Calandrieros de Jalisco se niegan a dejar de usar caballos

En dos meses termina el plazo para el cambio; ellos seguirán utilizando los caballos para no perder el atractivo y tradición

Silverio Gutiérrez y Ricardo Rodríguez se han dedicado toda su vida al oficio de calandrieros, el cual aprendieron porque sus padres también estuvieron frente de las calandrias en el centro de Guadalajara.
Gracias a ello les tocó conocer a personalidades de la política, farándula y a turistas de prácticamente todo el mundo.

Quién visita Guadalajara y quiere conocer el centro, normalmente busca un tour; hasta hace algunos años, una buena alternativa eran las calandrias, pero todo cambió en menos de una década al ser señalados de maltrato animal.

Ante ello, en el periodo de Enrique Alfaro como presidente municipal de Guadalajara inició la migración a calandrias de motor, estas no llevan al frente un caballo.
Gutiérrez y Rodríguez consideran que son menos atractivas que las jaladas por un animal, pues aseguran que las motorizadas siempre están disponibles porque la gente sigue buscando las antiguas.

Ambos afirman que su prioridad son los caballos y desde las 7 de la mañana se levantan a darles de comer, para bañarlos alrededor de las 10 y desde la colonia Insurgentes al oriente de Guadalajara recorrer casi una hora con la calandria vacía hasta llegar al centro de la ciudad, muchas veces solo a esperar turno mientras baja el sol.

Un paseo en calandria, en el centro de Guadalajara, cuesta 500 pesos por 35 minutos, o 600 pesos por casi una hora.
este además de recorrer el centro, pasea a los turistas por la colonia Americana, una de las más representativas por sus fincas antiguas y bien conservadas.

A su consideración, la idea de renovarles la calandria de caballo por una con motor les hará perder paseantes, pues “los turistas nos han dicho que si se quita el caballo ya no se pasearán en una calandria” y asegura que muchos les dicen que optarían por los tour en camioneta o en camión panorámico en vez de calandria motorizada.

De acuerdo con calandrieros, para alimentar a un caballo requieren entre 100 y 150 pesos diarios, pero a eso hay que sumarle las vitaminas, la atención veterinaria cuando se enferman y el herraje.

De lo que no se libran son de las revisiones veterinarias cada tres meses “y yo me preocupo cuando veo un caballo echado, si llego a mi corral y lo veo echado puede traer un cólico, puede estar malo, ahí es donde me preocupo”, dijo el hombre que desde hace 37 años maneja una calandria y que acompañó a su padre muchos años en el mismo oficio, al que le dedicó 64 años de su vida.

Calandrieros se oponen al cambio.
Foto.
Francisco Rodríguez / El Occidental

Ellos dos y el pequeño grupo de calandrieros que se negaron a migrar a las calandrias de motor afirman que continuarán trabajando hasta que les permitan y aunque saben que podría ser en el próximo verano cuando se elimine la tradición, confían en que los turistas “los hagan fuertes”, manifestó.

“Tenemos desde el 2017 batallando por el cambio y eso no conviene y si le firmo el comodato al Ayuntamiento yo dejo de ser dueño de mi permiso y pasa a ser dueño el Ayuntamiento y me lo prestan por 99 años, pero quién me asegura que me dejen el carro, porque vienen muchos párrafos donde dice que al día siguiente puede cambiar de reglas y si el gobierno quiere van a decir que seremos trabajadores”, dijo Ricardo, quien lleva 27 años trabajando y es la segunda generación de calandrieros con casi medio siglo arriba de las calandrias con caballo.

Además de lo que argumentan les afectaría por tema de permisos de los carros para trabajar, también creer que al tener una calandria eléctrica disminuirá la afluencia turística, pues hay alrededor de una decena de viajes en calandrias de caballo por tres en calandrias eléctricas, ya que son sus clientes quienes deciden en qué quieren pasear por el centro de la ciudad.
Reitera que los señalamientos por maltrato animal son injustos y al igual que sus compañeros, siempre se levanta temprano a atender a sus cuatro animales, en los que invierte alrededor de 3 mil pesos semanales solo en alimentación.

Consideran que la idea de renovarles la calandria de caballo por una con motor les hará perder paseantes.
Foto.
Cortesía

“Hay que levantarse a limpiarle su cama al caballo, bañas al caballo y en lo que se seca le echo pastura para que almuerce y en ese tiempo limpias la caballeriza, lo engancho a la calandria y nos dirigimos al centro a trabajar, pero salga o no salga a trabajar los caballos comen, son como mis hijos, ellos no saben si hay dinero o no hay dinero, ellos tienen que comer”.

La desaparición de calandrias jaladas por caballo está cada vez más cerca o al menos eso dicen en el Ayuntamiento de Guadalajara, donde iniciaron con la renovación desde mitad del 2017 y el plazo fatal está por cumplirse.

Entrevistada al respecto por EL OCCIDENTAL, Lorena Velázquez Guerrero, encargada de despacho de la Superintendencia de Guadalajara, informó que el plan municipal es alcanzar la sustitución de calandrias de caballo por eléctricas a finales del mes de julio.

Silverio Gutiérrez y Ricardo Rodríguez se han dedicado toda su vida al oficio de calandrieros, el cual aprendieron porque sus padres también estuvieron frente de las calandrias en el centro de Guadalajara.
Gracias a ello les tocó conocer a personalidades de la política, farándula y a turistas de prácticamente todo el mundo.

Quién visita Guadalajara y quiere conocer el centro, normalmente busca un tour; hasta hace algunos años, una buena alternativa eran las calandrias, pero todo cambió en menos de una década al ser señalados de maltrato animal.

Ante ello, en el periodo de Enrique Alfaro como presidente municipal de Guadalajara inició la migración a calandrias de motor, estas no llevan al frente un caballo.
Gutiérrez y Rodríguez consideran que son menos atractivas que las jaladas por un animal, pues aseguran que las motorizadas siempre están disponibles porque la gente sigue buscando las antiguas.

Ambos afirman que su prioridad son los caballos y desde las 7 de la mañana se levantan a darles de comer, para bañarlos alrededor de las 10 y desde la colonia Insurgentes al oriente de Guadalajara recorrer casi una hora con la calandria vacía hasta llegar al centro de la ciudad, muchas veces solo a esperar turno mientras baja el sol.

Un paseo en calandria, en el centro de Guadalajara, cuesta 500 pesos por 35 minutos, o 600 pesos por casi una hora.
este además de recorrer el centro, pasea a los turistas por la colonia Americana, una de las más representativas por sus fincas antiguas y bien conservadas.

A su consideración, la idea de renovarles la calandria de caballo por una con motor les hará perder paseantes, pues “los turistas nos han dicho que si se quita el caballo ya no se pasearán en una calandria” y asegura que muchos les dicen que optarían por los tour en camioneta o en camión panorámico en vez de calandria motorizada.

De acuerdo con calandrieros, para alimentar a un caballo requieren entre 100 y 150 pesos diarios, pero a eso hay que sumarle las vitaminas, la atención veterinaria cuando se enferman y el herraje.

De lo que no se libran son de las revisiones veterinarias cada tres meses “y yo me preocupo cuando veo un caballo echado, si llego a mi corral y lo veo echado puede traer un cólico, puede estar malo, ahí es donde me preocupo”, dijo el hombre que desde hace 37 años maneja una calandria y que acompañó a su padre muchos años en el mismo oficio, al que le dedicó 64 años de su vida.

Calandrieros se oponen al cambio.
Foto.
Francisco Rodríguez / El Occidental

Ellos dos y el pequeño grupo de calandrieros que se negaron a migrar a las calandrias de motor afirman que continuarán trabajando hasta que les permitan y aunque saben que podría ser en el próximo verano cuando se elimine la tradición, confían en que los turistas “los hagan fuertes”, manifestó.

“Tenemos desde el 2017 batallando por el cambio y eso no conviene y si le firmo el comodato al Ayuntamiento yo dejo de ser dueño de mi permiso y pasa a ser dueño el Ayuntamiento y me lo prestan por 99 años, pero quién me asegura que me dejen el carro, porque vienen muchos párrafos donde dice que al día siguiente puede cambiar de reglas y si el gobierno quiere van a decir que seremos trabajadores”, dijo Ricardo, quien lleva 27 años trabajando y es la segunda generación de calandrieros con casi medio siglo arriba de las calandrias con caballo.

Además de lo que argumentan les afectaría por tema de permisos de los carros para trabajar, también creer que al tener una calandria eléctrica disminuirá la afluencia turística, pues hay alrededor de una decena de viajes en calandrias de caballo por tres en calandrias eléctricas, ya que son sus clientes quienes deciden en qué quieren pasear por el centro de la ciudad.
Reitera que los señalamientos por maltrato animal son injustos y al igual que sus compañeros, siempre se levanta temprano a atender a sus cuatro animales, en los que invierte alrededor de 3 mil pesos semanales solo en alimentación.

Consideran que la idea de renovarles la calandria de caballo por una con motor les hará perder paseantes.
Foto.
Cortesía

“Hay que levantarse a limpiarle su cama al caballo, bañas al caballo y en lo que se seca le echo pastura para que almuerce y en ese tiempo limpias la caballeriza, lo engancho a la calandria y nos dirigimos al centro a trabajar, pero salga o no salga a trabajar los caballos comen, son como mis hijos, ellos no saben si hay dinero o no hay dinero, ellos tienen que comer”.

La desaparición de calandrias jaladas por caballo está cada vez más cerca o al menos eso dicen en el Ayuntamiento de Guadalajara, donde iniciaron con la renovación desde mitad del 2017 y el plazo fatal está por cumplirse.

Entrevistada al respecto por EL OCCIDENTAL, Lorena Velázquez Guerrero, encargada de despacho de la Superintendencia de Guadalajara, informó que el plan municipal es alcanzar la sustitución de calandrias de caballo por eléctricas a finales del mes de julio.

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