Conflicto palestino-israelí

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Los recientes acontecimientos violentos entre israelíes y palestinos tras el ataque inesperado de las milicias de Hamás no es algo que no tenga antecedentes a causa del incumplimiento de Israel de las resoluciones de la ONU, como los asentamientos ilegales de colonos en territorio palestino, a decir del embajador de Palestina, Mohamed Saadat.
Esto, sin considerar el peso de los ultraortodoxos en el gobierno del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y a que se veía cerca el establecimiento de relaciones diplomáticas con Arabia Saudita, principal potencia sunita del Islam.

Sólo la negociación de facciones extremistas de ambos grupos parece viable para encontrar una solución duradera, pese a las barbaridades que se han cometido contra inocentes en el conflicto.
La médula religiosa de los protagonistas siempre nos lleva a la pregunta: ¿Cómo podría el Dios del Antiguo Testamento (AT) ordenar una masacre de todo un pueblo, si en el Nuevo Testamento Jesús nos ordena amar y orar por nuestros enemigos? Luego, por instinto, empujamos esta pregunta en el fondo de la mente y la dejamos allí, sin resolver, como diría el teólogo Stan Gundry.

Visto de esta forma, no parece haber mucha diferencia entre la guerra de Yahvé o santa, limpieza étnica o jihad con el genocidio cananeo justificado en el AT.
Atribuir tales atrocidades a la intención y voluntad real de Dios, plantea dificultades insuperables para la teología cristiana, la ética y la praxis.
Pero, por ejemplo, la condenación eterna de un católico desde la opinión de cualquier secta no parece lejos de una muerte física, digamos, en manos de la Gestapo nazi.
A la “otredad” no se le reconoce ningún rasgo de verdad o de humanidad sólo por el hecho de ser diferente o competidor.

Una persona desesperada habitualmente subordinará la moral, su interpretación religiosa o valores a su instinto de sobrevivencia, y después, las usará para justificar todo acto que garantice esa sobrevivencia, y sin apenas darse cuenta, las habrá transformado para blindarse psicológicamente y, así, salvar su alma o su conciencia.
Y eso pudo muy bien suceder cuando se redactó el AT: Un Dios amoroso se convirtió en un Dios guerrero, el rasgo perfectamente humano de una voluntad divina antropomorfa que fue usada por un pueblo desesperado por sobrevivir, rodeado de enemigos.

¿Se sienten desesperados los judíos y los palestinos? Por disposición de sus alas radicales, diríamos que sí.
Es natural que la falta de opciones genere violencia en cualquier área de la vida.
Sin duda, habrá una teología embrionaria, pero brutal y otra mucho más avanzada y noble, ambas revestidas igualmente de Dios, pero pensar en una discontinuidad radical entre la fe de Israel y la moderna sensibilidad moral parece poco probable en temas de vida o muerte, que son tan humanos: ¿guerra o extinción? La clave es generar opciones como ganar territorio al mar o al subsuelo, o filosóficas.

Cuando Santiago y Juan quisieron llamar fuego del cielo para destruir a los samaritanos, Jesús respondió: "No sabes de qué clase de espíritu eres, porque el Hijo del Hombre no vino para destruir las vidas de los hombres, sino para salvarlos" (Lucas 9:55).
Hay que preguntarnos qué clase de espíritu somos y cómo actuaremos en tiempos de necesidad, dolor o tristeza.
En este sentido, la violencia es el rasgo más humano de la palabra de Dios, pero como ejemplo de un espíritu avanzado en la teología de nuestros tiempos es el fenómeno de integración del Imperio español.

La unión de razas, la cristianización de costumbres paganas y la aportación de los valores culturales de aborígenes y españoles en la primera globalización del mundo hace del mundo latino fuente de las respuestas a muchas de las preguntas de la globalización actual desde otras culturas.

Administrador financiero

agusperezr@hotmail.
com

Los recientes acontecimientos violentos entre israelíes y palestinos tras el ataque inesperado de las milicias de Hamás no es algo que no tenga antecedentes a causa del incumplimiento de Israel de las resoluciones de la ONU, como los asentamientos ilegales de colonos en territorio palestino, a decir del embajador de Palestina, Mohamed Saadat.
Esto, sin considerar el peso de los ultraortodoxos en el gobierno del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y a que se veía cerca el establecimiento de relaciones diplomáticas con Arabia Saudita, principal potencia sunita del Islam.

Sólo la negociación de facciones extremistas de ambos grupos parece viable para encontrar una solución duradera, pese a las barbaridades que se han cometido contra inocentes en el conflicto.
La médula religiosa de los protagonistas siempre nos lleva a la pregunta: ¿Cómo podría el Dios del Antiguo Testamento (AT) ordenar una masacre de todo un pueblo, si en el Nuevo Testamento Jesús nos ordena amar y orar por nuestros enemigos? Luego, por instinto, empujamos esta pregunta en el fondo de la mente y la dejamos allí, sin resolver, como diría el teólogo Stan Gundry.

Visto de esta forma, no parece haber mucha diferencia entre la guerra de Yahvé o santa, limpieza étnica o jihad con el genocidio cananeo justificado en el AT.
Atribuir tales atrocidades a la intención y voluntad real de Dios, plantea dificultades insuperables para la teología cristiana, la ética y la praxis.
Pero, por ejemplo, la condenación eterna de un católico desde la opinión de cualquier secta no parece lejos de una muerte física, digamos, en manos de la Gestapo nazi.
A la “otredad” no se le reconoce ningún rasgo de verdad o de humanidad sólo por el hecho de ser diferente o competidor.

Una persona desesperada habitualmente subordinará la moral, su interpretación religiosa o valores a su instinto de sobrevivencia, y después, las usará para justificar todo acto que garantice esa sobrevivencia, y sin apenas darse cuenta, las habrá transformado para blindarse psicológicamente y, así, salvar su alma o su conciencia.
Y eso pudo muy bien suceder cuando se redactó el AT: Un Dios amoroso se convirtió en un Dios guerrero, el rasgo perfectamente humano de una voluntad divina antropomorfa que fue usada por un pueblo desesperado por sobrevivir, rodeado de enemigos.

¿Se sienten desesperados los judíos y los palestinos? Por disposición de sus alas radicales, diríamos que sí.
Es natural que la falta de opciones genere violencia en cualquier área de la vida.
Sin duda, habrá una teología embrionaria, pero brutal y otra mucho más avanzada y noble, ambas revestidas igualmente de Dios, pero pensar en una discontinuidad radical entre la fe de Israel y la moderna sensibilidad moral parece poco probable en temas de vida o muerte, que son tan humanos: ¿guerra o extinción? La clave es generar opciones como ganar territorio al mar o al subsuelo, o filosóficas.

Cuando Santiago y Juan quisieron llamar fuego del cielo para destruir a los samaritanos, Jesús respondió: "No sabes de qué clase de espíritu eres, porque el Hijo del Hombre no vino para destruir las vidas de los hombres, sino para salvarlos" (Lucas 9:55).
Hay que preguntarnos qué clase de espíritu somos y cómo actuaremos en tiempos de necesidad, dolor o tristeza.
En este sentido, la violencia es el rasgo más humano de la palabra de Dios, pero como ejemplo de un espíritu avanzado en la teología de nuestros tiempos es el fenómeno de integración del Imperio español.

La unión de razas, la cristianización de costumbres paganas y la aportación de los valores culturales de aborígenes y españoles en la primera globalización del mundo hace del mundo latino fuente de las respuestas a muchas de las preguntas de la globalización actual desde otras culturas.

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mar Oct 17 , 2023
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