Carlos, migrante venezolano consigue empleo en Ciudad Juárez

Hace un par de semanas el migrante fue entrevistado y declaró que estaba haciendo todo lo posible por encontrar un empleo en Ciudad Juárez y hoy ya lo consiguió

El pasado 20 de octubre, Periódico El Heraldo de Juárez, encontró a Carlos, migrante venezolano que acababa de llegar a esta frontera y se encontraba en el Instituto Nacional de Migración pidiendo información para un permiso para poder trabajar, estaba llorando porque se había dado cuenta que no podría entrar a Estados Unidos como le habían dicho, pese a su situación, sólo pensaba en encontrar un trabajo y esta semana platicó que ya está empleado.

Nuevamente El Heraldo de Juárez, coincidió con Carlos, quien visiblemente estaba muy entusiasmado de tener un trabajo y recibir un ingreso con el que puede sostenerse en esta ciudad.

“Estaba un señor ahí afuera en migración, en un carro de esos que cargan caballos, le pregunte si había entrada de trabajo y me llevó a trabajar a un aserradero donde se pica madera, para enviarla a Estados Unidos para que se calienten, también tiene caballos y los renta en el parque El Chamizal y nosotros los manejamos”, contó Carlos.

Platicó que dos días después que lo empleó, regresó al campamento a invitar a otros cuatro venezolanos más a trabajar.

“Aunque ya tengo trabajo, mi meta es llegar al otro lado, me quedó unos días en la finca, pero trato de estar viniendo en las tardes a ver si hay alguna respuesta para poder cruzar, ya ando por todos lados, ya agarro el transporte”, dijo el venezolano.

Carlos, cuando llegó a esta frontera, había platicado que nunca tuvo dinero para venir, que fue la esperanza de cruzar a Estados Unidos lo que lo trajo hasta acá y su tienda de campaña, en la que se quedaba a dormir donde le alcanzaba la noche y ahora sigue con ella, ya que a veces duerme en el campamento de venezolanos y otros en el aserradero.

“Esa carpa la cargo para todos lados, no la dejo, tengo más de cuarenta días que salí de mi casa, la carpa es lo que me recuerda mi hogar, por eso no la dejo por nada”, comentó el migrante.

Agregó, que en México no toda la gente es mala, refriéndose a policías y cárteles con los que le tocó lidiar en su entrada a este país.

“Me daba miedo buscar trabajo, pero nada, aquí en Juárez hay trabajo, ya hasta me compré mi primer par de zapatos, y gracias a Dios, tengo mi permiso para estar acá 180 días sin ningún problema”, compartió sobre su experiencia en esta ciudad.

También conversó que está aprendiendo mucho de la comida mexicana, sobre todo a reconocer lo que tiene picante y que cocinar a la leña le da muy buen sabor a la comida.

El pasado 20 de octubre, Periódico El Heraldo de Juárez, encontró a Carlos, migrante venezolano que acababa de llegar a esta frontera y se encontraba en el Instituto Nacional de Migración pidiendo información para un permiso para poder trabajar, estaba llorando porque se había dado cuenta que no podría entrar a Estados Unidos como le habían dicho, pese a su situación, sólo pensaba en encontrar un trabajo y esta semana platicó que ya está empleado.

Nuevamente El Heraldo de Juárez, coincidió con Carlos, quien visiblemente estaba muy entusiasmado de tener un trabajo y recibir un ingreso con el que puede sostenerse en esta ciudad.

“Estaba un señor ahí afuera en migración, en un carro de esos que cargan caballos, le pregunte si había entrada de trabajo y me llevó a trabajar a un aserradero donde se pica madera, para enviarla a Estados Unidos para que se calienten, también tiene caballos y los renta en el parque El Chamizal y nosotros los manejamos”, contó Carlos.

Platicó que dos días después que lo empleó, regresó al campamento a invitar a otros cuatro venezolanos más a trabajar.

“Aunque ya tengo trabajo, mi meta es llegar al otro lado, me quedó unos días en la finca, pero trato de estar viniendo en las tardes a ver si hay alguna respuesta para poder cruzar, ya ando por todos lados, ya agarro el transporte”, dijo el venezolano.

Carlos, cuando llegó a esta frontera, había platicado que nunca tuvo dinero para venir, que fue la esperanza de cruzar a Estados Unidos lo que lo trajo hasta acá y su tienda de campaña, en la que se quedaba a dormir donde le alcanzaba la noche y ahora sigue con ella, ya que a veces duerme en el campamento de venezolanos y otros en el aserradero.

“Esa carpa la cargo para todos lados, no la dejo, tengo más de cuarenta días que salí de mi casa, la carpa es lo que me recuerda mi hogar, por eso no la dejo por nada”, comentó el migrante.

Agregó, que en México no toda la gente es mala, refriéndose a policías y cárteles con los que le tocó lidiar en su entrada a este país.

“Me daba miedo buscar trabajo, pero nada, aquí en Juárez hay trabajo, ya hasta me compré mi primer par de zapatos, y gracias a Dios, tengo mi permiso para estar acá 180 días sin ningún problema”, compartió sobre su experiencia en esta ciudad.

También conversó que está aprendiendo mucho de la comida mexicana, sobre todo a reconocer lo que tiene picante y que cocinar a la leña le da muy buen sabor a la comida.

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