A mi hijo 

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Algunas cosas de la vida parecen increíbles de vivir, pero ya cuando las estamos viviendo lo que menos debemos hacer es cuestionarnos la felicidad de esos momentos.
Así con la llegada de un hijo, más si es el primero, la descripción de las emociones es inmensa e intensa; te cuestionas mucho sobre si estás preparado para ser padre, que cómo lo educarás, qué papel jugarás, si podrás con el reto.
.
en fin.

Me sucedió con mi hijo, que llega a los siete años.
Aún recuerdo su primer mes en nuestras vidas.
Había tantas dudas de lo que sería, lo que haría y qué le gustaría.
Hoy me doy cuenta que él ha sido libre de decisiones con el sabio consejo en casa.

Quisiera que se detuviera el tiempo y no avanzara más, que se quedara en esta etapa en la que necesita de mí y que me permite abrazarlo, besarlo, jugar a las cosas más simples y hasta tontas o reírnos a carcajadas; pero muchas veces también sueño con verlo realizado, con su vida moldeada por sus decisiones, por lo que quiera ser y hacer y a lo que quiera dedicarse.
Pero estos siete años me han enseñado que no debo ni de oponerme al tiempo ni de apurar al mismo, debo disfrutar cada instante que pasa, porque cada momento y etapa es distinta y él siempre me regalará sus mejores años, lo cual debo retribuirle también.
El tiempo no perdona un solo día, me ha quedado muy claro.

Cuando veo su sonrisa de felicidad, me siento pleno; no hay cosa que no quisiera hacer por verlo siempre así, con esos ojos inquietos, esa simplicidad con la que nos divertimos en toda ocasión, desde adivinar canciones con tararear, repetir escenas de películas o series, cambiar letras de canciones, hasta realizar lo más loco que se le ocurra (y que sea correcto hacer).
No todo es miel sobre hojuelas, los regaños, enojos y berrinches también se presentan y a veces no quisiera hacer nada al respecto, pero sé que dejarle pasar todo eso no es muy bueno para nadie.
Mi hijo, ha sido el mejor maestro en el manejo de mis emociones, en el autocontrol, un verdadero reto para ambos; pero cuando es por amor, todo es posible.

Por esto y mucho más, a mi hijo, le doy las gracias por elegirme como su padre, por buscarme para compartir, por acompañarme siempre.
Su felicidad es la mía y siempre lo será así, no porque deba hacer lo que me haga feliz, sino porque haciendo y siendo lo que le haga feliz lo seré yo también.

A mi hijo, muchas gracias, por enseñarme más de lo que yo le enseño, porque todos los días descubro alguno nuevo en mí que le comparto y transfiero a él.
A mi hijo, muchas gracias por hacerme sacar el coraje y la creatividad para cada día levantarme y seguir alcanzando mis metas y superar los retos.
A mi hijo, muchas gracias por demostrarme que los límites nos los autoimponemos y que nos guiamos por prejuicios malamente preestablecidos, pero que afuera todo depende de uno para que nada de lo que haya represente un obstáculo que no podamos vencer.
A mi hijo, muchas gracias por mostrarme lo importante de la nobleza y que el ser sensible no es sinónimo de debilidad, sino de humanidad.
A mi hijo, muchas gracias por darme las mayores y más grandes lecciones.

Diego, espero que tu año de vida número siete continúe cargado de bendiciones y aprendizajes en tu vida.
Tu madre, tu hermanita Emma y tu padre seguiremos caminando a tu lado, para crecer por igual, sin oponernos al paso de la vida, pero sí compartiendo contigo ese tiempo que avanza sin perdón y sin permiso, para que cada día y cada etapa de tu vida podamos disfrutarte.

A mi hijo, muchas felicidades.
¡Feliz cumpleaños, Diego!

¡Estoy para ayudar!

Redes sociales:

*Facebook Eduardo Barbosa Sáenz: /BarbosaSaenzEduardo

*Twitter: @EBarbosaSaenz

Algunas cosas de la vida parecen increíbles de vivir, pero ya cuando las estamos viviendo lo que menos debemos hacer es cuestionarnos la felicidad de esos momentos.
Así con la llegada de un hijo, más si es el primero, la descripción de las emociones es inmensa e intensa; te cuestionas mucho sobre si estás preparado para ser padre, que cómo lo educarás, qué papel jugarás, si podrás con el reto.
.
en fin.

Me sucedió con mi hijo, que llega a los siete años.
Aún recuerdo su primer mes en nuestras vidas.
Había tantas dudas de lo que sería, lo que haría y qué le gustaría.
Hoy me doy cuenta que él ha sido libre de decisiones con el sabio consejo en casa.

Quisiera que se detuviera el tiempo y no avanzara más, que se quedara en esta etapa en la que necesita de mí y que me permite abrazarlo, besarlo, jugar a las cosas más simples y hasta tontas o reírnos a carcajadas; pero muchas veces también sueño con verlo realizado, con su vida moldeada por sus decisiones, por lo que quiera ser y hacer y a lo que quiera dedicarse.
Pero estos siete años me han enseñado que no debo ni de oponerme al tiempo ni de apurar al mismo, debo disfrutar cada instante que pasa, porque cada momento y etapa es distinta y él siempre me regalará sus mejores años, lo cual debo retribuirle también.
El tiempo no perdona un solo día, me ha quedado muy claro.

Cuando veo su sonrisa de felicidad, me siento pleno; no hay cosa que no quisiera hacer por verlo siempre así, con esos ojos inquietos, esa simplicidad con la que nos divertimos en toda ocasión, desde adivinar canciones con tararear, repetir escenas de películas o series, cambiar letras de canciones, hasta realizar lo más loco que se le ocurra (y que sea correcto hacer).
No todo es miel sobre hojuelas, los regaños, enojos y berrinches también se presentan y a veces no quisiera hacer nada al respecto, pero sé que dejarle pasar todo eso no es muy bueno para nadie.
Mi hijo, ha sido el mejor maestro en el manejo de mis emociones, en el autocontrol, un verdadero reto para ambos; pero cuando es por amor, todo es posible.

Por esto y mucho más, a mi hijo, le doy las gracias por elegirme como su padre, por buscarme para compartir, por acompañarme siempre.
Su felicidad es la mía y siempre lo será así, no porque deba hacer lo que me haga feliz, sino porque haciendo y siendo lo que le haga feliz lo seré yo también.

A mi hijo, muchas gracias, por enseñarme más de lo que yo le enseño, porque todos los días descubro alguno nuevo en mí que le comparto y transfiero a él.
A mi hijo, muchas gracias por hacerme sacar el coraje y la creatividad para cada día levantarme y seguir alcanzando mis metas y superar los retos.
A mi hijo, muchas gracias por demostrarme que los límites nos los autoimponemos y que nos guiamos por prejuicios malamente preestablecidos, pero que afuera todo depende de uno para que nada de lo que haya represente un obstáculo que no podamos vencer.
A mi hijo, muchas gracias por mostrarme lo importante de la nobleza y que el ser sensible no es sinónimo de debilidad, sino de humanidad.
A mi hijo, muchas gracias por darme las mayores y más grandes lecciones.

Diego, espero que tu año de vida número siete continúe cargado de bendiciones y aprendizajes en tu vida.
Tu madre, tu hermanita Emma y tu padre seguiremos caminando a tu lado, para crecer por igual, sin oponernos al paso de la vida, pero sí compartiendo contigo ese tiempo que avanza sin perdón y sin permiso, para que cada día y cada etapa de tu vida podamos disfrutarte.

A mi hijo, muchas felicidades.
¡Feliz cumpleaños, Diego!

¡Estoy para ayudar!

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