10:12

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Por Eduardo Barbosa Sáenz

No hay descripción alguna que encaje, por más que piense las palabras y, ni éstas son suficientes ni precisas para encerrarlas en una emoción.
Fueron las 10:12 del 12 de marzo de 2023, en un mes marco que nos recuerda el indispensable empoderamiento de las mujeres, ante la condición de desigualdad y la vulnerabilidad en materia de seguridad a la que se enfrentan en todas partes.

Así nace mi hija, a esa hora y en ese día escucho su primer llanto en este mundo, ese anuncio de su llegada, de su presentación y de la inexplicable serie de sucesos que desfilan por mi cabeza de lo que será su vida, nuestra vida y entre tantas personas aquí y allá.
La sonrisa y las lágrimas de felicidad no se borran.

Mi hija viene a nacer en un mes de mucho eco, que lamentablemente no retumba con la misma magnitud mes con mes.
Marzo tiene una particular importancia, por el Día Internacional de la Mujer, ese día en que millones de mujeres en el mundo salen a las calles para buscar visibilizar las injusticias, desventajas y violencias a las que se enfrentan día con día en diferentes sentidos y contextos.

Siempre he buscado ser consciente de esto y me he sumado en mis comportamientos, pensamientos y decisiones en mis distintas esferas en las que me desenvuelvo, más con la educación de mi primer hijo.
He roto paradigmas, bastantes, supuestos y estereotipos, luchado contra cánones.
Debo confesar que no siempre he pensado igual, ha sido una deconstrucción constante a base de muchas vivencias y experiencias, propias y ajenas.
En pocas palabras, física, actitudinal y emocionalmente me he estado preparando para este momento, desde hace tiempo atrás.

Mi duda entra en el momento en que veo a diario la serie de situaciones que siguen viviendo las mujeres; desafortunadamente nos quedamos en una esfera de cristal, desde el privilegio, ignorando y creyendo que afuera las cosas han cambiado, pero la realidad es otra, las mujeres siguen sufriendo desde el piropo incómodo hasta perder su derecho a vivir; siguen siendo vistas como objetos o moneda de cambio; en resumen, la sociedad sigue poniendo en situación de riesgo a las mujeres.
¡Vaya reto y vaya miedo! Y no quiero esto para mi hija.

Los hombres, tenemos una responsabilidad muy grande, sustancial.
Eso que viven las mujeres es provocado por otros hombres, a quienes el término de misoginia les queda corto y hasta como broma se emplea dicho concepto, cuando debería usarse como verdadera reflexión y alarma.

Por otra parte, las familias tenemos la responsabilidad mayor y primaria, por empoderar o vulnerar a una mujer, en cada integrante, sobre todo en las cabezas, radica esa decisión que hará la diferencia en la convivencia y armonía social, para cualquier persona en ejercerlo y/o vivirlo.
No olvidemos que los resultados sociales de las familias, reflejado en cada hija o hijo, son los que construyen los contextos y realidades a las que cada quien nos enfrentamos.
Yo hago lo propio en mi familia, me queda claro que me puedo equivocar o que algunas cosas vayan a reñir con la crianza de otras familias, pero lo importante es ser consciente, reconocerlo y corregir, sobre todo educar con el infalible respeto a todo lo que nos rodee.

¡Mira la reflexión que en la que me traes, hija! El revuelo de ideas, miedos e inseguridades en las que estoy envuelto, pero también infinitas alegrías, pensamientos positivos y decisiones que ya experimento y con las que estoy convencido de que habré de poner mi granito de arena, sumarme más a la lucha y defender a capa y espada todo lo que sueñes y decidas vivir.

¡Estoy para ayudar!

Redes sociales:

*Facebook Eduardo Barbosa Sáenz: /BarbosaSaenzEduardo

*Twitter: @EBarbosaSaenz

Por Eduardo Barbosa Sáenz

No hay descripción alguna que encaje, por más que piense las palabras y, ni éstas son suficientes ni precisas para encerrarlas en una emoción.
Fueron las 10:12 del 12 de marzo de 2023, en un mes marco que nos recuerda el indispensable empoderamiento de las mujeres, ante la condición de desigualdad y la vulnerabilidad en materia de seguridad a la que se enfrentan en todas partes.

Así nace mi hija, a esa hora y en ese día escucho su primer llanto en este mundo, ese anuncio de su llegada, de su presentación y de la inexplicable serie de sucesos que desfilan por mi cabeza de lo que será su vida, nuestra vida y entre tantas personas aquí y allá.
La sonrisa y las lágrimas de felicidad no se borran.

Mi hija viene a nacer en un mes de mucho eco, que lamentablemente no retumba con la misma magnitud mes con mes.
Marzo tiene una particular importancia, por el Día Internacional de la Mujer, ese día en que millones de mujeres en el mundo salen a las calles para buscar visibilizar las injusticias, desventajas y violencias a las que se enfrentan día con día en diferentes sentidos y contextos.

Siempre he buscado ser consciente de esto y me he sumado en mis comportamientos, pensamientos y decisiones en mis distintas esferas en las que me desenvuelvo, más con la educación de mi primer hijo.
He roto paradigmas, bastantes, supuestos y estereotipos, luchado contra cánones.
Debo confesar que no siempre he pensado igual, ha sido una deconstrucción constante a base de muchas vivencias y experiencias, propias y ajenas.
En pocas palabras, física, actitudinal y emocionalmente me he estado preparando para este momento, desde hace tiempo atrás.

Mi duda entra en el momento en que veo a diario la serie de situaciones que siguen viviendo las mujeres; desafortunadamente nos quedamos en una esfera de cristal, desde el privilegio, ignorando y creyendo que afuera las cosas han cambiado, pero la realidad es otra, las mujeres siguen sufriendo desde el piropo incómodo hasta perder su derecho a vivir; siguen siendo vistas como objetos o moneda de cambio; en resumen, la sociedad sigue poniendo en situación de riesgo a las mujeres.
¡Vaya reto y vaya miedo! Y no quiero esto para mi hija.

Los hombres, tenemos una responsabilidad muy grande, sustancial.
Eso que viven las mujeres es provocado por otros hombres, a quienes el término de misoginia les queda corto y hasta como broma se emplea dicho concepto, cuando debería usarse como verdadera reflexión y alarma.

Por otra parte, las familias tenemos la responsabilidad mayor y primaria, por empoderar o vulnerar a una mujer, en cada integrante, sobre todo en las cabezas, radica esa decisión que hará la diferencia en la convivencia y armonía social, para cualquier persona en ejercerlo y/o vivirlo.
No olvidemos que los resultados sociales de las familias, reflejado en cada hija o hijo, son los que construyen los contextos y realidades a las que cada quien nos enfrentamos.
Yo hago lo propio en mi familia, me queda claro que me puedo equivocar o que algunas cosas vayan a reñir con la crianza de otras familias, pero lo importante es ser consciente, reconocerlo y corregir, sobre todo educar con el infalible respeto a todo lo que nos rodee.

¡Mira la reflexión que en la que me traes, hija! El revuelo de ideas, miedos e inseguridades en las que estoy envuelto, pero también infinitas alegrías, pensamientos positivos y decisiones que ya experimento y con las que estoy convencido de que habré de poner mi granito de arena, sumarme más a la lucha y defender a capa y espada todo lo que sueñes y decidas vivir.

¡Estoy para ayudar!

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