A quién maldecir con la crisis climática

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Los cuarenta y tres grados a la sombra que hemos alcanzado en Chihuahua; la muerte de miles de peces en la laguna de Bustillos; los 511 incendios forestales en lo que va del año que han afectado 43 mil 232 hectáreas, 626 por ciento más que en 2020.
La Cascada de Basaseachi que ya no cae; los ríos que ya no corren; los cerros pelones y pardos.
La crisis climática nos está pegando fuerte en el estado grande.

Más de uno querrá maldecir al cielo por tanta desventura climática, pero la culpa no es del cielo.
No, la generamos el género humano, el Homo Sapiens que muchas veces se comporta como “homo demens”, según apunta el teólogo Leonardo Boff.
Estaríamos así iniciando una nueva era geológica caracterizada por la intervención del hombre sobre la naturaleza y el clima, el “Antropoceno”.

Más específicamente podemos decir que son la industrialización, el extractivismo sin fin de la naturaleza, la codicia por lucrar con todo, el consumismo desatado lo que nos está precipitando en las llamas, no del infierno, sino del calentamiento global, que tal vez sea el referente de las profecías apocalípticas.

No basta con señalar responsables globales de esta crisis de dimensión realmente global.
En el aquí y el ahora del estado de Chihuahua, hay responsables muy concretos de la crisis climática que padecemos:

Los talabosques: Chihuahua ha perdido más de medio millón de hectáreas de bosque en los últimos veinte años.
La tala ilegal, ya sea por los criminales, ya sea por los negociantes sin escrúpulos ha tornado mucho más seca la Sierra Tarahumara, pulmón y fábrica de agua del noroeste y norte de México.
Ahora bien, no hubiera talabosques sino hubiera comerciantes sin escrúpulos de la compra y venta de madera.

Las compañías mineras: las nuevas formas de extracción de metales, a cielo abierto no sólo arrasan con la capa vegetal de miles de hectáreas, sino también obstruyen manantiales, desvían cauces de agua, contaminan ríos y lagunas, contribuyen a erosionar más el suelo.

Los agricultores extractivistas: aquellos que hacen “minería de agua” para regar sus cultivos y obtener más lucro sin pagar los costos ambientales, los que desmontan de la vegetación original miles de hectáreas y luego las irrigan para cultivarlas intensivamente, las saturan de agroquímicos y cuando se hacen improductivas las abandonan tan infértiles como tierra dura de traspatio.

Los fraccionadores urbanos: de eso nos ha enseñado mucho la encomiable labor del movimiento “Salvemos los Cerros de Chihuahua”.
Arrasan con la vegetación nativa, hacen más seco el ambiente de las ciudades, cubren de asfalto y de viviendas millones de metros cuadrados e impiden la absorción del agua de lluvia, cegando manantiales y matando arroyos y ríos.

Los industriales productivistas: que buscan obtener más lucro sin importar que la demanda por materias primas y el proceso de producción dañen el medio ambiente o que sus productos sean una nueva fuente de contaminación.

El Estado: en sus tres órdenes de gobierno: federal, estatal, municipal y en sus tres poderes: ejecutivo, legislativo, judicial.
Porque no legisla, o legisla insuficientemente, o no hace cumplir las leyes ambientales.
Porque se colude con los depredadores, o él mismo se comporta como depredador.

La ciudadanía: en un menor nivel, porque no exigimos a todos los anteriores que cuiden el medio ambiente, porque nos dejamos llevar por el consumismo, porque no nos formamos en el cuidado de la naturaleza y de los demás.

Los cuarenta y tres grados a la sombra que hemos alcanzado en Chihuahua; la muerte de miles de peces en la laguna de Bustillos; los 511 incendios forestales en lo que va del año que han afectado 43 mil 232 hectáreas, 626 por ciento más que en 2020.
La Cascada de Basaseachi que ya no cae; los ríos que ya no corren; los cerros pelones y pardos.
La crisis climática nos está pegando fuerte en el estado grande.

Más de uno querrá maldecir al cielo por tanta desventura climática, pero la culpa no es del cielo.
No, la generamos el género humano, el Homo Sapiens que muchas veces se comporta como “homo demens”, según apunta el teólogo Leonardo Boff.
Estaríamos así iniciando una nueva era geológica caracterizada por la intervención del hombre sobre la naturaleza y el clima, el “Antropoceno”.

Más específicamente podemos decir que son la industrialización, el extractivismo sin fin de la naturaleza, la codicia por lucrar con todo, el consumismo desatado lo que nos está precipitando en las llamas, no del infierno, sino del calentamiento global, que tal vez sea el referente de las profecías apocalípticas.

No basta con señalar responsables globales de esta crisis de dimensión realmente global.
En el aquí y el ahora del estado de Chihuahua, hay responsables muy concretos de la crisis climática que padecemos:

Los talabosques: Chihuahua ha perdido más de medio millón de hectáreas de bosque en los últimos veinte años.
La tala ilegal, ya sea por los criminales, ya sea por los negociantes sin escrúpulos ha tornado mucho más seca la Sierra Tarahumara, pulmón y fábrica de agua del noroeste y norte de México.
Ahora bien, no hubiera talabosques sino hubiera comerciantes sin escrúpulos de la compra y venta de madera.

Las compañías mineras: las nuevas formas de extracción de metales, a cielo abierto no sólo arrasan con la capa vegetal de miles de hectáreas, sino también obstruyen manantiales, desvían cauces de agua, contaminan ríos y lagunas, contribuyen a erosionar más el suelo.

Los agricultores extractivistas: aquellos que hacen “minería de agua” para regar sus cultivos y obtener más lucro sin pagar los costos ambientales, los que desmontan de la vegetación original miles de hectáreas y luego las irrigan para cultivarlas intensivamente, las saturan de agroquímicos y cuando se hacen improductivas las abandonan tan infértiles como tierra dura de traspatio.

Los fraccionadores urbanos: de eso nos ha enseñado mucho la encomiable labor del movimiento “Salvemos los Cerros de Chihuahua”.
Arrasan con la vegetación nativa, hacen más seco el ambiente de las ciudades, cubren de asfalto y de viviendas millones de metros cuadrados e impiden la absorción del agua de lluvia, cegando manantiales y matando arroyos y ríos.

Los industriales productivistas: que buscan obtener más lucro sin importar que la demanda por materias primas y el proceso de producción dañen el medio ambiente o que sus productos sean una nueva fuente de contaminación.

El Estado: en sus tres órdenes de gobierno: federal, estatal, municipal y en sus tres poderes: ejecutivo, legislativo, judicial.
Porque no legisla, o legisla insuficientemente, o no hace cumplir las leyes ambientales.
Porque se colude con los depredadores, o él mismo se comporta como depredador.

La ciudadanía: en un menor nivel, porque no exigimos a todos los anteriores que cuiden el medio ambiente, porque nos dejamos llevar por el consumismo, porque no nos formamos en el cuidado de la naturaleza y de los demás.

Osvaldo

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Fraseario | Somos el asteroide

mié Jun 19 , 2024
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