Chihuahua: Hermosa señora del desierto a finales del siglo XIX 

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Crónicas Urbanas de Chihuahua

violioscar@gmail.
com

Remontándonos casi al final del siglo XIX en la pasiva ciudad de Chihuahua, cuando el progreso empezaba a tener un pequeño comienzo con la llegada del ferrocarril a esta tierras secas y arenosas; donde algunos extranjeros a parte de españoles, empezarían a sentar raíces y hacer de esta región una zona próspera, fue así, que los señores Emilio Ketelsen y Benjamín Degetau, de origen alemán, tendrían a bien formular un plan más allá de un simple proyecto financiero, no, se trataba de un importante diseño de negocios donde se asentarían con importante capital para abrir una negociación que en su tiempo fue tan importante, la cual, se expandiría más allá de las fronteras chihuahuenses a la que le llamaron “Ketelsen y Degetau”.
Ésta sería indudablemente la primera y más importante empresa en el estado de Chihuahua, no sólo por el capital de sus socios, sino también por la magnitud y extensión de los negocios que iban a desarrollarse; su inmueble, sería instalado a espaldas de donde había existía el viejo edificio del Ayuntamiento de Chihuahua, el cual, había sido llamado “Los Arcos de la Jefatura” (hoy edificio de la actual Presidencia Municipal).
Ahí, se encontraba la cárcel y, además, el salón de sesiones del Ayuntamiento, el cual se encontraba entre las calles del Comercio (hoy avenida Independencia), entre La Libertad (hoy Libertad solamente) y la Guadalupe Victoria o calle Victoria.

Los alemanes don Emilio Ketelsen y don Benjamín Degetau fueron miembros de la laboriosa y honrada colonia alemana establecida en la ciudad de Chihuahua aproximadamente en 1855 y el edificio que ocuparía su casa comercial, empezaría a ser construida en el verano caliente de 1870 y ya para 1882, alcanzaría un éxito notable, al expandirse en un anexo que se terminaría en 1883; en el caso del edificio principal, éste era de piedra y mezcla con frentes de cantería; el anexo sería de adobe con divisiones de fierro y madera.
Ningún establecimiento comercial en Chihuahua.
tendría la importancia y el crédito de la casa “Ketelsen y Degetau”, ya que, en la mayoría de los casos, surtía el listado de sus clientes y, algo muy importante con especialidad de mercancía, especialmente para los pueblos del estado y actividades mineras para la zona serrana.
Propietarios de una de las casas comerciales más importantes del siglo XIX.
La firma de Ketelsen y Degetau se establecería desde 1870, aunque era una firma que también lucraba con el comercio ilegal de armas con Estados Unidos antes del Porfiriato.
En Ciudad Juárez se dedicó a la venta de abarrotes, ropa y ferretería y durante muchos años, proporcionó artículos de primera necesidad a la los habitantes de Ciudad Juárez y El Paso, Texas; abrió sucursales en El Paso y Cusihuiriachi.

Con las altas y bajas en la economía local de Ciudad Juárez, la empresa permaneció desde su fundación en 1885 hasta su liquidación a mediados de la primera década del siglo XX.
Ketelsen y Degetau adquirirían y acumularían propiedades en varios pueblos del estado de Chihuahua, además de sus operaciones comerciales.
Aunque la Constitución de México, prohibía la venta de terrenos a extranjeros, Ketelsen y Degetau obtuvieron sus licencias de parte de la Secretaría de Estado y la Oficina de Promoción Industrial y Colonial, con el fin de adquirir propiedades en pueblos fronterizos; también, compraron 2.
500 hectáreas en el municipio de Galeana al alemán Adolfo Münzenber en 1891 y en 1899 a Inocente Ochoa, le compraron un terreno en la ciudad por tres mil pesos, así como una jabonera en Samalayuca.
Sin embargo, para 1897, comenzarían a comprar terrenos en la zona oriente de Ciudad Juárez; dos terrenos en el área de Zaragoza; una finca rústica denominada “Las arenas”, el rancho “San Agustín” y terrenos agrícolas en “Tres Jacales”.

Retomando de nueva cuenta el viaje a la ciudad de Chihuahua y ya con la tienda en funcionamiento, diariamente se veía frente a la casa Ketelsen y Degetau, convoyes de carros, carretas de mulas y burros que llegaban a surtirse de mercancías para las comunidades foráneas, donde se llegaba a registrar un tráfico importante que cargaban mercancía en los almacenes de depósito establecidos en la Estación Central de Ferrocarriles.
En éstos, se entrega la carga dirigida a los pueblos de Rosales, Meoqui, Jiménez, Parral y otras partes del estado; sus grandes ventas se hacían para las comunidades del oeste y del noroeste, pues en los almacenes de la Libertad sólo se entregaban las ventas relativamente pequeñas.

El edificio o almacén eran de dos pisos y bastante espacioso, pero el constante aumento de las ventas y negocios que se hacían ahí haría indispensable ampliar los almacenes para lo cual, se agregaría al edificio principal; otro contiguo que fue derrumbado y reconstruido de modo que sirviera de amplísima bodega con puertas por las calles “La Libertad” y Guadalupe Victoria; dos serían las divisiones principales de la casa Ketelsen y Degetau: la tienda y el almacén de ropa en el que se encontraban desde telas finas y de exquisito gusto, hasta la humilde manta trigueña; además, se complementaba con el almacén de la ferretería en el que se hallaba a la venta desde complicada maquinaria y útiles para minas, hasta lo más sencillo: clavos, artículos de escritorio, entre otras cosas, además, se le anexaría al departamento de ropa el expendio de los excelentes artefactos de lana de la fábrica “La Concordia”, situada a inmediaciones de la precaria ciudad de Chihuahua.
Hablando de esa fábrica establecida en los suburbios del sureste de la ciudad de Chihuahua que posteriormente se convertiría en el ejido “Concordia” hoy colonia, contribuiría a finales del siglo XIX y principios del XX al progreso local, dando empleo a cientos de personas habidos de un trabajo para la manutención de su hogar.

Se iniciaría con un capital de 500 mil pesos que servirían para la instalación de maquinaria que sería adquirida en diversas partes de Europa, en las que se elaborarían inmensas cantidades de la famosa lana English Cheviot y sólo ellas podían sujetarse al especial procedimiento que se necesitaba para emplear y producir el más blando y fino casimir.
Era de lo más moderno y la mayor parte sería traída de Inglaterra y Alemania, su costo, alcanzaría la respetable suma de 200 mil pesos.
En este sentido, se hace mención especial de estas supremas máquinas porque en los primeros días de nuestra industria, atraerían la atención de toda la república con especialidad naturalmente sobre el listado de Chihuahua y justo, es decir, que el extraordinario desarrollo a que llegaría se había debido a la energía y constancia de los señores K.
Ketelsen, presidente de la Compañía y Leopoldo Von Kessel, gerente general.
Los departamentos de esta fábrica eran muy amplios y bien distribuidos ventilados y llenos de luz en el día, por lo que entraba por su alegre ventanera y en la noche, por su magnífica instalación eléctrica.
En el departamento de hilar, había cuatro máquinas inglesas de hilar de sesenta pulgadas de ancho; cuatro máquinas de hilar, una de torcer o entrenzar, dos de escardar o recibir y un grupo de hilo de lana con un costo de 7 mil pesos.
En los cuartos de tejido había treinta y dos telares, dos máquinas de medir, dos para devanar y cinco para fabricar telas de fantasía.
.
Esta Crónica continuará

“Ketelsen y Degetau: empresarios alemanes que dejaron huella en Chihuahua”, forman parte de las Crónicas Urbanas de Chihuahua.
Si desea adquirir los libros Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos del I al XIII, pueden mandar un Whatsapp al cel.
614 148 85 03 y con gusto le daremos información o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No.
111).

Fuentes:

El Correo de Chihuahua (1900); Hemeroteca Digital UNAM: Revista de Chihuahua (1890).
Fotos: Fototeca-INAH-Chihuahua.

Crónicas Urbanas de Chihuahua

violioscar@gmail.
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Remontándonos casi al final del siglo XIX en la pasiva ciudad de Chihuahua, cuando el progreso empezaba a tener un pequeño comienzo con la llegada del ferrocarril a esta tierras secas y arenosas; donde algunos extranjeros a parte de españoles, empezarían a sentar raíces y hacer de esta región una zona próspera, fue así, que los señores Emilio Ketelsen y Benjamín Degetau, de origen alemán, tendrían a bien formular un plan más allá de un simple proyecto financiero, no, se trataba de un importante diseño de negocios donde se asentarían con importante capital para abrir una negociación que en su tiempo fue tan importante, la cual, se expandiría más allá de las fronteras chihuahuenses a la que le llamaron “Ketelsen y Degetau”.
Ésta sería indudablemente la primera y más importante empresa en el estado de Chihuahua, no sólo por el capital de sus socios, sino también por la magnitud y extensión de los negocios que iban a desarrollarse; su inmueble, sería instalado a espaldas de donde había existía el viejo edificio del Ayuntamiento de Chihuahua, el cual, había sido llamado “Los Arcos de la Jefatura” (hoy edificio de la actual Presidencia Municipal).
Ahí, se encontraba la cárcel y, además, el salón de sesiones del Ayuntamiento, el cual se encontraba entre las calles del Comercio (hoy avenida Independencia), entre La Libertad (hoy Libertad solamente) y la Guadalupe Victoria o calle Victoria.

Los alemanes don Emilio Ketelsen y don Benjamín Degetau fueron miembros de la laboriosa y honrada colonia alemana establecida en la ciudad de Chihuahua aproximadamente en 1855 y el edificio que ocuparía su casa comercial, empezaría a ser construida en el verano caliente de 1870 y ya para 1882, alcanzaría un éxito notable, al expandirse en un anexo que se terminaría en 1883; en el caso del edificio principal, éste era de piedra y mezcla con frentes de cantería; el anexo sería de adobe con divisiones de fierro y madera.
Ningún establecimiento comercial en Chihuahua.
tendría la importancia y el crédito de la casa “Ketelsen y Degetau”, ya que, en la mayoría de los casos, surtía el listado de sus clientes y, algo muy importante con especialidad de mercancía, especialmente para los pueblos del estado y actividades mineras para la zona serrana.
Propietarios de una de las casas comerciales más importantes del siglo XIX.
La firma de Ketelsen y Degetau se establecería desde 1870, aunque era una firma que también lucraba con el comercio ilegal de armas con Estados Unidos antes del Porfiriato.
En Ciudad Juárez se dedicó a la venta de abarrotes, ropa y ferretería y durante muchos años, proporcionó artículos de primera necesidad a la los habitantes de Ciudad Juárez y El Paso, Texas; abrió sucursales en El Paso y Cusihuiriachi.

Con las altas y bajas en la economía local de Ciudad Juárez, la empresa permaneció desde su fundación en 1885 hasta su liquidación a mediados de la primera década del siglo XX.
Ketelsen y Degetau adquirirían y acumularían propiedades en varios pueblos del estado de Chihuahua, además de sus operaciones comerciales.
Aunque la Constitución de México, prohibía la venta de terrenos a extranjeros, Ketelsen y Degetau obtuvieron sus licencias de parte de la Secretaría de Estado y la Oficina de Promoción Industrial y Colonial, con el fin de adquirir propiedades en pueblos fronterizos; también, compraron 2.
500 hectáreas en el municipio de Galeana al alemán Adolfo Münzenber en 1891 y en 1899 a Inocente Ochoa, le compraron un terreno en la ciudad por tres mil pesos, así como una jabonera en Samalayuca.
Sin embargo, para 1897, comenzarían a comprar terrenos en la zona oriente de Ciudad Juárez; dos terrenos en el área de Zaragoza; una finca rústica denominada “Las arenas”, el rancho “San Agustín” y terrenos agrícolas en “Tres Jacales”.

Retomando de nueva cuenta el viaje a la ciudad de Chihuahua y ya con la tienda en funcionamiento, diariamente se veía frente a la casa Ketelsen y Degetau, convoyes de carros, carretas de mulas y burros que llegaban a surtirse de mercancías para las comunidades foráneas, donde se llegaba a registrar un tráfico importante que cargaban mercancía en los almacenes de depósito establecidos en la Estación Central de Ferrocarriles.
En éstos, se entrega la carga dirigida a los pueblos de Rosales, Meoqui, Jiménez, Parral y otras partes del estado; sus grandes ventas se hacían para las comunidades del oeste y del noroeste, pues en los almacenes de la Libertad sólo se entregaban las ventas relativamente pequeñas.

El edificio o almacén eran de dos pisos y bastante espacioso, pero el constante aumento de las ventas y negocios que se hacían ahí haría indispensable ampliar los almacenes para lo cual, se agregaría al edificio principal; otro contiguo que fue derrumbado y reconstruido de modo que sirviera de amplísima bodega con puertas por las calles “La Libertad” y Guadalupe Victoria; dos serían las divisiones principales de la casa Ketelsen y Degetau: la tienda y el almacén de ropa en el que se encontraban desde telas finas y de exquisito gusto, hasta la humilde manta trigueña; además, se complementaba con el almacén de la ferretería en el que se hallaba a la venta desde complicada maquinaria y útiles para minas, hasta lo más sencillo: clavos, artículos de escritorio, entre otras cosas, además, se le anexaría al departamento de ropa el expendio de los excelentes artefactos de lana de la fábrica “La Concordia”, situada a inmediaciones de la precaria ciudad de Chihuahua.
Hablando de esa fábrica establecida en los suburbios del sureste de la ciudad de Chihuahua que posteriormente se convertiría en el ejido “Concordia” hoy colonia, contribuiría a finales del siglo XIX y principios del XX al progreso local, dando empleo a cientos de personas habidos de un trabajo para la manutención de su hogar.

Se iniciaría con un capital de 500 mil pesos que servirían para la instalación de maquinaria que sería adquirida en diversas partes de Europa, en las que se elaborarían inmensas cantidades de la famosa lana English Cheviot y sólo ellas podían sujetarse al especial procedimiento que se necesitaba para emplear y producir el más blando y fino casimir.
Era de lo más moderno y la mayor parte sería traída de Inglaterra y Alemania, su costo, alcanzaría la respetable suma de 200 mil pesos.
En este sentido, se hace mención especial de estas supremas máquinas porque en los primeros días de nuestra industria, atraerían la atención de toda la república con especialidad naturalmente sobre el listado de Chihuahua y justo, es decir, que el extraordinario desarrollo a que llegaría se había debido a la energía y constancia de los señores K.
Ketelsen, presidente de la Compañía y Leopoldo Von Kessel, gerente general.
Los departamentos de esta fábrica eran muy amplios y bien distribuidos ventilados y llenos de luz en el día, por lo que entraba por su alegre ventanera y en la noche, por su magnífica instalación eléctrica.
En el departamento de hilar, había cuatro máquinas inglesas de hilar de sesenta pulgadas de ancho; cuatro máquinas de hilar, una de torcer o entrenzar, dos de escardar o recibir y un grupo de hilo de lana con un costo de 7 mil pesos.
En los cuartos de tejido había treinta y dos telares, dos máquinas de medir, dos para devanar y cinco para fabricar telas de fantasía.
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Esta Crónica continuará

“Ketelsen y Degetau: empresarios alemanes que dejaron huella en Chihuahua”, forman parte de las Crónicas Urbanas de Chihuahua.
Si desea adquirir los libros Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos del I al XIII, pueden mandar un Whatsapp al cel.
614 148 85 03 y con gusto le daremos información o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No.
111).

Fuentes:

El Correo de Chihuahua (1900); Hemeroteca Digital UNAM: Revista de Chihuahua (1890).
Fotos: Fototeca-INAH-Chihuahua.

Osvaldo

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