Opera y Derecho (82)
Hitler había sido pintor en su juventud como aparece en la película Max. Tenía pasión también por la arquitectura y el mismo hizo diseños para teatros de ópera en Berlín, Viena y Linz, ciudad austríaca cercana a su población natal.
Speer conoció a Hitler en 1933 cuando le presentó personalmente su proyecto para los diseños del congreso Nazi en Nuremberg. Speer tenía 28 años. Hitler quedó fascinado con la personalidad del joven y le nombró arquitecto jefe del partido nazi. Cenaba con Hitler varios días por semana y paseaba con el con frecuencia.
En 1937 Hitler nombró a Speer inspector general de los edificios de la capital del Reich con el rango de subsecretario de estado en el gobierno del Reich. Este puesto suponía extraordinarios poderes sobre el gobierno de la ciudad de Berlín y era responsable solo ante Hitler. El canciller le ordenó elaborar planos para reconstruir Berlín como capital del mundo con el nuevo nombre de Germania.
En 1942 fue nombrado Ministro de armamento y por tanto responsable del importante papel de suministrar armas al ejército. En agosto de 1943, tomó el control de la mayor parte del Ministerio de Economía, para convertirse, en palabras del sucesor de Hitler, almirante Donitz, en «el dictador económico de Europa». Se había convertido en una de las personas más poderosas de la Alemania nazi.
Su actitud durante el juicio fue muy diferente a la del resto de los acusados. Reconoció la legitimidad de sus juzgadores y que existía un derecho universal que permitía que fueran juzgados. Reconoció también parte de sus culpas. Abiertamente asumió su responsabilidad por el trabajo esclavo que fue lo que hizo que las industrias bajo su mando funcionaran.
En la cuestión principal, respecto al aniquilamiento del pueblo judío, declaro que él desconocía lo que estaba sucediendo. Pero que todos los que estaban ahí por sus cargos y por su cercanía con Hitler debían ser considerados responsables. “Debería haberlo sabido, podía haberlo sabido pero no lo sabía”, decía. Se consideraba culpable por omisión.
Cumplió la pena integra de 20 años porque los soviéticos se negaron a su liberación. Tras salir de la cárcel publico sus memorias que fueron un gran éxito editorial. Se hizo rico y famoso.
Desde el punto de vista de la música Speer es importante por lo que pudo ser y no fue. El estallido de la Guerra mundial paralizo la construcción de las óperas de Berlín y Linz. Hitler quería que fueran los dos principales teatros de ópera del mundo. Speer y Hitler prepararon juntos las maquetas como aparece en el excelente docudrama de seis horas Speer-Hitler, y en las películas El Bunker (con Anthony Hopkins como Hitler) y El Hundimiento.
En sus memorias Speer habla de música y de la pasión de Hitler por la música. Nos cuenta como por iniciativa suya en el último concierto de la Filarmónica de Berlín (12 abril de 1945), entonces y ahora la mejor orquesta del mundo, 18 días antes del suicidio de Hitler se ofreció la escena de la inmolación de Brunilda del Ocaso de los Dioses de Wagner. Que gran ironía que se tocara la música de la destrucción del mundo en ese momento. A la salida del concierto adolescentes de las juventudes hitlerianas entregaban capsulas de cianuro a los asistentes.
La actual producción del Anillo del Nibelungo del liceo de Barcelona es de Robert Carsen. Es un montaje que en el caso del Ocaso de los Dioses revela la influencia estética de Albert Speer, “Al fin y al cabo, la lucha por la dominación del mundo es el eje argumental del ciclo wagneriano. Speer quiso subrayar el deseo de poder de Hitler y esta producción refleja esa estética tan brutal», comentó la directora artística del Liceo, Christina Scheppelmann.
Igual que se destruye el mundo en el ocaso wagneriano se destruyeron las obras de Speer. Ninguna permanece, todas fueron destruidas por la Guerra.
En el link la inmolación de Brunilda dirigida por el israelí Daniel Barenboim
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