Ángeles González Gamio: Las privadas

El gran mosaico que constituye la Ciudad de México está conformado en gran parte por sus viejas colonias y barrios, los cuales guardan una multitud de pequeñas historias que le dan una identidad tan rica y diversa.

l gran mosaico que constituye la Ciudad de México está conformado en gran parte por sus viejas colonias y barrios, los cuales guardan una multitud de pequeñas historias que le dan una identidad tan rica y diversa.

Hoy visitamos la colonia San Rafael con la guía del interesante libro de la arquitecta Margarita Martínez titulado La colonia de los Arquitectos, a través del tiempo, San Rafael.

En la obra, la destacada cronista –fallecida recientemente– nos cuenta que era un pequeño barrio circundante a lo que ahora es el monumento a la Revolución y fue la primera colonia que se formó en 1857.
La diseñó el ingeniero Fernando Somera para que ahí vivieran los arquitectos de la Academia de San Carlos.
Muy influyente, logró la urbanización sin costo alguno y, como corolario en 1865, consiguió que el gobierno imperial aportara 12 mil pesos para introducir el agua potable procedente del acueducto de San Cosme, a través de una tubería de fierro; sin embargo no tuvo mucho éxito.

Unos años más tarde, los terrenos aledaños, pertenecientes al rancho San Rafael, también conocido como del Cebollón, fueron adquiridos por los señores Tron, Signoret y García para establecer la colonia San Rafael, integrándose a ella la de los Arquitectos.

Las calles recibieron los nombres de personajes de la corriente positivista basada en el pensamiento filosófico de Augusto Comte, el cual introdujo en México Gabino Barreda y se enseñó en la Preparatoria Nacional.

La colonia tuvo éxito desde sus inicios, conjuntando un rico tejido social, ya que adquirieron lotes lo mismo familias acaudaladas que personas de la clase media.
Esto le dio una particular fisonomía arquitectónica que combina mansiones fabulosas y buenas residencias con encantadoras privadas de todos tamaños y elegancias, así como vecindades.

Se puede decir que aquí nacieron las privadas, de las que todavía conserva varias.
Este concepto habitacional nació en 1900, como resultado de la especulación inmobiliaria y la explotación ilimitada de los fraccionadores.

Consistían en casitas o departamentos a los lados de una callecita privada, con un acceso restringido, generalmente protegido por una reja de hierro.

El libro nos cuenta la historia de la colonia desde su nacimiento hasta nuestros días.
Nos enterarnos de que ahí estuvieron el hospital francés y el americano con todo y panteón –que todavía existe en San Cosme–, que hubo un asilo de mendigos y un hospicio, y que se estableció la primera funeraria por el señor Gayosso, quien padeció un calvario para enterrar a su mamá.

Ahí estuvieron dos de los cines monumentales que caracterizaron a la Ciudad de México en la primera mitad del siglo XX: el Cosmos, hoy convertido en el Faro Cosmos, que imparte actividades culturales, circenses, escénicas y artísticas, y el Ópera, el cual se sostiene heroicamente en pie, mostrando en su imponente fachada dos enormes esculturas tipo griego que parecen esperar con resignación la urgente restauración del recinto.

De estilo art déco, ocupa el predio donde estuvo la casa de una hija de Benito Juárez.
Se inauguró en 1949, con la película Una familia de tantas, de Alejandro Galindo; en sus últimos años fue teatro y se daban conciertos.

El mobiliario del interior fue diseñado por Clara Porset, notable diseñadora de origen cubano que hizo su vida en México y desarrolló una relevante carrera creando muebles que combinaban la artesanía tradicional con el modernismo.
Impulsó la fundación de la carrera de diseño industrial en 1968 en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde fue maestra muchos años.

En 2012 el mobiliario del cine Ópera fue sacado por la delegación para su restauración; nos gustaría saber dónde está.

Hoy les tengo una sorpresa: vamos a comer en la célebre Privada Roja.
Está en Serapio Rendón 61, a unos pasos del cine Ópera.

Tras una larga batalla de sus propietarios por recuperar la propiedad, ahora se ha convertido en un corredor gastronómico y se pueden hospedar en habitaciones gourmet.

Hay varias opciones culinarias: el japonés Natsukashii, que tiene fama por sus ramen (fideos con distintas carnes o pescados) y toda la oferta clásica de estos restaurantes.

L’Ostia, que ofrece comida española y la panadería Mimbre, con muchas sabrosuras para la merienda.

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