De bandolero a revolucionario: los años de Francisco Villa como un forajido que burlaba la ley

Según una solicitud de captura de 1907, se acusa a un grupo de bandidos de haber cometido un robo en el que estuvo involucrado un hombre llamado Doroteo Arango

Este año es el centenario de la muerte de Francisco Villa, un personaje esencial para comprender la Revolución Mexicana, principalmente cómo sucedió este proceso social en el norte del país.
A Villa se le ha reconocido como un sobresaliente estratega militar ya que consiguió la victoria en la mayoría de sus batallas; de casi treinta combates sólo fue derrotado en cinco de estos.
Sin embargo, antes de ser aquel revolucionario que contribuyó a uno de los cambios políticos y sociales más importantes de nuestra historia, el pasado de Villa era el de un bandolero y forajido que burlaba la ley.

Según una solicitud de captura del 19 de febrero de 1907, se acusa a un grupo de bandidos de haber cometido un robo.
En aquel atraco estaba involucrado Doroteo Arango.
En el documento se expresa que en un rancho perteneciente a la jurisdicción de San Juan del Río —precisamente la tierra donde nació Villa— se despojó a Jesús Uranga de dos mil pesos, varias prendas de ropa y de algunas alhajas.

Aquel grupo de bandoleros estaba conformado por Matías Parra, Doroteo Arango, Sotero Aguilar y Estanislao Mendías.
Este texto además nos brinda una descripción interesante de cómo era Francisco Villa.
En el documento se hace la suposición de que aquel joven tenía entre 30 a 32 años (aunque en realidad en ese año apenas iba a cumplir 29), además expresa que era “alto, de complexión robusta, güero, ojos verdes, barba cerrada, boca chica, nariz ancha, carirredondo” y que montaba un caballo de color obscuro.

De los demás integrantes, el más joven al parecer, era Matías Parra de entre 28 o 30 años, en cambio, Sotero Aguilar y Estanislao Mendías estaban entre los 40 y 50 años.
Cabe señalar que el primero de ellos era hermano del famoso bandido Ignacio Parra, con quien Villa ya se había unido a su gavilla en sus primeros años de bandolero, no obstante, tiempo después abandonaría a aquel contingente porque estaba inconforme con Parra, ya que éste “le permitió a uno de sus subordinados matar a un viejo indefenso que se había negado a venderles pan”, según cuenta Friedrich Katz en su biografía sobre Pancho Villa.

En la descripción de los acusados se les atribuye robos y homicidios.
En el caso de Francisco Villa, según una de las fuentes citadas por Katz asevera que: “Villa insistía en que, aunque había matado a muchos hombres, no era un asesino a sangre fría: lo había hecho porque estaba forzado a defenderse o bien porque lo habían traicionado”.

Tras aquel robo en el cual aquellos bandidos habían lograron hurtar dinero, ropa y alhajas, a los pocos días los bandoleros intentaron de nuevo realizar otro robo, pero este les falló, por el auxilio de la autoridades de San Juan del Río durante sus pesquisas.

Según esa misma información aquel grupo residía ordinariamente en la hacienda de Salaices y vendían lo robado en el estado o se lo llevaban al Distrito Hidalgo (Parral) o a Jiménez.
También se comenta que andaban “con nombres supuestos”, muy seguramente entre ellos ya estaba el de Francisco Villa que adoptó Doroteo Arango para frustrar su búsqueda ante la ley.

Al final del documento sospechan que los integrantes de esta banda trabajaban con los peones en la construcción de la presa de Salaices.
Por lo tanto, esto nos indica que además del robo, los bandoleros también buscaban otros medios para su sustento económico no sólo en lo ilegal.

Después de tres años de este suceso, Doroteo Arango, ya conocido como Francisco Villa, dejaría su vida como bandido y se uniría a la Revolución convocada por Ignacio I.
Madero a través de su compadre Eleuterio Soto y también de quien sería el primer gobernador maderista de Chihuahua, Abraham González.

Este año es el centenario de la muerte de Francisco Villa, un personaje esencial para comprender la Revolución Mexicana, principalmente cómo sucedió este proceso social en el norte del país.
A Villa se le ha reconocido como un sobresaliente estratega militar ya que consiguió la victoria en la mayoría de sus batallas; de casi treinta combates sólo fue derrotado en cinco de estos.
Sin embargo, antes de ser aquel revolucionario que contribuyó a uno de los cambios políticos y sociales más importantes de nuestra historia, el pasado de Villa era el de un bandolero y forajido que burlaba la ley.

Según una solicitud de captura del 19 de febrero de 1907, se acusa a un grupo de bandidos de haber cometido un robo.
En aquel atraco estaba involucrado Doroteo Arango.
En el documento se expresa que en un rancho perteneciente a la jurisdicción de San Juan del Río —precisamente la tierra donde nació Villa— se despojó a Jesús Uranga de dos mil pesos, varias prendas de ropa y de algunas alhajas.

Aquel grupo de bandoleros estaba conformado por Matías Parra, Doroteo Arango, Sotero Aguilar y Estanislao Mendías.
Este texto además nos brinda una descripción interesante de cómo era Francisco Villa.
En el documento se hace la suposición de que aquel joven tenía entre 30 a 32 años (aunque en realidad en ese año apenas iba a cumplir 29), además expresa que era “alto, de complexión robusta, güero, ojos verdes, barba cerrada, boca chica, nariz ancha, carirredondo” y que montaba un caballo de color obscuro.

De los demás integrantes, el más joven al parecer, era Matías Parra de entre 28 o 30 años, en cambio, Sotero Aguilar y Estanislao Mendías estaban entre los 40 y 50 años.
Cabe señalar que el primero de ellos era hermano del famoso bandido Ignacio Parra, con quien Villa ya se había unido a su gavilla en sus primeros años de bandolero, no obstante, tiempo después abandonaría a aquel contingente porque estaba inconforme con Parra, ya que éste “le permitió a uno de sus subordinados matar a un viejo indefenso que se había negado a venderles pan”, según cuenta Friedrich Katz en su biografía sobre Pancho Villa.

En la descripción de los acusados se les atribuye robos y homicidios.
En el caso de Francisco Villa, según una de las fuentes citadas por Katz asevera que: “Villa insistía en que, aunque había matado a muchos hombres, no era un asesino a sangre fría: lo había hecho porque estaba forzado a defenderse o bien porque lo habían traicionado”.

Tras aquel robo en el cual aquellos bandidos habían lograron hurtar dinero, ropa y alhajas, a los pocos días los bandoleros intentaron de nuevo realizar otro robo, pero este les falló, por el auxilio de la autoridades de San Juan del Río durante sus pesquisas.

Según esa misma información aquel grupo residía ordinariamente en la hacienda de Salaices y vendían lo robado en el estado o se lo llevaban al Distrito Hidalgo (Parral) o a Jiménez.
También se comenta que andaban “con nombres supuestos”, muy seguramente entre ellos ya estaba el de Francisco Villa que adoptó Doroteo Arango para frustrar su búsqueda ante la ley.

Al final del documento sospechan que los integrantes de esta banda trabajaban con los peones en la construcción de la presa de Salaices.
Por lo tanto, esto nos indica que además del robo, los bandoleros también buscaban otros medios para su sustento económico no sólo en lo ilegal.

Después de tres años de este suceso, Doroteo Arango, ya conocido como Francisco Villa, dejaría su vida como bandido y se uniría a la Revolución convocada por Ignacio I.
Madero a través de su compadre Eleuterio Soto y también de quien sería el primer gobernador maderista de Chihuahua, Abraham González.

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