Celebran en Catedral Memoria a San Pedro de Jesús Maldonado

Exponen reliquias del santo chihuahuense

“Señor que concediste a San Pedro de Jesús Maldonado dar mediante el martirio la más admirable demostración de amor y fidelidad a Cristo y a su iglesia, te pedimos que su ejemplo nos impulse y sus méritos nos ayuden a morir a nosotros mismos para que nuestra vida sea un testimonio alegre de amor a ti y de servicio a nuestros hermanos”, oró monseñor Luis Carlos Lerma y los feligreses reunidos en la Catedral Metropolitana de Chihuahua al celebrar la fiesta del santo chihuahuense.

Este 11 de febrero la iglesia católica conmemora el 87 aniversario del martirio de San Pedro de Jesús Maldonado, por lo que sus reliquias fueron expuestas al pie de Cristo.

Monseñor Luis Carlos Lerma, vicario de la Arquidiócesis y párroco de la Catedral señaló que San Pedro de Jesús Maldonado es el primer santo chihuahuense, por lo que el Arzobispo de Chihuahua, Constancio Miranda Weckmann ordenó que en todas las parroquias se recuerde su vida y obra.

De esta manera, el padre Lerma recordó a la feligresía que el santo chihuahuense nació el 15 de junio de 1892, en el barrio de San Nicolás, hoy colonia obrera, justo en contra esquina al templo de Nuestra Señora del Refugio, en una casa roja donde vivió la familia Maldonado Lucero.
El santo nació justo un año después de la creación de la Diócesis de Chihuahua, que se desprendió de Durango.

El 29 de junio fue bautizado en la Catedral de Chihuahua, actualmente la pila bautismal en la que fue bautizado está en la parroquia del Santo Niño de Atocha.

Pedro de Jesús fue a una de las escuelas Guadalupanas que regenteaba el padre Pedro Delgado, sacerdote jesuita, quien se apoyaba con algunas maestras para la educación de las niñas y niños.

A los 17 años, ingresó al Seminario, en esos años, se ubicaba a un costado del templo de la Sagrada Familia.
En 1914 Pancho Villa dijo: “hay muchos nagualones” y cerró el seminario.
Los seminaristas tuvieron que regresar a su casa y otros continuaron su formación en El Paso, Texas.

Pedro de Jesús, regresó a su casa y aprendió música, tomó lecciones de piano, armonio y violín.
Un día el padre Enriquez le dijo: este no es tu camino, tu vocación es el sacerdocio.
Fue entonces que Pedro de Jesús regresó al Seminario para continuar con su formación.

Se ordenó el 25 de enero de 1918 en la Catedral de San Patricio, en El Paso, Texas, donde hay un espacio dedicado al Padre Maldonado.
El 11 de febrero ofició su primera misa en el templo de la Sagrada Familia.

Sus primeras encomiendas fueron como párroco de la parroquia de San Nicolás Tolentino, en Gran Morelos, le encargó que fuera a Belisario Domínguez y San Francisco de Borja y todas las rancherías aledañas.

En 1922 le encargó Santa Rosa de Lima en Cusihuiriachi, donde siguió con su lucha contra los vicios de la época, que siguen siendo los mismos de hoy.
El sacerdote extendió la evangelización, la catequesis de los niños, instauró la Adoración Nocturna, las asociaciones marianas para que todo mundo conociera la fe en Cristo.
De 1926 a 1937 fueron tiempos difíciles debido a la persecución cristera.

El padre Maldonado se convirtió en una piedra en el zapato para las autoridades, pues el presidente de la época quería desaparecer la iglesia, y el gobernador de Chihuahua ordenó reducir el número de sacerdotes.
San Pedro continuó con su evangelización en la clandestinidad, por lo que celebraba misa y administraba los sacramentos, por ello el Cañón de Namurachi fue parte de los espacios donde oficiaba misa a escondidas.

A Pedro de Jesús, lo enviaron por dos meses a Jiménez, pero los masones del lugar le pusieron una “calentadita” y lo regresaron todo golpeado.

El 1 de enero de 1924 fue nombrado por don Antonio Guizar y Valencia como párroco de Santa Isabel.

Su ministerio no fue sencillo, un día unos hombres lo llevaron hacia el norte para fusilarlo, lo bajaron y lo hincaron, mientras que el líder del grupo empezó a dar las órdenes para acabar con su vida, sin embargo en último momento se arrepintió al ver que Pedro de Jesús seguía firme en su fe, pues a grito abierto decía: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”

En ese momento detuvo la ejecución y le dio 20 pesos para que continuará su camino al norte.
El sacerdote no desistió y regresó a su pueblo.
Estuvo convaleciente en el poblado de Babonoyaba en Satevó.

Un año antes de su martirio en 1936, el viernes santo se dispuso a asistir a una enferma y se llevó al grupo de monaguillos, de regreso los emboscaron, el padre Maldonado calmaba a los niños y les decía: “El niño Jesús y la Virgen María me han dicho que un no es hora”.

Entre esos niños iba uno de apellido Urbina, cuyo padre al saber del ataque fue al lugar y encontró más de 200 casquillos de bala alrededor de la zona donde se encontraban el sacerdote y los monaguillos.

El 10 de febrero, Miércoles de Ceniza en 1937, en el pueblo de Boquilla del Río, estaba Pedro de Jesús celebrando misa cuando llegaron por él.
Los hombres pretendían quemar la casa donde se encontraban, por lo que decidió salir.
Lo apresaron y se lo llevaron a Santa Isabel.

En el segundo piso de la presidencia municipal ya lo esperaba Andres Rivera, con su pistola le dio un cachazo en el ojo, Pedro de Jesús cayó al suelo llevaba su relicario con las hostias, mismas que rodaron por el suelo.
Los golpes siguieron, mientras sus agresores se carcajeaban y se embriagaban.
Cuando se percataron de que estaba en muy mal estado decidieron hablar a Chihuahua para que fueran por él.

Al llegar a Santa Isabel y ver la condición del sacerdote, las personas hicieron firmar un documento en el que constaba la gravedad de las lesiones.
El 11 de febrero de 1937 falleció a las 04:00 horas.

El padre Lerma señaló que los lecheros fueron los primeros en enterarse y se encargaron de correr la noticia.
La gente se reunió para despedir a su sacerdote.
A las 6 de la tarde lo dejaron en el cementerio de Dolores, pero la marcha al camposanto era victoriosa donde todos los cristianos cantaban himnos cristianos, con la seguridad de que algún día sería considerado un santo.

Recordó que su tumba en el cementerio siempre estuvo llena de gente, flores y recuerdos por los beneficios recibidos.
Al momento de su beatificación, cuando se realizó la inhumación, en cuanto le dio el aire a los huesitos, la zona donde recibió el cachazo se pulverizó.

Actualmente, en la capilla del Señor de Mapimí, en la Catedral Metropolitana se encuentran sus restos mortales, y cada 11 del mes sacan una reliquia para oficiar misa.

Los feligreses reunidos en la Catedral elevaron su plegaria para que San Pedro de Jesús Maldonado interceda por ellos.

“Señor que concediste a San Pedro de Jesús Maldonado dar mediante el martirio la más admirable demostración de amor y fidelidad a Cristo y a su iglesia, te pedimos que su ejemplo nos impulse y sus méritos nos ayuden a morir a nosotros mismos para que nuestra vida sea un testimonio alegre de amor a ti y de servicio a nuestros hermanos”, oró monseñor Luis Carlos Lerma y los feligreses reunidos en la Catedral Metropolitana de Chihuahua al celebrar la fiesta del santo chihuahuense.

Este 11 de febrero la iglesia católica conmemora el 87 aniversario del martirio de San Pedro de Jesús Maldonado, por lo que sus reliquias fueron expuestas al pie de Cristo.

Monseñor Luis Carlos Lerma, vicario de la Arquidiócesis y párroco de la Catedral señaló que San Pedro de Jesús Maldonado es el primer santo chihuahuense, por lo que el Arzobispo de Chihuahua, Constancio Miranda Weckmann ordenó que en todas las parroquias se recuerde su vida y obra.

De esta manera, el padre Lerma recordó a la feligresía que el santo chihuahuense nació el 15 de junio de 1892, en el barrio de San Nicolás, hoy colonia obrera, justo en contra esquina al templo de Nuestra Señora del Refugio, en una casa roja donde vivió la familia Maldonado Lucero.
El santo nació justo un año después de la creación de la Diócesis de Chihuahua, que se desprendió de Durango.

El 29 de junio fue bautizado en la Catedral de Chihuahua, actualmente la pila bautismal en la que fue bautizado está en la parroquia del Santo Niño de Atocha.

Pedro de Jesús fue a una de las escuelas Guadalupanas que regenteaba el padre Pedro Delgado, sacerdote jesuita, quien se apoyaba con algunas maestras para la educación de las niñas y niños.

A los 17 años, ingresó al Seminario, en esos años, se ubicaba a un costado del templo de la Sagrada Familia.
En 1914 Pancho Villa dijo: “hay muchos nagualones” y cerró el seminario.
Los seminaristas tuvieron que regresar a su casa y otros continuaron su formación en El Paso, Texas.

Pedro de Jesús, regresó a su casa y aprendió música, tomó lecciones de piano, armonio y violín.
Un día el padre Enriquez le dijo: este no es tu camino, tu vocación es el sacerdocio.
Fue entonces que Pedro de Jesús regresó al Seminario para continuar con su formación.

Se ordenó el 25 de enero de 1918 en la Catedral de San Patricio, en El Paso, Texas, donde hay un espacio dedicado al Padre Maldonado.
El 11 de febrero ofició su primera misa en el templo de la Sagrada Familia.

Sus primeras encomiendas fueron como párroco de la parroquia de San Nicolás Tolentino, en Gran Morelos, le encargó que fuera a Belisario Domínguez y San Francisco de Borja y todas las rancherías aledañas.

En 1922 le encargó Santa Rosa de Lima en Cusihuiriachi, donde siguió con su lucha contra los vicios de la época, que siguen siendo los mismos de hoy.
El sacerdote extendió la evangelización, la catequesis de los niños, instauró la Adoración Nocturna, las asociaciones marianas para que todo mundo conociera la fe en Cristo.
De 1926 a 1937 fueron tiempos difíciles debido a la persecución cristera.

El padre Maldonado se convirtió en una piedra en el zapato para las autoridades, pues el presidente de la época quería desaparecer la iglesia, y el gobernador de Chihuahua ordenó reducir el número de sacerdotes.
San Pedro continuó con su evangelización en la clandestinidad, por lo que celebraba misa y administraba los sacramentos, por ello el Cañón de Namurachi fue parte de los espacios donde oficiaba misa a escondidas.

A Pedro de Jesús, lo enviaron por dos meses a Jiménez, pero los masones del lugar le pusieron una “calentadita” y lo regresaron todo golpeado.

El 1 de enero de 1924 fue nombrado por don Antonio Guizar y Valencia como párroco de Santa Isabel.

Su ministerio no fue sencillo, un día unos hombres lo llevaron hacia el norte para fusilarlo, lo bajaron y lo hincaron, mientras que el líder del grupo empezó a dar las órdenes para acabar con su vida, sin embargo en último momento se arrepintió al ver que Pedro de Jesús seguía firme en su fe, pues a grito abierto decía: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”

En ese momento detuvo la ejecución y le dio 20 pesos para que continuará su camino al norte.
El sacerdote no desistió y regresó a su pueblo.
Estuvo convaleciente en el poblado de Babonoyaba en Satevó.

Un año antes de su martirio en 1936, el viernes santo se dispuso a asistir a una enferma y se llevó al grupo de monaguillos, de regreso los emboscaron, el padre Maldonado calmaba a los niños y les decía: “El niño Jesús y la Virgen María me han dicho que un no es hora”.

Entre esos niños iba uno de apellido Urbina, cuyo padre al saber del ataque fue al lugar y encontró más de 200 casquillos de bala alrededor de la zona donde se encontraban el sacerdote y los monaguillos.

El 10 de febrero, Miércoles de Ceniza en 1937, en el pueblo de Boquilla del Río, estaba Pedro de Jesús celebrando misa cuando llegaron por él.
Los hombres pretendían quemar la casa donde se encontraban, por lo que decidió salir.
Lo apresaron y se lo llevaron a Santa Isabel.

En el segundo piso de la presidencia municipal ya lo esperaba Andres Rivera, con su pistola le dio un cachazo en el ojo, Pedro de Jesús cayó al suelo llevaba su relicario con las hostias, mismas que rodaron por el suelo.
Los golpes siguieron, mientras sus agresores se carcajeaban y se embriagaban.
Cuando se percataron de que estaba en muy mal estado decidieron hablar a Chihuahua para que fueran por él.

Al llegar a Santa Isabel y ver la condición del sacerdote, las personas hicieron firmar un documento en el que constaba la gravedad de las lesiones.
El 11 de febrero de 1937 falleció a las 04:00 horas.

El padre Lerma señaló que los lecheros fueron los primeros en enterarse y se encargaron de correr la noticia.
La gente se reunió para despedir a su sacerdote.
A las 6 de la tarde lo dejaron en el cementerio de Dolores, pero la marcha al camposanto era victoriosa donde todos los cristianos cantaban himnos cristianos, con la seguridad de que algún día sería considerado un santo.

Recordó que su tumba en el cementerio siempre estuvo llena de gente, flores y recuerdos por los beneficios recibidos.
Al momento de su beatificación, cuando se realizó la inhumación, en cuanto le dio el aire a los huesitos, la zona donde recibió el cachazo se pulverizó.

Actualmente, en la capilla del Señor de Mapimí, en la Catedral Metropolitana se encuentran sus restos mortales, y cada 11 del mes sacan una reliquia para oficiar misa.

Los feligreses reunidos en la Catedral elevaron su plegaria para que San Pedro de Jesús Maldonado interceda por ellos.

Entrada siguiente

Detienen a Rocío San Miguel, activista crítica del gobierno de Venezuela

dom Feb 11 , 2024
La detención de San Miguel ocurrió el viernes en el aeropuerto Simón Bolívar que sirve a Caracas, según los primeros reportes

Puede que te guste

Generated by Feedzy