Democracia monitorizada

Post Content

Por: Fryda Libertad Licano Ramírez

Democracia monitorizada es un término que presenta John Keane, en Vida y muerte de la democracia.
El final de la II Guerra Mundial produjo la reproducción prolífica en artículos, ensayos e investigaciones de conceptos tales como Democracia liberal, Democracia occidental, Democracia representativa y, más recientemente, de otros como Democracia participativa; pero, Democracia monitorizada es la propuesta que el politólogo australiano nos presenta después de hacer un recorrido histórico bastante puntual de 2 mil 600 años de la democracia en el mundo, introduciendo una idea que merece un análisis concienzudo: una nueva forma histórica de la democracia está en ascenso.
Y esta propuesta conceptual es -por parte de Keane- un rechazo rotundo a todos los términos pasados de la democracia, y es aún más drástico al señalar que las perspectivas de Fukuyama (con su final de la historia) y Huntington (con sus metáforas marítimas -olas democratizadoras-) son demasiado limitadas para describir el cambio en los rumbos democráticos que estamos experimentando, hacia direcciones completamente nuevas.
La tesis central Keanesiana supone un enfrentamiento con el pensamiento continuista y tradicional sobre el pasado, presente y futuro de la democracia.

Esta democracia monitorizada es producto del surgimiento de nuevos cuerpos de vigilancia y rendición de cuentas diseñados para controlar a aquellos que ejercen autoridad gubernamental o empresarial, principalmente; de ahí el término de “monitorizada”.
Keane define a la nueva democracia como “el autogobierno de los ciudadanos y sus representantes designados por medio de elecciones periódicas además del escrutinio público continuo y la contención del poder en donde sea que este se ejerza”.
Esta definición creativa, más que fresca, también acoge con singular calidez la “humildad” como valor sine qua non de este sistema de gobierno.
Keane dice: la democracia propera en la humildad.
¿Cómo? ¿en la humildad? Sí, en la humildad, una humildad que no ha de confundirse con la mansedumbre ni la sumisión; la humildad como virtud democrática, como antítesis del orgullo arrogante, como cualidad de estar conscientes de los límites propios y los límites de los demás.
Creer en este tipo de democracia es renunciar tajantemente a la idea anquilosada de que su éxito depende de tal o cual “Principio”, llámese la Nación, la Patria, Nuestra historia, Dios, la Verdad o la Utilidad.
De esta forma decimos adiós a la democracia como ideal obstinado de arrogancia moral que se disfraza de fe mística en “el pueblo” o “las masas” y que conduce a tiranías, a gobiernos brutales, o lo que es peor: “onagrocracias”.

También existen ciertas premisas desde las que debemos partir.
Primero, asumamos que la democracia no nos ofrece garantías históricas, ni rumbos unidireccionales.
De ahí que necesitemos prestar atención a los caminos políticos y sociales que se van tomando en cualquier latitud del planeta, ya sea México, España o la India, Corea del Sur, Inglaterra o Venezuela, lo que esté viviendo uno -y cualquiera- de los países, puede ser trascendental para el rumbo de la democracia en el mundo, lo local se transforma en un interés global.
Segundo, la democracia no es una constante fija e incontestable, y no debería darse por sentada: “La democracia se está volviendo un asunto dinámico, ruidoso y afectado por fugas”, dice Keane.
Así, la democracia, como castillo de naipes, puede derrumbarse en cualquier momento, siendo sensible al tiempo y a las relaciones de poder que en cada rincón del mundo se van gestando, medirla desde el sesgo eurocéntrico triunfalista, no sólo es un error, sino una amenaza para su propia preservación.
Finalmente, esta democracia altamente vulnerable demanda la responsabilidad y el compromiso de todos los que participan en su recreación, en función del rol que cada cual asume: legisladores, partidos, gobernantes, medios de comunicación, juzgadores, servidores públicos y por supuesto, ciudadanas y ciudadanos.

Así, sin mayor preámbulo, pasemos a 2023, ni que fuera tan difícil vivir.

Por: Fryda Libertad Licano Ramírez

Democracia monitorizada es un término que presenta John Keane, en Vida y muerte de la democracia.
El final de la II Guerra Mundial produjo la reproducción prolífica en artículos, ensayos e investigaciones de conceptos tales como Democracia liberal, Democracia occidental, Democracia representativa y, más recientemente, de otros como Democracia participativa; pero, Democracia monitorizada es la propuesta que el politólogo australiano nos presenta después de hacer un recorrido histórico bastante puntual de 2 mil 600 años de la democracia en el mundo, introduciendo una idea que merece un análisis concienzudo: una nueva forma histórica de la democracia está en ascenso.
Y esta propuesta conceptual es -por parte de Keane- un rechazo rotundo a todos los términos pasados de la democracia, y es aún más drástico al señalar que las perspectivas de Fukuyama (con su final de la historia) y Huntington (con sus metáforas marítimas -olas democratizadoras-) son demasiado limitadas para describir el cambio en los rumbos democráticos que estamos experimentando, hacia direcciones completamente nuevas.
La tesis central Keanesiana supone un enfrentamiento con el pensamiento continuista y tradicional sobre el pasado, presente y futuro de la democracia.

Esta democracia monitorizada es producto del surgimiento de nuevos cuerpos de vigilancia y rendición de cuentas diseñados para controlar a aquellos que ejercen autoridad gubernamental o empresarial, principalmente; de ahí el término de “monitorizada”.
Keane define a la nueva democracia como “el autogobierno de los ciudadanos y sus representantes designados por medio de elecciones periódicas además del escrutinio público continuo y la contención del poder en donde sea que este se ejerza”.
Esta definición creativa, más que fresca, también acoge con singular calidez la “humildad” como valor sine qua non de este sistema de gobierno.
Keane dice: la democracia propera en la humildad.
¿Cómo? ¿en la humildad? Sí, en la humildad, una humildad que no ha de confundirse con la mansedumbre ni la sumisión; la humildad como virtud democrática, como antítesis del orgullo arrogante, como cualidad de estar conscientes de los límites propios y los límites de los demás.
Creer en este tipo de democracia es renunciar tajantemente a la idea anquilosada de que su éxito depende de tal o cual “Principio”, llámese la Nación, la Patria, Nuestra historia, Dios, la Verdad o la Utilidad.
De esta forma decimos adiós a la democracia como ideal obstinado de arrogancia moral que se disfraza de fe mística en “el pueblo” o “las masas” y que conduce a tiranías, a gobiernos brutales, o lo que es peor: “onagrocracias”.

También existen ciertas premisas desde las que debemos partir.
Primero, asumamos que la democracia no nos ofrece garantías históricas, ni rumbos unidireccionales.
De ahí que necesitemos prestar atención a los caminos políticos y sociales que se van tomando en cualquier latitud del planeta, ya sea México, España o la India, Corea del Sur, Inglaterra o Venezuela, lo que esté viviendo uno -y cualquiera- de los países, puede ser trascendental para el rumbo de la democracia en el mundo, lo local se transforma en un interés global.
Segundo, la democracia no es una constante fija e incontestable, y no debería darse por sentada: “La democracia se está volviendo un asunto dinámico, ruidoso y afectado por fugas”, dice Keane.
Así, la democracia, como castillo de naipes, puede derrumbarse en cualquier momento, siendo sensible al tiempo y a las relaciones de poder que en cada rincón del mundo se van gestando, medirla desde el sesgo eurocéntrico triunfalista, no sólo es un error, sino una amenaza para su propia preservación.
Finalmente, esta democracia altamente vulnerable demanda la responsabilidad y el compromiso de todos los que participan en su recreación, en función del rol que cada cual asume: legisladores, partidos, gobernantes, medios de comunicación, juzgadores, servidores públicos y por supuesto, ciudadanas y ciudadanos.

Así, sin mayor preámbulo, pasemos a 2023, ni que fuera tan difícil vivir.

Osvaldo

Cartones

Entrada siguiente

Vamos por un nuevo comienzo

dom Ene 1 , 2023
Post Content

Puede que te guste

Generated by Feedzy