Didi Gutiérrez retrata una cara distinta de la paternidad: hay padres que sí están presentes

La relación entre padre e hija, sus tenciones, pero sobre todo sus alegrías, son los temas fundamentales de la nueva novela de la escritora mexicana Didí Gutiérrez, La alegría del padre

“Con este libro me cuestioné qué tanto la idea del padre terrible, ausente y autoritario, como un Saturno que se come a sus hijos, estaba más bien conformada por una serie de constructos culturales, como películas y libros ―Pedro Paramo, de Juan Rulfo; La muerte de Artemio Cruz, de Fuentes; Carta al padre, de Kafka― que han permeado en el imaginario de la gente.

“Pero la verdad es que las figuras paternas son más diversas, tal vez también porque hay varios padres que están en procesos de deconstrucción, pero no sólo eso.
En este libro quise hablar de esos padres que sí están presentes”, explica Didí Gutiérrez, en entrevista con El Sol de México.

REALIDAD QUE SERÍA FICCIÓN

La autora relata que el germen de esta historia se encuentra en su propia experiencia, pues al enterarse de una enfermedad que padecía su padre comenzó a escribir una especie de bitácora que luego se serviría como base para la creación de las situaciones y los personajes de esta novela, que son completamente mente ficción, condición que se reafirma, cuenta Didí, en la marcada bondad, principalmente en del padre.

“En este mundo tan horrible y espantoso que hemos estado viviendo desde hace algunos siglos, parece que los seres sencillos, capacitados para el amor, tienen un espacio nulo.
Lo que sucede es que todos estamos en un constante estado de defensa y prácticamente se ha terminado la ingenuidad y el candor.
Nuestra forma de relacionarnos es a partir de la sensación de peligro.
Yo por eso pienso que, a pesar de que me he basado en mi propia relación con mi padre, hablo de un personaje absolutamente ficticio, fuera de este tiempo.

“La literatura, creo que también está llena de absoluta desesperanza, violencia y dolor, cosa completamente entendible, porque es lo que estamos viviendo.
Yo misma pensé que al principio lo que me movía a escribir era el dolor, pero me di cuenta de que, entre todo desasosiego que significa la vida contemporánea, también hay espacio para la risa, el amor, la empatía, el cuidado y la calma”, agrega.

LOS LIBROS SON CAMINOS

Aunque en general la novela habla de esta buena relación que se enfrenta a la idea de la muerte, Didí Gutiérrez, comenta que “como todo lo humano”, no todo es bueno ni todo es malo en la historia que decide contar.
Ambos personajes ocultan ciertas cosas que pondrán en balanza.
Además de que Abigail, al encontrarse aún en un proceso de crecimiento y búsqueda, de permanencia e identidad, tiene que aprender a madurar rápidamente.

Y sin embargo, la autora comenta que un tema esencial para comprender esa relación son los libros, a los que considera como “amuletos”, que más que evocar mundos, evocan presencias, “vínculos afectivos y caminos hacia la empatía, la gracia y la conexión entre los seres humanos”.

“Con este libro me cuestioné qué tanto la idea del padre terrible, ausente y autoritario, como un Saturno que se come a sus hijos, estaba más bien conformada por una serie de constructos culturales, como películas y libros ―Pedro Paramo, de Juan Rulfo; La muerte de Artemio Cruz, de Fuentes; Carta al padre, de Kafka― que han permeado en el imaginario de la gente.

“Pero la verdad es que las figuras paternas son más diversas, tal vez también porque hay varios padres que están en procesos de deconstrucción, pero no sólo eso.
En este libro quise hablar de esos padres que sí están presentes”, explica Didí Gutiérrez, en entrevista con El Sol de México.

REALIDAD QUE SERÍA FICCIÓN

La autora relata que el germen de esta historia se encuentra en su propia experiencia, pues al enterarse de una enfermedad que padecía su padre comenzó a escribir una especie de bitácora que luego se serviría como base para la creación de las situaciones y los personajes de esta novela, que son completamente mente ficción, condición que se reafirma, cuenta Didí, en la marcada bondad, principalmente en del padre.

“En este mundo tan horrible y espantoso que hemos estado viviendo desde hace algunos siglos, parece que los seres sencillos, capacitados para el amor, tienen un espacio nulo.
Lo que sucede es que todos estamos en un constante estado de defensa y prácticamente se ha terminado la ingenuidad y el candor.
Nuestra forma de relacionarnos es a partir de la sensación de peligro.
Yo por eso pienso que, a pesar de que me he basado en mi propia relación con mi padre, hablo de un personaje absolutamente ficticio, fuera de este tiempo.

“La literatura, creo que también está llena de absoluta desesperanza, violencia y dolor, cosa completamente entendible, porque es lo que estamos viviendo.
Yo misma pensé que al principio lo que me movía a escribir era el dolor, pero me di cuenta de que, entre todo desasosiego que significa la vida contemporánea, también hay espacio para la risa, el amor, la empatía, el cuidado y la calma”, agrega.

LOS LIBROS SON CAMINOS

Aunque en general la novela habla de esta buena relación que se enfrenta a la idea de la muerte, Didí Gutiérrez, comenta que “como todo lo humano”, no todo es bueno ni todo es malo en la historia que decide contar.
Ambos personajes ocultan ciertas cosas que pondrán en balanza.
Además de que Abigail, al encontrarse aún en un proceso de crecimiento y búsqueda, de permanencia e identidad, tiene que aprender a madurar rápidamente.

Y sin embargo, la autora comenta que un tema esencial para comprender esa relación son los libros, a los que considera como “amuletos”, que más que evocar mundos, evocan presencias, “vínculos afectivos y caminos hacia la empatía, la gracia y la conexión entre los seres humanos”.

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