Dos años y volvemos a Cerocahui

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Distraigo la atención de mis lectores, hay muchos temas en la conversación; resultado de las elecciones del dos de junio, ocho legisladores violando las leyes fingiendo su género para poder lograr una curul, la iniciativa de reforma al poder judicial, la publicación de la ley de amnistía y la ley de amparo, el número de curules para las posiciones plurinominales en el congreso, el nuevo gabinete.
Muchos, muchos temas y además muy importantes.

Pero sin tanto ruido, el rumor de los pinos, el aroma a trementina, el sonido del fuego, el silencio del templo, nos regala el espacio para no olvidar, algo que no puede pasar desapercibido, no podemos olvidar a nuestros amigos los sacerdotes, El Padre Gallo y el Padre Joaquín, a quién se les conoció en lo cotidiano, en el día a día, resolviendo problemas de alimentación, de granos, de enfermedades, de educación, de evangelización.
Recorrieron toda la sierra, llegaban a lo más lejano de la sierra, fueron dos hombres altamente carismáticos, la gente los vio siempre como familia.

Siempre cercanos a los más necesitados, valoraban los usos y costumbres, bailaban con los matachines, dominaban la lengua rarámuri, siempre derramando cariño a la gente de todas las comunidades.

Cerocahui nos recuerda muchas comunidades de nuestro México, a muchas madres y familias que pierden la tierra, Cerocahui, nos dibuja de cuerpo entero, lo grave que es la violencia y cómo afecta a las familias, a las comunidades y a la iglesia.

Javier Campos y Joaquín Mora, fueron noticia internacional, la sierra tarahumara había perdido a su familia, todos sentían la pérdida , el dolor de la violencia y la muerte.
La familia grande de la sierra se siente triste y sola.
Para los rarámuris, eran rarámuris.

Miles de dolientes sin voz en todo México, “Los abrazos ya no, nos alcanzan para cubrir los balazos”, la voz fuerte y clara del padre Javier Ávila, el Padre Pato, en la homilía de la celebración eucarística del funeral de los padres.

Dos años que fueron un parteaguas para visualizar con claridad la violencia, y la gravedad de la descomposición social de los habitantes de las comunidades enclavadas en lo más alejado de la civilización, pero si tocado por las drogas y la inseguridad, por el crimen organizado.

Se escuchan los danzantes, una noche de vela, ceremonias religiosas, acuerdos por la paz, convivencia y comida, se acercan a las celebraciones de todas la comunidades cercanas, al igual que hace dos años, la comunidad rarámuri se une, se acompaña y recuerda el cariño, las enseñanzas y la cercanía de sus sacerdotes, sus visitas constantes y como muchos dicen, eran su familia, algunos aún lloran su partida con el mismo sentimiento que los despidieron.

Sus compañeros religiosos, dicen; que no se olvide, que siempre estén presentes.
Sus tumbas, ahora bendecidas, ahí están sus restos, en ese rincón de la sierra que tanto amaron y tanto protegieron, ese rincón que los ama y recuerda por tanto que le entregaron, ese momento que no olvidaremos, esa mañana que despertamos con la noticia que nadie quería escuchar, que tenían miedo, nadie sabía donde estaban, sabíamos que los habían asesinado, pero a nadie le dijeron a dónde los llevarían, gracias a Dios los encontraron y se les dio santa sepultura, momentos difíciles, pero gran aprendizaje, para familiares y amigos, pero no podemos perder de vista que fue un momento doloroso e impactante.

Doctora en Derecho Fiscal.
Diputada federal

patyterrazasb@gmail.
com

Distraigo la atención de mis lectores, hay muchos temas en la conversación; resultado de las elecciones del dos de junio, ocho legisladores violando las leyes fingiendo su género para poder lograr una curul, la iniciativa de reforma al poder judicial, la publicación de la ley de amnistía y la ley de amparo, el número de curules para las posiciones plurinominales en el congreso, el nuevo gabinete.
Muchos, muchos temas y además muy importantes.

Pero sin tanto ruido, el rumor de los pinos, el aroma a trementina, el sonido del fuego, el silencio del templo, nos regala el espacio para no olvidar, algo que no puede pasar desapercibido, no podemos olvidar a nuestros amigos los sacerdotes, El Padre Gallo y el Padre Joaquín, a quién se les conoció en lo cotidiano, en el día a día, resolviendo problemas de alimentación, de granos, de enfermedades, de educación, de evangelización.
Recorrieron toda la sierra, llegaban a lo más lejano de la sierra, fueron dos hombres altamente carismáticos, la gente los vio siempre como familia.

Siempre cercanos a los más necesitados, valoraban los usos y costumbres, bailaban con los matachines, dominaban la lengua rarámuri, siempre derramando cariño a la gente de todas las comunidades.

Cerocahui nos recuerda muchas comunidades de nuestro México, a muchas madres y familias que pierden la tierra, Cerocahui, nos dibuja de cuerpo entero, lo grave que es la violencia y cómo afecta a las familias, a las comunidades y a la iglesia.

Javier Campos y Joaquín Mora, fueron noticia internacional, la sierra tarahumara había perdido a su familia, todos sentían la pérdida , el dolor de la violencia y la muerte.
La familia grande de la sierra se siente triste y sola.
Para los rarámuris, eran rarámuris.

Miles de dolientes sin voz en todo México, “Los abrazos ya no, nos alcanzan para cubrir los balazos”, la voz fuerte y clara del padre Javier Ávila, el Padre Pato, en la homilía de la celebración eucarística del funeral de los padres.

Dos años que fueron un parteaguas para visualizar con claridad la violencia, y la gravedad de la descomposición social de los habitantes de las comunidades enclavadas en lo más alejado de la civilización, pero si tocado por las drogas y la inseguridad, por el crimen organizado.

Se escuchan los danzantes, una noche de vela, ceremonias religiosas, acuerdos por la paz, convivencia y comida, se acercan a las celebraciones de todas la comunidades cercanas, al igual que hace dos años, la comunidad rarámuri se une, se acompaña y recuerda el cariño, las enseñanzas y la cercanía de sus sacerdotes, sus visitas constantes y como muchos dicen, eran su familia, algunos aún lloran su partida con el mismo sentimiento que los despidieron.

Sus compañeros religiosos, dicen; que no se olvide, que siempre estén presentes.
Sus tumbas, ahora bendecidas, ahí están sus restos, en ese rincón de la sierra que tanto amaron y tanto protegieron, ese rincón que los ama y recuerda por tanto que le entregaron, ese momento que no olvidaremos, esa mañana que despertamos con la noticia que nadie quería escuchar, que tenían miedo, nadie sabía donde estaban, sabíamos que los habían asesinado, pero a nadie le dijeron a dónde los llevarían, gracias a Dios los encontraron y se les dio santa sepultura, momentos difíciles, pero gran aprendizaje, para familiares y amigos, pero no podemos perder de vista que fue un momento doloroso e impactante.

Doctora en Derecho Fiscal.
Diputada federal

patyterrazasb@gmail.
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