un pasivo en infinidad de situaciones y vidas terminan acribilladas o deterioradas por un disparo del ego.
Podemos imaginarnos con claridad la brutalidad de una guerra, desde los que la inician, poderosos encerrados en una oficina “segura” moviendo las piezas para lanzar a aquellos que ni conocen y no quieren conocer porque los enviarán a una muerte muy probable, o a un cambio radical de vida después de la experiencia de combate, totalmente traumatizados o inhabilitados para retomar una vida “normal”

Ahora visualicemos lo cotidiano, esa guerra de ataques personales y sociales que no cuentan porque no hay derramamiento de sangre, un lanzamiento de dardos que se disfrazan en palabras y acciones que dan en el blanco con la sola satisfacción de abrazar al ego para en superioridad sentir el triunfo al mermar al otro.

Se dice que hay personas “mala leche” que por sus venas corre un líquido viscoso donde no existe la buena voluntad, atacan porque no se quieren a ellos mismos y buscan un chivo expiatorio para donarle su amargura y odio personal, desde una guerra interna y muy suya.

Las guerras nos horrorizan cuando oímos o vemos cómo se destruyen ciudades y países, como desde un bombazo se pulverizan vidas, pero no nos sensibilizamos ante esas destrucciones sigilosas que son provocadas por palabras y acciones, sin considerar la grandiosidad y valor de cada cuerpo, la permeabilidad de la mente y la delicadeza del espíritu humano, siendo las víctimas más atacadas los niños y adultos ingenuos o indefensos.

Personas malévolas se mueven en una curvatura que fluctúa en grados de intención, energía negativa que tiene estancado al género humano en la impunidad de bajas en una guerra que no se clasifica como tal, porque la costumbre de atacar y ser atacados está asentada en la normalidad de la convivencia humana.

Cada palabra, cada uno de nuestros actos u omisiones, tiene una consecuencia personal y social.
¿Estás en guerra? ¿Qué te detona el ataque? ¿Te has puesto a pensar en lo que ocasionas con tus disparos? ¿Cuál es tu posición en esta realidad? ¿Un activo sin conciencia que se deja llevar por la turba de lo aceptable o disimulas tus actos en un servicio secreto personal que esconde la mala intención de tus acciones?

El activo humano no puede medirse, es el activo de Dios ¿Lo valoras y cuidas en toda su extensión?

ROBERTA CORTAZAR B.

Osvaldo

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jue Jun 8 , 2023
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