Educación  “humanista” y la Nueva Escuela Mexicana

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Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Ahora que en México se pone en marcha el plan educativo llamado “Nueva Escuela Mexicana”, se subraya la importancia de la calidad en la educación desde los 0 a los 23 años de edad de los individuos.
Y se presume, además, que es una educación al amparo de un “nuevo humanismo”.

En los documentos oficiales del gobierno federal se reconoce el derecho a la educación y se expresa que este plan educativo es para beneficiar a los estudiantes con una educación “para toda la vida”.
Para ello, la Nueva Escuela Mexicana se apoya en ciertos principios.

Uno de esos principios es: “Respeto a la dignidad humana”.
Esto significa que la educación es un instrumento a disposición de la persona, para su desarrollo pleno, promoviendo sus capacidades y habilidades.
El ser humano tiene dignidad, y con esa dignidad debe ser educado.

Dicen las autoridades educativas mexicanas que se trata de una nueva educación, fincada en un nuevo humanismo, porque dichas autoridades valoran la dimensión colectiva.
Pero la auténtica educación no es nueva, como tampoco lo es el humanismo, y ambos se concretan en el individuo.

Lo que pasa es que la Nueva Escuela Mexicana se interesa en los contextos y su transformación colectiva.
Pero la educación ha sido siempre una; el humanismo ha sido siempre uno.
No son ni nuevos ni viejos.
Y quienes se educan son individuos, no colectivos.
La dignidad es personal.

Toda educación –desde que la hay- es humanista, porque, sin consideraciones a la persona humana como sujeto racional y libre, todo proceso de formación del individuo queda reducido a un esfuerzo para condicionarlo, controlarlo y utilizarlo como cualquier otro instrumento.

De acuerdo con lo anterior, el simple adiestramiento, por no procurar el pensamiento crítico y las decisiones libres y responsables de los individuos, no es educación.
El trato a las personas como si fueran cosas -utensilios o herramientas productivas programables, nada tiene de humanista.

¿En dónde hallamos el espíritu humanista en la misión educativa? En toda ella como misión cuyo propósito es la consolidación de la persona, impulsando para ello el desarrollo de las facultades que nos definen como seres humanos.

Hay desvíos de esta misión educativa, ¡claro que sí! Esto ocurre cuando un sistema educativo o escolar se encarga de manipular a los aprendices, despreciando con ello su esencia humana, convirtiéndoles en objetos moldeables, en instrumentos para otros.

Esta “tarea educativa”, que no es sino un proceso que genera productos para mercados laborales y políticos, no es propiamente educativa.
Hay que llamarle de otra manera.
La auténtica misión educativa rescata a la persona del mundo de las cosas o instrumentos.

La educación no produce objetos útiles, sino que libera individuos.
La educación coloca al individuo en la categoría ontológica que merece, la de “ser humano”, respetando y promoviendo el respeto por la persona, por el sujeto pensante y libre.

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Ahora que en México se pone en marcha el plan educativo llamado “Nueva Escuela Mexicana”, se subraya la importancia de la calidad en la educación desde los 0 a los 23 años de edad de los individuos.
Y se presume, además, que es una educación al amparo de un “nuevo humanismo”.

En los documentos oficiales del gobierno federal se reconoce el derecho a la educación y se expresa que este plan educativo es para beneficiar a los estudiantes con una educación “para toda la vida”.
Para ello, la Nueva Escuela Mexicana se apoya en ciertos principios.

Uno de esos principios es: “Respeto a la dignidad humana”.
Esto significa que la educación es un instrumento a disposición de la persona, para su desarrollo pleno, promoviendo sus capacidades y habilidades.
El ser humano tiene dignidad, y con esa dignidad debe ser educado.

Dicen las autoridades educativas mexicanas que se trata de una nueva educación, fincada en un nuevo humanismo, porque dichas autoridades valoran la dimensión colectiva.
Pero la auténtica educación no es nueva, como tampoco lo es el humanismo, y ambos se concretan en el individuo.

Lo que pasa es que la Nueva Escuela Mexicana se interesa en los contextos y su transformación colectiva.
Pero la educación ha sido siempre una; el humanismo ha sido siempre uno.
No son ni nuevos ni viejos.
Y quienes se educan son individuos, no colectivos.
La dignidad es personal.

Toda educación –desde que la hay- es humanista, porque, sin consideraciones a la persona humana como sujeto racional y libre, todo proceso de formación del individuo queda reducido a un esfuerzo para condicionarlo, controlarlo y utilizarlo como cualquier otro instrumento.

De acuerdo con lo anterior, el simple adiestramiento, por no procurar el pensamiento crítico y las decisiones libres y responsables de los individuos, no es educación.
El trato a las personas como si fueran cosas -utensilios o herramientas productivas programables, nada tiene de humanista.

¿En dónde hallamos el espíritu humanista en la misión educativa? En toda ella como misión cuyo propósito es la consolidación de la persona, impulsando para ello el desarrollo de las facultades que nos definen como seres humanos.

Hay desvíos de esta misión educativa, ¡claro que sí! Esto ocurre cuando un sistema educativo o escolar se encarga de manipular a los aprendices, despreciando con ello su esencia humana, convirtiéndoles en objetos moldeables, en instrumentos para otros.

Esta “tarea educativa”, que no es sino un proceso que genera productos para mercados laborales y políticos, no es propiamente educativa.
Hay que llamarle de otra manera.
La auténtica misión educativa rescata a la persona del mundo de las cosas o instrumentos.

La educación no produce objetos útiles, sino que libera individuos.
La educación coloca al individuo en la categoría ontológica que merece, la de “ser humano”, respetando y promoviendo el respeto por la persona, por el sujeto pensante y libre.

Osvaldo

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