Este 5 de septiembre se cumple el quinto aniversario de la muerte del artista, grabador, pintor, escultor y promotor cultural.
Este 5 de septiembre se cumple el quinto aniversario de la muerte del artista, grabador, pintor, escultor y promotor cultural.
Pocos artistas han marcado tanto la cultura mexicana como Francisco Toledo (1940-2019).
Han pasado cinco años de la muerte de un artista que aportó una obra polifacética, que marcó la historia del arte mexicano por sus exploraciones técnicas, pero también por su activismo político y social.
Francisco Benjamín López Toledo nació el 17 de julio de 1940, en Juchitán, Oaxaca, donde inició su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca y como discípulo del también grabador Arturo García Bustos.
A los 17 años viajó a la Ciudad de México para formar parte del Taller Libre de Grabado de la Escuela de Diseño y Artesanías del Inbal, etapa en que exhibió su obra no solo en la capital mexicana, sino en Texas, Estados Unidos.
Su obra forma parte de las colecciones del Museo Tamayo, el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM, el MoMA de Nueva York y el Museo de Arte Moderno de Filadelfia.
“Parte de la relevancia de Toledo fue darle al grabado un gran impulso; por un lado, lo hizo a través de sus exploraciones, porque utilizó de forma innovadora las técnicas clásicas del grabado; por otro, hizo escuela, no directamente con alumnos, sino creando espacios e inaugurando instituciones para que germinaran nuevos talentos”.
Fusionó el arte tradicional mexicano
Abad resaltó que esto fue muy importante, ya que permitió que el grabado, que en algunos momentos ha sido relegado, estuviera a la vista como una técnica de interés no solo para los artistas, sino para coleccionistas, instituciones y público en general.
Recordó que Francisco Toledo no sólo tomó distancia de la Escuela Mexicana de Pintura, imperante durante la primera mitad del siglo XX, sino que tampoco se asumió como parte de la generación subsecuente, la de la Ruptura.
“Creo que para la historiografía del arte mexicano fue un artista que fusionó muy bien el arte tradicional mexicano, al utilizar pigmentos naturales, y la tradición del arte occidental.
Es tan bueno que las costuras casi no se ven.
“El resultado fue un arte universal, porque él fue un mexicano y un oaxaqueño universal”, dijo al agregar que sería difícil de catalogarlo dentro de una corriente específica del arte, sobre todo, “porque él no se sentía parte de una escuela en particular”.
Sin embargo, destacó que estas búsquedas hablan también de su carácter: “Fue un creador con mucha hambre de saber y conocer.
Retomó técnicas y temas que encontró durante sus viajes por Europa, pero también en Estados Unidos, donde hizo una estancia en Nueva York.
Si bien hizo esta gran defensa de las tradiciones mexicanas, específicamente de las oaxaqueñas, también entendía que todo es una influencia”.
Artista provocador
“Son obras provocadoras, no con una pretensión de critica a la Iglesia, sino donde crea un imaginario provocador para que el público reaccione al, por ejemplo, ponerle a los Reyes Magos cabezas de animales”.
Finalmente, invitó al público a conocer a este artista: “Hay diversas exposiciones sobre Toledo, pero también es importante conocer las instituciones que fundó y ahora están al servicio de los mexicanos, como el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) o el Centro de Artes de San Agustín (CaSa), catalogado como el primer centro de artes ecológico de Latinoamérica, para conocer no solo su obra artística, sino su labor como promotor cultural”.